La reina Berenguela de León fue hija de Alfonso VIII de Castilla “el de Las Navas de Tolosa” y Leonor Plantagenet de Castilla. Por lo tanto, poseía una genética preclara, ya que sus abuelos lo serían los reyes Enrique II Plantagenet de Inglaterra y Leonor de Aquitania, y Sancho III “el Deseado” de Castilla y Blanca Garcés de Navarra. Con esta panoplia no es complicado colegir su preeminencia, que se incrementa con su matrimonio con el conspicuo rey Alfonso IX “el de las Cortes o el Legislador” de León, que era su tío, motivo por el cual el papa Inocencio III disolvió dicho enlace marital consanguíneo. En la página-9 escribir la palabra política castellano-leonesa es un disparate, ya que nunca existió ese conjunto unido en el Medioevo. No obstante, seguiremos luchando desde la rigurosa historiografía leonesista para seguir desfaciendo entuertos. Su primogénito sería rey de Castilla y de León con el nombre, calificativo y orden de Fernando III “el Santo”.
Sí es verdad que hasta ahora se consideraba falsamente (Miguel Ángel Martín Mas ha demostrado ya su leonesidad) su tendencia castellana como la más coherente, y así trato de entronizar a su hijo en el trono de León, orillando el testamente de su esposo, que dejaba el reino a sus hijas Sancha y Dulce, habidas con Teresa de Portugal, infantas leonesas que renunciaron a sus derechos al trono por cuestiones militares y económicas, ya en la Concordia de Benavente. Su hermana menor, Blanca de Castilla sería matrimoniada con el rey Luis VIII de Francia, y el matrimonio alumbraría al rey Luis IX “el Santo” de Francia. La Primera Crónica General nos la cualifica: “Era espejo de Castilla y de León y de toda España, por cuyo juicio se guiaban muchos reinos, y aventajó con mucho a cuantas en su tiempo gobernaron reinos”. La Crónica de Veinte Reyes vuelve a definir a la soberana de León: “Era mujer muy sensata, muy buena, y muy comedida y muy cumplida de todos los bienes, y todos la estimaban, y por su entendimiento se guiaban”. El desideratum del error e inexplicable, se produce en la página-10, cuando se indica a Urraca I de León (1109-1126) como reina de Castilla y León a título propio, parece ser que el autor desconoce la titulación de la Primera Reina Titular de Europa como reina de León, con una inexistente Castilla tal cual, y existiendo diversos condados pertenecientes al Reino de León. Mutatis Mutandis: Ego, Urraka Gratia Dei Legionis Imperatrix et Tota Yspanie Regina. Berenguela sí que asistió al nacimiento, no de las universidades, sino de los Estudios Generales de Castilla en Palencia, y de León en Salamanca.
No existió la más mínima unidad política, guste o no al autor legionense, ya que las cortes de los reinos de León y de Castilla se reúnen por separado casi hasta Pedro I “el Justiciero” de León y de Castilla, existiendo alguna mención de ello en el reinado de Enrique III “el Doliente” de Castilla y de León. Aunque no niego, en ninguna circunstancia, que los procuradores elegidos por las ciudades estuviesen a favor de legislar geográficamente en la misma ciudad, pero no juntos. Es una pena que esta obra de gran tamaño no sea definitivamente paradigmática. Página-15 cita a don Sancho II de Castilla (1038-1072), quien tras la equívoca derrota de Alfonso VI de León en la batalla de Golpejara, entra en la caput regni legionense, y se corona a sí mismo en la Catedral de León, el 12 de enero de 1072, y a partir de ese momento signa solo como monarca de León, que es lo que él deseaba. Existe un diploma del monarca de Castilla que indica: “Imperante el príncipe Sancho en Burgos, y mi hermano el emperador Alfonso en León”. Página-14: Se manifiesta que el Infantazgo, estructura que no entiende lo que es, nació primero en Galicia, Asturias como en Castilla, antes que en León. Como es posible otro análisis tan equivocado, como no se comprende que los infantes eran los hijos de los reyes, y estos subrayaban al único reino imperial, que lo era el Regnum Imperium Legionensis; y recibían título y territorios.
«Esta biografía ofrece una visión sorprendente de la sociedad peninsular del siglo III. Berenguela tuvo la suerte de nacer y vivir en la gran encrucijada de la historia peninsular de la Edad Media: el periodo central del siglo en el que se formaron los grandes centros del poder cristiano, desapareció casi completamente el enemigo musulmán que durante cinco siglos había sido la pesadilla de la Cristiandad y se produjo en toda Europa un renacimiento artístico y cultural como no se conocía desde la caída del Imperio romano. El “renacimiento del siglo XII” tendrá en la Península un desarrollo posterior que alcanzará su máxima expresión con el surgimiento del humanismo vernáculo, representado por la obra de su nieto predilecto, Alfonso X. La figura de Berenguela atrae como un imán a quien se acerca porque, en una época dominada por la fuerza y la violencia de la guerra, consiguió unir Castilla y León y apaciguar los enfrentamientos con Navarra, Portugal y Aragón mediante pactos y negociaciones diplomáticas, sin derramamiento de sangre. Una de las mayores aportaciones de esta biografía al conocimiento de Berenguela es el estudio del poder personal que poseyó, primero, como regente del reino de Castilla, y después, como correinante con su hijo Fernando III. Cuando se habla de poder femenino, obviamente no se refiere al manejo de las armas, ni a las violentas tácticas empleadas -por ejemplo- por doña Urraca para controlar a la nobleza, sino a otro tipo de poder, consistente en una extraordinaria habilidad personal , compuesta por “inteligencia”, “agudeza”, “tacto”, “perspicacia” y sobre todo “prudencia”, virtudes racionales que adornaron a Berenguela, no solo en su comportamiento personal (curialitas), sino también en la negociación de complicados acuerdos y treguas, en la gestión de las propiedades familiares y, sobre todo, en el gobierno y organización del Estado. Si la biografía de Alfonso X el Sabio, aparecida en esta misma colección hace algunos años, recibió el elogio de la crítica y mereció el Premio Internacional al mejor ensayo sobre Lengua, Literatura y Estudios Culturales de la prestigiosa revista La Corónica, la que ahora presenta sobre Berenguela “la Grande” muestra las mismas virtudes y representa un exhaustivo intento de recuperación de una de las figuras más atractivas de la Edad Media peninsular». La reina de León recibió, el calificativo de Dilectae et diligendae uxori. Interesa conocer esta obra, a pesar de sus infidelidades históricas sofísticas, e incorregibles. «Honorum populi finis est consulatus. ET. Panem et circenses».
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