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Winston Churchill
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Winston Churchill (Foto: Modelo gpt-image?1 (OpenAI))

“LA ESGRIMA DE LA IRONÍA”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
sábado 12 de julio de 2025, 12:11h

El Viejo León, Winston Churchill, soporta a duras penas el interminable discurso de su oponente, bosteza, cierra los ojos. El orador se indigna: “Lord Canciller, ¿es absolutamente necesario que se duerma mientras hablo?”. Churchill apenas eleva una ceja: “Al contrario, es absolutamente deliberado”. Misma situación un año después: “¡Winston, otra vez estás dormido!”. Nueva respuesta, ahora sin abrir los ojos: “Oh, my God, ojalá fuera cierto”. Sólo una anécdota más. Lady Astor increpa al lord Canciller: “Winston, si yo fuera tu mujer, te echaría veneno en el té”. Respuesta de Churchill: “Y si tú fueras mi mujer, querida Nancy, yo me lo bebería”.

Valga este preámbulo para situar el tema: la clamorosa ausencia de talento escénico, de ingenio verbal, que afecta a nuestra clase política. No se trata de un tema menor. Como tampoco lo es, en absoluto, el sentido del humor.

El Parlamento, el templo de la palabra, crece con la esgrima de la ironía, cien veces más letal que la retórica del insulto y el hachazo. Verdaderamente, en nuestro Hemiciclo se respira una atmósfera prostibularia, y no sólo a cuenta de las saunas gestionadas por la parentela del presidente. Como diría aquel ilustre italiano, “En Spagna manca finezza”.

¿Y qué marca la “finezza” en el debate? Justo eso, la ironía, la esgrima verbal. Con florete, no a navajazos. Sin necesidad de hacer sangre la risa opera arma política demoledora, arrasa dejando vivo a quien la sufre. Malo, muy malo para nuestro Gobierno que la genere, no tanto por la mordacidad de sus respuestas, sino por sus tartufescas justificaciones.

Dejemos a un lado las cien ocasiones en que Sánchez negó que habría una amnistía, las más sangrantes en vísperas de elecciones -“es anticonstitucional”, “es ilegal”, “está fuera de la realidad”-. Obviemos el sublime “soy feminista porque soy socialista” de Ábalos, o los lapsus de la vicepresidenta Díaz, alguno bien profético, como el que profirió en 2024: “¡Estamos a favor de la corrupción!”.

En vez de un dispositivo de traducción simultánea, la Oposición debería solicitar otro de risas enlatadas para aplaudir estas respuestas, verdaderamente impagables. Está sucediendo con el caos ferroviario, sumado al aeroportuario, sin contar el Gran Apagón. De pronto, este Gobierno que se postulaba como el de la transparencia y los servicios públicos, se abona a la teoría del sabotaje conspiranoico y terraplanista.

Cuanto ganaría, no ya asumiendo responsabilidades, sino admitiendo sus incapacidades. Sin culpar a los elementos, como Felipe II tras la debacle de la Invencible. Como Nerón a los cristianos.

Durante la última cumbre de la ONU en Sevilla, el rey de Suazilandia, Mswati III, exigió un trono en su habitación y un póster suyo, tamaño natural, en el vestíbulo de su hotel. Un gracioso sevillano hizo correr la especie de que quien lo había solicitado era Pedro Sánchez. Estamos a un soplo de que medio país se lo crea, por razones obvias. Y el otro medio, por las presuntas.

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