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Diego Sánchez Aguilar
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Diego Sánchez Aguilar

Entrevista a Diego Sánchez Aguilar: "Las experiencias de ansiedad, miedo, esperanza, lucha, fracaso, amor y desesperación son comunes a casi todo el mundo"

Autor de "Los que escuchan"
sábado 30 de diciembre de 2023, 12:11h

Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) es Doctor en Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura. Ha publicado los Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, que obtuvo el Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España en 2016, y la novela Factbook. El libro de los hechos (Candaya 2019). Como poeta ha publicado Diario de las bestias blancas (Premio Internacional del Poesía Dionisia García, 2008), Las célebres órdenes de la noche (2016) y La cadena del frío (2020). Acaba de publicar su segunda novela "Los que escuchan" en Editorial Candaya.

Los que escuchan
Los que escuchan
"Los que escuchan" es una novela sobre distintos tipos de ansiedad. De tipo laboral: la necesidad de ser continuamente mejor; hay una ecoansiedad que sufren el continuo bombardeo de noticias sobre el cambio climático, el agotamiento de recursos naturales; y hay una ansiedad ética: la de no saber cómo actuar ante un mundo que parece encaminarse hacia un colapso económico, social y medioambiental. En la entrevista, nos da las claves de su nueva novela.

“Los que escuchan” mezcla psicología, sociología, drama familiar y distopía: ¿cómo se le ocurrió mezclar géneros tan diferentes, y cuál de ellos fue el detonante para escribir la novela?

Los que escuchan” es mi intento de hacer una “novela total”. Quería mostrar un retrato global y complejo del presente de nuestra sociedad, donde convivieran lo personal y lo político, lo íntimo y lo histórico, lo humorístico y lo emocional. Tal vez el modelo más cercano sea “La broma infinita” de David Foster Wallace.

Los personajes tienen problemas psicológicos y luchan por salir a flote (dos hermanas que no se quieren, una de ellas adicta al trabajo y la otra acomplejada y con un hijo con rasgos autistas y depresivos): ¿se basan en personas reales, o en experiencias vividas por usted mismo, y en qué medida?

No se basan en personas con nombre y apellido. Como suele suceder cuando se escribe ficción, cada uno de los personajes es una transformación literaria que surge de la observación. Yo miro a mi alrededor, y veo personajes como los de la novela. Y miro dentro de mí, y me reconozco en todos ellos, por diferentes que sean. Las experiencias de ansiedad, miedo, esperanza, lucha, fracaso, amor y desesperación son comunes a casi todo el mundo.

Además de sus propios problemas, los personajes parecen vivir dentro de una burbuja de miedo y desconfianza que los aísla de sus familiares, sus amigos y sus colegas, donde ninguno escucha los gritos de socorro del otro: ¿es sintomático de nuestra sociedad, donde nos volcamos en las redes, la realidad virtual y las fantasías para evadirnos de la realidad que no nos satisface?

Esa es mi percepción, sí. Me parece que vivimos en la era del individualismo y en la de la ideología del éxito. Se nos empuja desde todas partes a ser “triunfadores”, a competir con los demás, y eso tiene dos consecuencias que sufren los personajes de la novela: por un lado, mostrarse débil puede ser considerado como un “fracaso”, por lo que la imagen de éxito queda arruinada; por otro lado, intentar alternativas colectivas se considera algo inútil, ingenuo, poco “realista”.

La novela es pesimista: hasta los personajes que encarnan el futuro y el deseo de una vida más justa e igualitaria, los jóvenes antisistema de „Rebelión o Extinción”, se presentan como desnortados, ingenuos y condenados a fracasar, y la niñita ciega que es su ídolo, Sonja (trasunto de Greta Thunberg) se lleva un buen repaso. ¿Cómo ve ese movimiento y a sus jóvenes mascarones de proa; siguen teniendo valía, o los ha asimilado el sistema y ya solo tienen valor de coartada?

