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Bailar en un pueblo
Bailar en un pueblo

BAILAR EN UN PUEBLO

Por Azucena del Valle
Azucena del Valle nos cuenta en su artículo "Bailar en un pueblo" sus recuerdos de cuando era joven y bailaba al son de la dulzaina y el tamboril en su pueblo abulense. Ahora, las orquestas de pueblo llevan más decibelios que los que utilizan los Rolling Stones en sus conciertos. Pese a eso, se nos han desmelenado la Vani y la Puri y han salido a bailar por todos los pueblos que han podido. Ya no bailan jotas, sino bakalao, que no es la comida típica de Portugal, pero que está igual de apetitosa.

- ¡Qué verano llevamos Puri y cuántos recuerdos de la mocedad!

- Es que no lo hay como los pueblos pequeños llenos de niños gritones asilvestraos y padres permisivos que los sueltan en la plaza como si fuera una guardería enorme para pasar el estío que nos agota desde que despunta el Manolo por el horizonte.

- Por lo menos las noches son agradables y puedes ver las estrellas desde la era…, cordera.

- No empieces Vani, que tú lo que quieres es que hablemos de las fiestas, que por aquí es un no parar y te gusta recorrerlas todas.

- Joder tía, es lo que hay. Cada finde ver las opciones y decidir dónde echas la noche, pero ya no es lo que era.

- Yo me acuerdo de la fiesta del patrón, cuando había dos bailes. El primero hasta las diez de la noche y después de cenar, la iluminaria hasta las tres, que entonces nos recogíamos pronto. Los padres y gorgojos pequeños disfrutaban de la pachanga y tú “ojeabas” el ganao y, si había suerte y feeling, mayormente compenetración entre dos, a la vuelta empezaba el acercamiento y las miraditas a ver si se decidía el elegido.

- Lo malo es que los foráneos, si no tenían quién los invitara al ágape y les crujía el estómago, no aguantaban la espera y se largaban a su casa, léase, a varios kilómetros, para no volver.

- Y tú pensando en lo que podía haber sido si te los hubieras llevado a casa a cenar. Había que esperar a que volvieran el próximo año si no habían pillao antes. O tú.

- Todavía recuerdo aquel año que en el segundo baile, cuando se empezaron a llevar las faldas largas y mi amiga y yo estábamos de buen ver… Ella más alta que yo, por supuesto, pero yo más guapa, un suponer. “Nuevo Amanecer”, la orquesta que contrató el ayuntamiento aquel año, subida al remolque de un tractor como era costumbre para que la concurrencia no se perdiera detalle de los músicos, atacaba con el baile de moda del insufrible Georgie Dann: el Bimbó. Saltabas con ritmo y tocabas cacha con cacha en cada giro…

- Me despeloto Vani, yo te hacía más de jotas barranqueñas que de la canción del verano, que tanto daño ha hecho a las generaciones venideras.

- No desprecies la cultura popular que desinhibe y divierte. ¡No íbamos a bailar con las Danzas húngaras de Brahms!, que me sulibellan, como dice Carlos Mejía Godoy con los perjúmenes mujer. Y sigo, que pierdo el hilo. Seguíamos mi amiga y yo dándonos culetazos y riendo cuando vimos que se acercaban dos tíos buenos y ¡zás! En uno de los giros quedé frente al que no iba a por mí. ¿Destino, casualidad?

- Es el karma y la predestinación, no me jodas. Lo que tenía que ser.

- Así fue Puri, desde entonces no nos separamos en muchos años. Seguimos bailando en las fiestas, aunque cada vez nos gustaba más el agarrao. Él me cantaba a la oreja cuando le decía: regálame el oído, luego nos perdíamos por la era para darnos un achuchón… Fíjate tía, ligamos en la fiesta del patrón, un veinticinco de julio.

- ¡Por eso quieres tú seguir dándole al esqueleto!, ¡por si vuelves a pillar!, pero las cosas han cambiado mucho y ya no hay eras por las que perderse poque se convierten en parking y lugar donde los jóvenes miccionan sin pudor entre los coches, cerca de dónde hacen botellón; la música empieza a sonar después de las doce y los artistas ya no caben en un remolque de tractor. Traen unos escenarios más grandes que el lugar dedicado al público, con gogos esqueléticos/as que se contorsionan con posturas inimaginables, y bafles potentes que te dejan sorda si consigues aguantar una hora. Si no agarras una buena merluza, no consigues llegar al final de la función. ¡Cómo aguantan las criaturas!

- Lo mejor de todo es que a esas horas tan intempestivas, las cámaras de vigilancia ya se han ido a acostar.

- ¿Te refieres a los vecinos que hacen corro para ver quién baila con cuál? Era lo divertido del día siguiente, los comentarios en la plaza tomando el fresco. ¡Ahí se cortaban los mejores trajes porque siempre había mozas que daban que hablar! Según las defensoras de la moral. ¡Como si la culpa fuera de ellas por tener las mismas apetencias que los tíos y querer un buen revolcón! Mi padre, que era muy sabio decía: mientras tengas hijas en la cuna, no llames puta a ninguna

- ¡Menos mal que esa etapa ya pasó! Se divierten, beben y a la vuelta alguno acaba con el coche subido a una lancha -léase piedra más bien plana- sin saber cómo llegó tan arriba. Y si van a mear detrás de una furgoneta, amablemente el dueño espera a que acaben y luego saca las llaves para entrar en ella. ¡Hasta se dan las gracias por la cortesía! Lo malo es si está el dueño dentro porque sus criaturas aún no tienen carnet y tiene que hacer el traslado de la basca hasta que acabe el desenfreno… me han contado que a alguno se le jodió el chorrillo.

- También me han dicho que las más pudorosas, cuando viene alguien y están a la mitad de la evacuación se suben, con las prisas, el pantalón antes que las bragas.

- ¡Me parto, Mari Parto! ¡Qué suerte la nuestra de tener pueblo y acumular tantas vivencias y buenos recuerdos! ¡Vamos a echar un vistazo a los programas, porque todavía queda verano y los pueblos que se precien cierran a lo grande! Aunque luego no tengan para contratar barrenderos durante el invierno.

- Tía, ¡que viene Panorama a Peñaranda! ¡Y tú lo disfrutaste en la Villa del Marqués! ¡Menudos meneos te diste!, Vani, que casi te dislocas, aunque un poco loca siempre has estado.

- Y que lo digas Puri; aunque soy más de París de Noia no voy a hacer ascos a esta orquesta gallega que mola un egg.

- ¡Que vienen las dos!

- ¡Ahí me has dao, tía,! ¡Ahí me has dao! Vamos a por los pantalones cortos y la camiseta crop tee para enseñar el ombligo y ¡a disfrutar!

- ¡Cien por cien, Vani, cien por cien!

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