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Incendios por toda España
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“CUANDO UN BOSQUE SE QUEMA”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
sábado 30 de julio de 2022, 12:11h

En el siglo I, según cuenta Estrabón, una ardilla podía cruzar Iberia desde los Pirineos a Tarifa saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo. Hoy lo haría huyendo de incendio en incendio, mientras los “Estrabones” de servicio se limitan a imputar la calamidad al cambio climático, con la misma desvergüenza con que aquel decrépito dictador atribuía el tercermundismo nacional a la “pertinaz sequía”.

Por supuesto que el cambio climático y su derivada, la pertinaz sequía, tienen mucho que ver. Pero qué fácil culpar a los elementos, como Felipe II tras el desastre de la “Invencible”, para esconder la responsabilidad política a todos los niveles en esta hecatombe. Con los datos en la mano, la actual ocupa un rango menor si la comparamos con la de 1984. Cerca de 500.000 hectáreas arrasadas entonces. Hoy en torno a 200.000. Si esto se veía venir y si cada uno de nuestros gobiernos se vanagloria de sus flamantes observatorios medioambientales, sus consejos asesores, sus estrategias verdes y toda su parafernalia tecnológica, ¿a qué esperaban?

Tanto más previsible el panorama neroniano de medio país ardiendo, tanto más inexplicable la clamorosa falta de prevención, la carencia de medios, la ausencia de una política eficaz, coordinada y sostenida, por encima del cortoplacismo electoralista que está en la raíz de todos nuestros fuegos.

Un ecologismo mal entendido ha llevado a la sacralización de los bosques, presentados como intangibles, cuando lo que piden es su conservación activa. ¿Cómo? Estableciendo planes de mantenimiento, limpiándolos de madera muerta y de rastrojos, cuidando la masa arbórea, abriendo cortafuegos. Todo eso que venía haciendo la gente del medio rural a la que ya no se le deja vivir de sus montes, y a la que se excluye de esos olímpicos consejos, no vayan a ensuciarles la moqueta.

Sumemos otro dato clave: el 80% de los incendios se deben a la mano del hombre. Puro terrorismo medioambiental. ¿Quién y cómo defiende nuestros bosques de estos canallas? ¿Quién vigila, quién persigue el delito y cuánto le cuesta a quien lo comete? Dicho en otras palabras: ¿Quién recuerda la sentencia del “Prestige”?

De la mancha negra del petróleo hemos pasado a la del fuego. Una Mancha Nacional bien semejante a la que recorrió Don Quijote, entonces marcada por su aridez desértica, hoy por desiertos de cenizas.

Habrá más incendios. Y no faltarán políticos en mangas de camisa ante las cámaras, haciendo lo mejor que saben hacer: darnos las condolencias.

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