Mi opinión personal sobre esos movimientos no es relevante para el lector. Como autor, intento desaparecer en la novela, no dar lecciones, dejar que el lector se posicione frente al mundo que muestro. Por supuesto, yo veo la importancia que esos movimientos tienen frente a la crisis climática, pero también la forma en que se intentan anular tanto a través de la criminalización, la parodia o la asimilación mercantilista. La novela, con su mezcla de tonos y perspectivas, intenta reflejar esas contradicciones a las que nos empuja la ideología dominante en la que estamos inmersos, queramos o no.

“Miedo a vivir plenamente el presente y terror a afrontar al futuro” es como se podría caracterizar la actitud de los personajes: ¿esa sensación de temor existencial se basa en sus observaciones de la situación real, en España o en el mundo?

Hay una frase de Frederic Jameson que está en el origen conceptual de la novela: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Eso es un planteamiento teórico, pero a mí me afecta de una forma personal y emocional. Y, mirando a mi alrededor, veo también el impacto profundo de esa falta de un horizonte de esperanza y de utopía. Creo que la utopía es necesaria para dar sentido al presente, para sentir que lo que hacemos tiene un sentido más allá del beneficio inmediato e individualista. Yo vivo en Londres desde hace cuatro años, por lo que no me parece algo exclusivo de España. Por eso la novela no está ambientada en una localización concreta, sino en una ciudad anónima de Occidente.

Ese ruido de fondo incomprensible y amenazador que invade la mente de los personajes día y noche hasta casi impedirles hacer una vida normal, ¿es un símbolo de la invasión de la intimidad que caracteriza la época actual, o refleja la confusión y el caos mental de cada uno cuando ya no lo puede controlar, o es algo que usted, o personas a las que conoce, han experimentado de verdad?

Ese ruido de fondo es algo que existe realmente y hay testimonios de miles de personas que lo escuchan. Pero no me interesaba lo real de ese ruido para la novela, sino su dimensión poética y, por lo tanto, simbólica. El ruido que los personajes escuchan no remite a nada que conozcan, no pueden unir ese ruido con un origen concreto, una imagen o una palabra. Y es ese espacio de algo sin nombre, sin imagen, que está ahí pero que supera nuestra razón y nuestro lenguaje, lo que me interesaba literariamente. Para cada lector, como para cada personaje, ese ruido puede significar algo diferente.

Angustia, depresión, suicidio, alcoholismo, hipersensibilidad, insonmio, trastornos obsesivo-compulsivos, enajenación: ese es el ambiente terrorífico del presente según su novela. ¿Hacia dónde vamos, qué más puede esperarnos?

Además de todos esos trastornos que mencionas, también hay en la novela amor, ternura y esperanza. El amor de Asunción por su hijo, el de Esperanza por su madre agonizante, la esperanza y la lucha altruista de los activistas por un futuro mejor… Hay todo un retrato de ansiedades que veo a mi alrededor (la ecoansiedad, la ansiedad laboral, la ansiedad por alcanzar el éxito, por no quedar atrás, por no perder en esa competición infinita que parece ser la vida contemporánea), pero también hay una llamada al amor, y a la esperanza, aunque sea de una forma oscura.

"Como escritor, muestro lo que veo, planteo preguntas"

Para sobreponerse a ese miedo vital, cada personaje reacciona de un modo diferente: uno cuenta obsesivamente sus propios pasos, otro se refugia en el trabajo, otro busca la raíz del problema en sus traumas del pasado: ¿qué solución propone usted?

Yo no propongo soluciones. Como escritor, muestro lo que veo, planteo preguntas. Lo que me mueve a escribir es aquello que no entiendo bien, que no sé cómo afrontar racionalmente. Esa sensación de ausencia de futuro me angustiaba y por eso me decidí a escribir esta novela: para observarla desde fuera. Si tuviera la solución, habría escrito algo completamente diferente, tal vez un ensayo o un libro de autoayuda, que sería lo opuesto a esta novela. Lo que sí espero es que cada lector se haga preguntas, que se mire a sí mismo y a su mundo a través del reflejo de los personajes. Y que cada uno llegue a sus propias soluciones.

