Entre la vida y la muerte: la lucha del toro y el torero en la poesía de Miguel HernándezLa vocación poética de Miguel Hernández (nacido en Orihuela -Alicante-, en 1910) es muy temprana: sus primeros versos se publican en 1930 y 1931 en distintos diarios; su primer libro de versos -Perito en lunas- se edita en 1933; y, también se publican sus poemas en la revista vanguardista “El gallo crisis”, fundada en su ciudad natal y dirigida por su “compañero del alma” José Marín -que utilizó como seudónimo el anagrama de su nombre, Ramón Sijé-.
Toro y torero
Profesando bravura sale y pisa graciosidad su planta: verso 70 la luz por indumento, por sonrisa la beldad fulminante que abrillanta. Sol se ciega al mirarlo. Galeote de su ciencia, su mano y su capote, fluye el toro detrás de sus marfiles. verso 75 Concurren situaciones bellas miles en un solo minuto de valor, que induciendo está a peones a la temeridad como tributo de sus intervenciones. verso 80
Se arrodilla, implorante valentía, y como al caracol, el cuerno toca a este, que en su existencia lo hundiría como en su acordeón los caracoles. La sorda guerra su actitud provoca verso 85 de la fotografía. Puede ser sonreír, en ese instante crítico, un devaneo; un trágico desplante, -¡ay, temeraria luz, no te atortoles!-, verso 90 hacer demostraciones de un deseo.
Heroicidad ya tanta, música necesita: y la pide la múltiple garganta, y el juzgador balcón la facilita. verso 95
Muertes intenta el toro, el asta intenta recoger lo que sobra de valiente al macho en abundancia. ¡Ya! casi experimenta heridas el lugar sobresaliente verso 100 de aquel sobresaliente de arrogancia. ¡Ya! va a hacerlo divino. ¡Ya! en el tambor de arena el drama bate... Mas no: que por ser fiel a su destino, el toro está queriendo que él lo mate. verso 105 Enterrador de acero, sepulta en grana el arma de su gloria, tan de una vez certero que el toro, sin dudar en su agonía, le da para señal de su victoria verso 110 el miembro que aventó moscas un día, mientras su muerte arrastran cascabeles.
-¡Se ha realizado! el sol que prometía el pintor, si la empresa, en los carteles. La obra completa de Miguel Hernández. Madrid,Editorial EDAF, 2017). Edición crítica de Jesucristo Riquelme
La fuerza expresiva de la poesía de Miguel Hernández El bello poema titulado "CORRIDA-real" está incluido en la obra Primitivo silbo vulnerado, denominación propuesta por Agustín Sánchez-Vidal para referirse a un libro nunca editado por Miguel Hernández, pero de cuya existencia se sabe por su epistolario, y que constituye "la referencia más segura del proceso de transmutación que a lo largo de 1934-1935 tiene lugar entre Perito en lunas (1933) y El rayo que no cesa (1936)." Y si la octava real monopolizaba aquel libro inicial, esta nueva etapa se caracteriza, en lo que a la métrica se refiere, por la polimetría, con predominio del poema largo y de la silva; y aunque el Primitivo silbo vulnerado no encierra el terco hermetismo de Perito en lunas, sigue habiendo en estas páginas una compleja densidad conceptual. Precisamente el poema "CORRIDA-real", escrito en perfectas silvas, es un buen ejemplo de lenguaje literario plagado de artificios retóricos, y en el que la claridad del contenido se ha sacrificado en beneficio de la belleza de la forma. El poema se estructura en siete partes, que llevan los siguientes títulos: "Cartel" (versos 1-14), "Plaza" (versos 15-29), "Toro" (versos 30-37), "Toro y caballos" (versos 38-47), "Toro y banderillero" (versos 48-60), "Toro y peón" (versos 61-68), "Toro y torero" (versos 69-114). De este poema ofrecemos el comentario de su última sección, "Toro y torero": aunque su lectura pueda resultar difícil en algunos momentos, esbozamos la explicación de aquellas transposiciones imaginativas más originales, así como de los restantes recursos estilísticos empleados por Hernández, que confieren a sus versos una insuperable calidad estética. Veámoslo, pues, en el retrato del torero -físico y psicológico- y, en parte, del toro, que el poeta nos ofrece en el transcurso de su lidia. Versos 69-80. Apoyo léxico. Profesar. Ejercer una profesión u oficio. Graciosidad. Conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona que las tiene; atractivo que se advierte en la fisonomía de algunas personas. Traje de luces. Traje de seda, bordado de oro, plata o azabache, con lentejuelas, que usan los toreros. Fulminante. Súbito, muy rápido y de efecto inmediato. Galeote. Persona que remaba forzada en las galeras. Inducir. Mover a alguien a algo o darle motivo para ello. Peón (de brega). Torero que forma parte de la cuadrilla del matador (subalterno) y que le