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Pierre Ronsard
Pierre Ronsard

Pierre Ronsard: El Príncipe de los Poetas y su legado en la Oda a Casandra

Llamado «el príncipe de los poetas y poeta de los príncipes» («Prince des poètes et poète des princes») de Francia, Pierre Ronsard fue el miembro más representativo del grupo poético del Renacimiento francés conocido con el nombre de La Pléyade.

Pierre Ronsard: Sonetos para Elena. Barcelona, Editorial Planeta, 1987. Introducción, traducción y notas de Carlos Pujol.
Pierre Ronsard: Sonetos para Elena. Barcelona, Editorial Planeta, 1987. Introducción, traducción y notas de Carlos Pujol.

Mignonne, allons voir si la rose

Qui ce matin avait déclose

Sa robe de pourpre au Soleil,

A point perdu cette vêsprée*

Les plis de sa robe pourprée,

Et son teint au vôtre pareil.

Las! Voyez comme en peu d’espace,

Mignonne, elle a dessus la place

Las!, las!, ses beautés laissé choir.

¡Ô vraiment marâtre Nature,

Puis qu’une telle fleur ne dure

Que du matin jusques** au soir!

Donc, si vous me croyez, mignonne,

Tandis que vôtre âge fleuronne

En sa plus verte nouveauté,

CUEILLEZ, CUEILLEZ vôtre jeunesse:

Comme à cette fleur, la vieillesse

Fera ternir vôtre beauté

Pierre de Ronsard, Les Amours, «Ode à Cassandre».
Edition de H. et C. Weber, Garnier, Paris, 1985.

* Antigua ortografía de vêprée.

** Forma antigua de jusqu'au.

Lectura analítica de la «Oda a Casandra» (texto en francés):

https://megapalpus.wordpress.com/textes/sequence-3-la-poesie-amoureuse-de-lamour-a-la-mort/ode-a-cassandre-pierre-de-ronsard-15521553/ode-a-cassandre-lecture-analytique/

Adaptación al castellano de la «Oda a Casandra», en versión de Carlos López Narváez:

Vamos, Linda, a ver si la rosa

que abrió su pecho, esplendorosa,

a los primeros ímpetus del sol,

altiva, esbelta, iridescente,

bajo la lumbre atardecente

copia aún de tu faz el arrebol.

¡Ah! Mira con cuanta presteza

sobre la tierra su belleza

hoja por hoja descendió…

Fiera madrastra la Natura,

la flor en ella solo dura

el tiempo que la luz la acarició.

Si pues mi amor tu fe merece,

en tanto que tu edad florece

en su más bella y fresca novedad,

recoge de la primavera tu flor…

Ya ves: locura fuera

esperar que se mustie su beldad.

Tal vez la «Oda a Casandra», de Ronsard, sea uno de los más famosos de la lengua francesa. Su origen se encuentra en un hecho autobiográfico: en abril de 1545, en una fiesta en la corte, Ronsard conoció a Casandra Salviati, hija de un banquero italiano. Ronsard tenía 20 años y Casandra 13; y ella se convertiría en su musa. El poema se publicó en 1552/53 en la colección Odas*, y le ofreció a Ronsard la ocasión de afrontar un tema recurrente, el del *Carpe diem*, tan apreciado por los poetas de La Pléyade. Está dividida en tres estrofas de igual extensión, compuesta por versos octosílabos.

En los “Sonnets pour Hélène” (1578), el “Carpe diem” asoma en el que comienza con el verso “Quand vous serez bien vieille, au soir à la chandelle,” (Cuando seas muy anciana, al anochecer a la luz de las velas”). Y este es el segundo terceto: “Regrettant mon amour et votre fier dédain. / Vivez, si m’en croyez, n’attendez à demain: / CUEILLEZ dès aujourd’hui les roses de la vie.” (Lamento mi amor y tu orgulloso desdén. / Vive, si me crees, no esperes hasta mañana: / Recoge las rosas de la vida hoy”).

Vinculemos ahora a Ronsard con Antonio Machado; y para ello hemos de acudir a su “Retrato”, escrito en serventesios alejandrinos; un poema que, aunque escrito en 1907, encabeza la edición de Campos de Castilla (1912). Este es el cuarto serventesio:

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

mas no amo los afeites de la actual cosmética,

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Hasta 1907, las composiciones de Antonio Machado se habían inscrito en la línea del Simbolismo francés (representado por Paul Verlaine), y del Modernismo (que preconizaba Rubén Darío). Sin embargo, en su primer viaje a París -junio de 1899- se dejó influenciar por esa “moderna estéticaque representaba el escritor renacentista Pierre de Ronsard, con su esteticismo, primacía de la forma, sentido aristocrático... (“corté las viejas rosas del huerto de Ronsard”); y, aunque de vuelta a España, en octubre de ese mismo año, incrementa sus contactos con lo más granado del Modernismo (Francisco Villaespesa, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez…), en el segundo viaje a París -entre abril y agosto de 1902- desdeña -por su exquisitez, por su carácter excesivamente sensorial, por sus sonoridades estridentes- “los afeites de la actual cosmética”, y se aparta del “nuevo gay-trinar”, propio de los jóvenes seguidores del Modernismo.

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