La ideología de nuestro momento histórico no nos permite pensar más allá de un presente infinito

La novela se titula “Los que escuchan”, pero el verdadero misterio es, en realidad, “lo que escuchan”, algo inexplicable, omnipresente y desequilibrante, un mensaje cifrado de origen invisible e intención enigmática, como las enseñanzas de Pitágoras: ¿podría ser también la puerta a otra dimensión personal, un rito de paso en la evolución de cada uno, es decir, algo catártico y al final positivo?

Esa me parece una lectura muy interesante. Puesto que el lenguaje y la ideología de nuestro momento histórico no nos permite pensar más allá de un presente infinito, marcado por la ansiedad y la inminencia de algo que está siempre a punto de suceder, tal vez haya que cambiar el lenguaje, esperar en silencio a que un nuevo lenguaje nos permita mirar el mundo de otra manera. La catarsis siempre culmina en un silencio, tras el que puede nacer algo nuevo. Como dice el personaje de Ulises, citando a Hölderlin: “Donde hay peligro, crece lo que salva”.

Usted pertenece a una generación que otros han clasificado como “X”, a caballo entre los “boomers” que fueron a la Luna e iniciaron revoluciones y el famoso ’68, y los “milénicos” que reivindican su deber de detener la destrucción de la Tierra y se enfrentan con retos titánicos como la IA, la crisis energética y de recursos en general, las migraciones masivas, las pandemias, etcétera. Pero los “X”, también conocidos como “los niños-llave, los hijos del divorcio, el “grunge” y el “hip-hop”, no parecen caracterizarse de manera especial: ¿se debe en parte a eso la sensación de desarraigo y alienación que desprende su novela?

Yo nací en 1974. En España, coincide con la muerte de Franco y con la llegada de la democracia. Pero a nivel “occidental”, la década de los setenta es la del fin de la utopía. El mayo del 68 ha muerto y empieza a ser parodiado. Los hippies ( y su utopía de paz y amor) son también una caricatura en la educación emocional y cultural de quienes crecimos primero con el punk y luego con el grunge. Desde el punto de vista económico e ideológico, la de los setenta es la década de Margaret Thatcher y de Reagan, el nacimiento del neoliberalismo más salvaje (“No existe la sociedad, solo existen los individuos y sus familias”, sentenció la líder británica, dando origen al “no future” punk), de la desregulación de los mercados y del auge del “yuppie” que ensalzaba la imagen del éxito a toda costa (entendiendo “éxito” por dinero sin ética). Desde luego, mi generación creció en un ambiente cultural e ideológico en el que lo colectivo no tenía lugar. No creo que eso haya mejorado; al contrario.

Con una novela tan feroz, crítica y nihilista que desmonta el mito de “nunca hemos vivido mejor que ahora, más felices y con más seguridad y bienestar”, ¿cuál es el mensaje principal que deben llevarse sus lectores más jóvenes? ¿Hay esperanza, y reside en ellos, en lo que son, en su preparación y en su actitud?

La novela abre una puerta a la esperanza. Lo que pueda tener de terrible el retrato del presente puede ser leído, imagino, por algunos lectores, como una llamada de auxilio. Yo creo que hay esperanza, desde luego. Ese fue el origen de la escritura de “Los que escuchan”, encontrar una puerta a la esperanza.

¿Cuál es su siguiente proyecto? ¿Volveremos al universo de los “acusmáticos”?

No creo que vuelva al universo de esta novela, que ya considero un mundo cerrado. También es un proyecto que me ha dejado completamente exhausto, literaria y emocionalmente. Trabajo ahora en un libro de poesía y en varios proyectos narrativos y ensayísticos.

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