De las llanuras de la Mancha de su último libro al Lejano Oriente. ¿Cómo ha ocurrido, cómo ha nacido La puerta de las maravillas?
Siempre he sentido un interés muy fuerte por el denominado mundo oriental. La antigüedad de sus civilizaciones, su tradición y sobre todo su sabiduría ancestral. Acercarme allí ha sido una consecuencia natural. Las interpretaciones chinas y japonesas sobre don Quijote acabaron poniéndome sobre la pista al terminar mi libro anterior. Este mundo tiene mucho que decirnos, es origina, fértil, fecundo y vivo. No debemos catalogarlo como exótico o marginal, todo lo contrario, debe tener una presencia central.
¿Quién es el personaje Yi Tal, su protagonista? ¿Estamos ante un relato de novela histórica?
Hubo un Yi Tal coreano, sabio vagabundo y poeta del que tomé muchas ideas. Mi protagonista se llama igual, pero cruza (él o personajes análogos, posibles reencarnaciones suyas) parajes que igualmente podrían estar en la península coreana, en Japón, China o Vietnam. Cuenta fundamentalmente la vida como peregrinación, como búsqueda de una sabiduría que, en gran medida, llevamos dentro pero que también la encontramos en los demás, en el arte, en los viajes, o en los episodios inquietantes, como los sueños o los acontecimientos misteriosos o sobrenaturales.
¿Es un libro para ayudar a crecer interiormente?
Supongo que si un libro no ayuda a crecer interiormente no es un buen libro. En ese sentido, mi respuesta obligada es un categórico “sí”. Este libro pretende ayudar a vivir la vida de un modo armonioso entre los seres humanos, incluso en los momentos de peor discordia, pero a a la vez persigue hacernos conscientes de nuestra relación con la naturaleza y con todo el ser.
¿Este es un libro orientalista, budista o zen?
No en un sentido demasiado estricto. La historia, atemporal, está enmarcada en el ámbito de influencia de la civilización sínica. Es evidente que hay menciones al confucionismo, taoísmo y budismo, universo en el que viven los personajes. Hay alusiones entreveradas, directas e indirectas, citadas o simplemente sugeridas y semiescondidas, a los clásicos orientales, muchos de ellos coreanos, como coreano es mi personaje Yi Tal. Aparecen nombres reales, enmarcados en la historia del Lejano Oriente, muchos de ellos de personajes literarios, otros de escritores o artistas. Estas personas existieron, pero las hago aparecer en escena junto a personajes inventados, en épocas y situaciones variopintas. Pero esto no exige un esfuerzo previo, una condición previa a los lectores. Muy al contrario, se puede entender como un acto de invitación a caminar por un sendero de comprensión, reflexión, introspección y conocimiento personal.
En su obra hay una presencia constante de la memoria y una preocupación por el tiempo que transcurre. ¿Lo encontraremos aquí también?
De una manera muy distinta, diría yo. En el universo de historias variopintas que se congregan en torno a La puerta de las maravillas el tiempo ha dejado de ser un factor disolvente, dramático o preocupante. Está perfectamente aceptado, es parte integrante de la vida, de ahí las numerosas ocasiones en que la continuidad espacial y temporal importante bien poco, con historias relacionadas entre sí pero no diacrónicas. De igual manera ocurre con la memoria, que se rinde ante el vacío, que acepta su finitud y contempla sin dramatismo, con serenidad, las consecuencias de su disolución. En este sentido es un libro optimista que promueve la aceptación valiente de aquello que no puede cambiarse sin que tengamos que rendirnos.
¿Es un libro para todos?
Quiero pensar que sí, es un libro para el bien, para la armonía y entendimiento de todos con todos. Es un libro que ama la libertad, advierte contra el poder desmedido de las instituciones y del Estado, reflexiona sobre la influencia desmedida de la tecnología (aunque me sirva de un lenguaje simbólico o mítico). Es un libro para todos, quiere ser elegante, agradable en su estilo, pero también advierte y nos pone en guardia.
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