El escritor, afincado en París, Sylvain Prudhomme, acaba de publicar su último libro en AdN Editorial (Grupo Anaya, S.A.), "El niño del taxi". Tuvimos la oportunidad de charlar con Prudhomme en un hotel céntrico de Madrid, y el autor compartió con nosotros detalles sobre la trama y los personajes de su nueva novela, explicando cómo ha sido su proceso creativo. "El niño del taxi", que explora temas de identidad, pertenencia y la complejidad de las relaciones humanas, se sitúa en un entorno urbano vibrante, donde el taxi se convierte en un símbolo de conexión y desplazamiento. En "El niño del taxi", Prudhomme nos presenta a un elenco de personajes entrañables y complejos, cada uno con sus propias historias y luchas. La narrativa se desarrolla a través de los ojos de un niño que, a través de sus experiencias, comienza a comprender el mundo que lo rodea. La obra se caracteriza por su prosa poética y evocadora, que invita al lector a reflexionar sobre su propia vida y las interacciones cotidianas que, a menudo, se pasan por alto. El autor, conocido por su habilidad para capturar la esencia de la vida moderna, ha logrado crear una obra que no solo entretiene, sino que también provoca una profunda introspección. "El niño del taxi" es un testimonio del talento de Prudhomme para abordar temas universales a través de historias íntimas y personales. El título de la obra, basada en un suceso real, se plasma con fuerza en un capítulo, explica el autor, soledad, sufrimiento y coraje: Porque es un momento en el que ese niño desafía el destino. Va al encuentro de su padre buscando un signo de reconocimiento por parte de él. Y hace un trayecto desde Alemania en taxi hasta el sur de Francia. Y creo que a través de esta escena vemos toda la soledad de este niño, el destino tan difícil que ha tenido, pero al mismo tiempo se ve toda su fuerza, todo su coraje. Entiende la carretera casi como una metáfora de la vida, ponerte en manos del destino y encontrar personas que harán la ruta con nosotros hasta que los caminos se separen. Porque podemos elegir, ir hacia la izquierda o hacia la derecha y esas situaciones te revuelven, te desestabilizan. Y aprendes. Como nuestro protagonista. Tomar la ruta es adoptar un papel activo en busca de ti mismo, afirma el autor francés. Apoderarse del destino. Conducir sería una metáfora de la vida. Para mí lo esencial es que haya un rumbo. El hecho de tener un rumbo permite aclarar las cosas, confiere cierta luminosidad. De hecho, Simón, en un momento dado, en el libro, se lo dice a sus hijos, que es como los perros, que necesitan un hueso que roer. Y creo que esto te permite maniobrar. Hablamos de los momentos de dudas del protagonista, y continúa Sylvain: Para mí son momentos muy importantes, son indispensables. Piensa en una canción de la compositora francesa Anne Silvestre, Les gens qui doutent, la gente que duda. No me gustan nada las ideas que simplifican demasiado, que dan una solución demasiado firme sobre las cosas. La novela se centra en algo que ocurrió al finalizar la segunda Guerra Mundial, nació un niño fruto de una relación de amor, dolorosa, entre una alemana y un aliado francés, una historia que, al igual que el protagonista del libro, el escritor conoció al morir su abuelo. Una historia de amor en unas circunstancias muy difíciles. La gente estaba agotada de la guerra. Era después del armisticio, en un momento en que la vida empieza a renacer, en que el deseo vuelve y empieza a imponerse frente a todas las prohibiciones que se conocían antes. En cualquier caso, él tampoco lo asumió. Destaca los cientos de niños bastardos que nacieron en esa época: Compartieron la condición de ser hijos del enemigo. Y lo cierto es que ha sido muy doloroso. Son niños muy, muy duros, rechazados no solo por la generación de los hombres de la generación de la madre, sino también por la generación de los abuelos. Porque la guerra no es sólo la de los hombres alemanes que lucharon entre 1939-1945. Los abuelos lo hicieron entre 1914-1918. Hay dos generaciones de hombres para los que el francés o el alemán son el enemigo absoluto. Por todo ello, las madres y los niños vivieron situaciones muy, muy dolorosas. Hay muchos niños que se vieron en esa situación en un contexto de ocupación o en un contexto de mezcla de dos culturas. Evidentemente, se dan muchísimos casos. Hay casos en los que fueron fruto de una relación de amor. En otros fueron un abuso. En otros fueron historias muy duras. Y M., ese niño que viene a Francia a buscar a su padre, forma parte de una familia numerosa de niños que eran los hijos del enemigo. Niños no queridos. Niños bastardos. En “El niño del taxi”, los personajes tienen nombre. Excepto dos, la exmujer del narrador y el niño alemán. La respuesta de Prudhomme no se hace esperar: M. está basado en un niño real, que fue un niño oculto de mi abuelo. Y, por un lado, no quería desvelar su nombre porque me parecía