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"Pedro I. Un rey castigado por la historia. Cruel para unos, justiciero para otros", de Antonio Montero Alcaide

Almuzara Libros. 2022
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 07 de julio de 2023, 17:16h
Pedro I
Pedro I
Este libro es una biografía necesaria y precisa, sobre uno de los reyes más puestos en entredicho por la historiografía de su época, y un servidor piensa que fue un Rey con sus luces y sus sombras, pero mejor hubiese sido que no hubiese ganado la batalla y el magnicidio, la dinastía del hermanastro Enrique de Trastámara. Me estoy refiriendo al Rey Pedro I de León y de Castilla. Comenzaré indicando, de forma taxativa, y ya de una vez por todas que Pedro I no es titular SÓLO cómo Rey de Castilla, en ninguna circunstancia, sobre todo porque el autor utiliza diversos textos originales en los que están claros los títulos originales del monarca. Mutatis mutandis: Página-368.

E ansí fecha la platica, por todos los susodichos fue acordado que toviesen por Rey de Castilla é de León”, aunque es posible, y utilizaré la ironía historiográfica de la Baja Edad Media, de que el propio soberano no conociese que era, sensu stricto, ANSIMESMO Rey de León. Seguiremos dejando de forma prístina la nunca desaparición del concepto regio legionense, además del castellano, en toda la Historia de las Españas; sobre todo, porque en León se le cualifica, en diversos diplomas y documentos, como: ‘Nuestro Señor Pedro el Justiciero’. «Pedro I de Castilla (y de León) fue un personaje histórico fascinante. Único rey castellano (y leonés) de ese nombre, la singularidad atraviesa buena parte de los años de su convulsa vida y es razón de una extensa historiografía petrista, además de textos y obras literarias. Su infancia estuvo marcada por la desatención que recibió de su padre, el rey Alfonso XI, que prácticamente abandonó a la reina María de Portugal para unirse a la concubina Leonor de Guzmán, con la que tuvo una prole de bastardos. Entre ellos, Enrique de Trastámara, que quitó la vida a Pedro I, en el fratricidio con que termina la guerra civil castellana (y leonesa). Un destacado cortesano, que conoció y participó en los acontecimientos, Pedro López de Ayala, escribió, además del Libro Rimado de Palacio, la crónica del rey don Pedro, con una relevante factura, tanto literaria como histórica, y fuente principal para el conocimiento del reinado. Las páginas de este libro se ocupan de la atractiva vida de Pedro I, con un primer acercamiento explicado por las revelaciones de los estudios de sus restos mortales y las últimas voluntades de su testamento, hecho en 1352. A la crónica de López de Ayala, y al propio cronista, que fue canciller de Castilla (y de León), se presta atención después, para dar paso al análisis del tiempo y del reinado de Pedro I, en la Castilla (y en León) de mediados del siglo XIV con los sucesivos y fallidos matrimonios del rey, además de su cohorte de amigas, así como su descendencia, hecha legítima en algunos casos y bastarda en bastantes otros. Las sanguinarias muertes, atribuidas a la crueldad del rey, explican la realización de un detallado memorial de las mismas. Y el regicidio, justificado como tiranicidio, que llevaría a un cambio de dinastía y, algunos años después, a la institución del Principado de Asturias. Montero Alcaide incorpora a esta magnífica obra transcripciones de indudable valor, con una final colección de apéndices que aporta un valioso conjunto de textos sobre el reinado de un monarca no solo ambivalente, con su opuesta condición justiciera y cruel, sino tocado por una singularidad fascinante».

El Rey Pedro I es un personaje único en la Historia y la historiografía de los Reinos de León y de Castilla; los monarcas se diferencian, entre ellos, por sus cualidades positivas o loables y negativas o censurables, y entonces el soberano debe saber administrar bien la lección aprendida, y saber gobernar, aunque influyan las circunstancias. Sería el cronista y humanista Lucio Marineo Sículo quien, ya en el siglo XV, calificó de ‘CRUEL’ al monarca que hoy me ocupa, dejando prístino cuales eran los vicios del monarca, recibidos por los escritos de sus enemigos contemporáneos, los cuales apoyarían sin fisuras a su enemigo y asesino Enrique de Trastámara; entre ellos se citan a la codicia, la avaricia, la lujuria y la crueldad; se refiere que, tras la muerte del Rey Pedro I de León y de Castilla, se fundaría una cofradía, en Barcelona, llamada Corpus Christi, conformada por todos aquellos a los que el soberano había dado la orden de que les cortasen las manos. No obstante, estos comportamientos eran habituales como castigo por los delitos de Alta Traición, entre diversos monarcas de los reinos hispánicos. Felipe II, por el contrario, se encargaría de restituir el honor de la memoria del Rey Pedro I “el Justiciero o el Cruel”, y en las cartelas de la Sala de los Reyes del Alcázar de Segovia se le cualifica ya como ‘EL JUSTICIERO’. El cronista Gutierre Díaz de Games, en su biografía dedicada al Conde Pero Niño de Buelma dedica un capítulo al monarca Pedro I en el que afirma, de forma taxativa, que: “El Rey Don Pedro fue ome que usaba vivir mucho á su voluntad: mostraba ser muy justiciero; mas tanta era la su justicia, é fecha de tal manera, que tornaba en crueldad”. En el año de 1630, el cronista Pablo Espinosa de los Monteros, en la segunda parte de su ‘HISTORIA Y GRANDEZAS DE LA GRAN CIUDAD DE SEVILLA’ escribe: “Luego que el Rey D. Alonso murió, fue coronado el dicho Infante Don Pedro su hijo, y de la Reyna Doña Maria (vnico deste nombre, y notable en todas sus cosas) siendo de edad de quince años, y siete meses. Fue su vida tan llena de variedad, que se podrá fácilmente averiguar, por sus acciones, qual delos dos nombres de justiciero, ó cruel se le podrá dar”.

Serán, por lo tanto, los cronistas-historiadores los que se encargan de enviarnos los fenotipos de los monarcas hispanos del Alto, Pleno y Bajo Medioevo; quizás la época más rica de la historiografía hispánica, y como medievalista que soy ello me alegra enormemente. El gran canciller Pedro López de Ayala, quien fue fidelísimo cortesano de Pedro I, y luego de Enrique II, cambiando lealtades cuando le interesó, realiza un análisis definitorio sobre cómo deben comportarse los soberanos de León y de Castilla contemporáneos: “Por el rey matar omnes, non llaman justiçiero, /ca sería nombre falso: más propio es carnicero”. La realidad palpable; al margen de tanto concepto inexistente globalmente de Castilla, que seguiremos combatiendo intelectualmente y con la verdad absoluta historiográfica sobre el existente Reino de León; es que el subtítulo visto en la portada, se puede aceptar y, sobre todo, recomendar, sobre la vida y la obra de este soberano, que nació ya condenado a luchar con todas sus fuerzas para no perder vida y trono. “La biografía definitiva del gran monarca víctima de un regicidio sanguinario para justificar el cambio de una dinastía”. Amplia biografía final, precisa sobre este soberano, que considero especial, con sus pros y sus contras, pero que estimo de conocimiento más que obvio. «Venari, lavari, ludere, ridere hoc est vivere».

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