algo un tanto impúdico, pero al mismo tiempo no quería darle un falso nombre porque me parecía que era como el equivalente de hacerle una segunda violencia. Así que decidí quedarme con la primera letra que me parecía que correspondía mucho a su situación, a su forma de existir dentro de esa familia. Hay una esquinita que está muy poquito presente, pero es como un punto de fuga. Y la verdadera inicial del niño real es W, pero en literatura francesa W es una inicial que tiene mucha historia. Hay un libro de Georges Perec maravilloso que se llama W o Recuerdos de la infancia. Así que decidí darle un giro a la W y transformarla en una M que además se corresponde con el inicio del nombre de su padre; nombre que hubiera tenido que recibir si lo hubieran reconocido. Y M también en francés suena a M, de amar, de amor, y me parece que es un poco lo que le ha faltado a este niño. En cuanto a la expareja del narrador, está presente en mis libros anteriores, suele ser la compañera del narrador y me pareció que estaba bien seguir manteniendo este personaje. También me parecía que era como si Simón partiese de A para ir hacia M, como una especie de trayecto. Es el nieto de Malusci el que intenta buscar a ese niño oculto entre los secretos de la familia, tal vez porque existe la distancia suficiente que le permite ver más cosas que al hijo, que está atrapado en todos los afectos; esa distancia permite una mayor libertad, un mayor juego, una mayor invención. Me parece que cuando un abuelo muere o una persona en general muere, te ofrece una posibilidad de ver mejor su vida en conjunto, afirma el escritor. "La vida es una fuente de insatisfacción porque hay que renunciar a muchas cosas"Me gustaría vivir en un mundo donde las cosas pudieran decirse cara a cara, donde se pudiese afrontar la verdad. Donde cada uno de nosotros fuese lo suficientemente libre y fuerte para acoger la libertad de los seres que nos rodean. Preguntamos por ese mundo en el que se pudiera decir siempre la verdad: Nos costaría vivir en él, pero yo lo intentaría unos días, unos pocos días. En cualquier caso, creo que precisamente es la literatura, el teatro, los que permiten ofrecer este espacio en el que pueda haber una exigencia de verdad, en el que se trate de poner unas palabras a los sentimientos. Es el objetivo de la literatura. La vida, en general, es una fuente de insatisfacción porque hay que renunciar a muchas cosas, hay muchas cosas que no se pueden decir, muchas cosas que no se pueden hacer porque tendrían consecuencias demasiado importantes, y la literatura ofrece este espacio en el que todo es posible, en el que la exploración sobre una situación se puede llevar a donde uno quiera, es un terreno de libertad. Confiesa Sylvain sus pensamientos mientras escribía el libro: Me cuestionaba mucho por qué toda esa vergüenza, porque realmente el niño fue concebido antes de conocer a la abuela Inma, aparte, fue fruto de una historia de amor. Entonces sí que pensé que quizá la vergüenza de la familia residía no ya tanto en el hecho de haber tenido un niño, sino en el hecho de saber que nadie lo había reconocido y se había ocupado de él.
Toda la trama pivota y se construye en torno a cuatro escenas centrales, afirma: La escena del enterramiento, la escena en la que Inma, la abuela, grita muy fuerte a Simón, la escena del taxi, y la escena en la que se entiende que Maluski y su hijo se vieron justo antes de la muerte… Entonces, para mí, todo el libro está construido para contar esas escenas. Veo el libro compuesto de cuatro grandes núcleos. Para mí, el objetivo es contarlas y darles todo. Me parece que todo el movimiento de la escritura es para imprimir la mayor fuerza posible. Y luego están los momentos entre estas escenas clave que sirven para preparar la emoción. Yo los llamaría momentos de baja intensidad. Continúa con el final de la novela: La vida real nos sorprende, como se ve sorprendido Simón en el libro. Cuando uno trata de representarse las piezas que faltan en nuestra historia familiar, de repente, cuando uno se entera, vemos que la verdad no tenía nada que ver con lo que uno se había imaginado. Con "El niño del taxi", Sylvain Prudhomme reafirma su lugar como uno de los escritores más destacados de su generación. Su capacidad para conectar con los lectores a través de historias profundamente humanas y conmovedoras es, sin duda, lo que lo distingue en el panorama literario actual. Para finalizar, nos adelanta que recientemente ha escrito un libro que se llama “Coyote”, en el que también hay coches de por medio. Se trata de un viaje a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, del Pacífico al Atlántico y él habla un poquito dentro del libro, pero he tratado de darle la mayor cabida posible a la narración de los conductores. 30 en total. ¡Esperamos tenerlo pronto también en España! Puedes comprar el libro en:
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