ayuda durante la lidia. Tributo. Responsabilidad, obligación, deber. La hermosa figura del torero irrumpe en el ruedo derrochando valor -que es cualidad inherente al arte del toreo- (“Profesando bravura”); y va vestido con el traje apropiado para la lidia, que desprende luminosidad (“la luz por indumento”). El atractivo de su persona procede de su aspecto físico en general (“pisa graciosidad su planta” -verso en el que la palabra “planta” tiene un significado bisé mico: por un lado, “la parte inferior del pie”, lo que lo relaciona con el verbo “pisa”; y, por otro lado, “porte, apariencia”, lo que lo relaciona con el nombre abstracto “graciosidad”-); aspecto físico al que contribuyen no solo lo garboso de sus movimientos (el verso “pisa graciosidad su planta” sigue ampliando su radio de acción significativa), sino también su súbita sonrisa, acrecentada por los destellos luminosos que emite su indumentaria (ahora es el verso “la luz por indumento” el que continúa “actuando imaginativamente”); y de forma tal que la luminosidad que desprende su figura llega a anular a la del sol, dada su intensidad (“sol se ciega al mirarlo”; hipérbole esta de clara factura gongorina, que trae a la memoria los dos versos iniciales de un célebre soneto del poeta cordobés Luis de Góngora referido al tema del “carpe diem”: “Mientras por competir con tu cabello, / oro bruñido al sol relumbra en vano;”). En el verso 72, por otra parte, hay una agrupación de vocablos (“fulminante”, abrillanta”) en los que la aliteración de nasales y dentales (y, más en concreto la reiteración el grupo /-n.t-/ detrás de la vocal tónica /-a-/ [-án.t]) le confieren una musicalidad que realza el contenido expresado. El verso 73 es un endecasílabo “roto”: el poeta, como simple recurso creativo, ha decidido repartirlo en dos líneas, aun cuando se trate de un único verso y, de esta manera, centra la atención sobre la palabra “galeote”, con la que se refiere al torero, potenciando la propia significación de la palabra (“galeote” = “forzado”); es decir, que el torero “está obligado” a dominar la ciencia de la tauromaquia, usando con destreza de sus manos el capote, de forma que el toro lo acometa con la fluidez que se arte le imponga. Precisamente el verso 75 (“fluye el toro detrás de sus marfiles.”) contiene una audaz sinécdoque, por medio de la cual se designa una cosa -los cuernos- con el nombre de la materia de que está formada -“marfiles”-, vocablo que, a su vez, ennoblece dicha materia, ya que los cuernos son de materia ósea. Iniciada, pues, la corrida, se producen innumerables y arriesgados lances en los que se manifiesten no solo el temple del torero, sino también la belleza con la que exhibe su arte; y ello obliga a los subalternos a “estar al quite”, corriendo corriendo peligros parecidos a los del diestro ante las acometidas del toro. Esta primera silva la componen doce versos, de los cuales tres (70, 77 y 80) son heptasílabos, y los nueve restantes (69, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 78, 79), endecasílabos. Y este es el esquema de las rimas consonantes: AbABCCDDeFEf; es decir: 69/71 (/-ísa/), 70/2 (/-ánta/), 73/74 (/-óte/), 75/76 (/-íles/), 77/79 (/-úto/), 78/80 (/-ónes/). Y aun cuando algunas de estas rimas pueden parecer poco poéticas o de una extraña sonoridad, lo cierto es que el conjunto de la silva ofrece una grata musicalidad al oído y un adecuadísimo ritmo, resultado de la perfecta ubicación de los heptasílabos (en los lugares segundo, noveno y undécimo). Versos 81-91. Apoyo léxico. Existencia. Vida de la persona. Caracol (terrestre). Posee una concha globulosa helicoidal que, en la mayoría de los casos, se arrolla en sentido dextrógico -en el sentido de las agujas del reloj-; y tiene dos pares de tentáculos retráctiles: un par provisto de ojos y el otro táctil. Acordeón. Instrumento musical de viento, formado por fuelles cuyos dos extremos se cierran por sendas cajas, especie de estuches, en los que juegan cierto número de llaves o teclas que permiten seleccionar los sonidos. Sorda. Callada, sigilosa. Devaneo. Desatino, dislate, distracción reprensible. Desplante. Atrevimiento, audacia, arrogancia. Atortolarse. Acobardarse o aturdirse(un rasgo característico de la tórtola es su timidez). La segunda silva arranca con una compleja concatenación de metáforas que, detrás de su aparente irracionalidad, se sustentan en un cierto fundamento objetivo: “Se arrodilla, implorante valentía, / y como el caracol, el cuerno toca / a este, que a su existencia lo hundiría / como en su acordeón los caracoles." (versos 81-84). Al torero se le llama ahora “implorante valentía”, porque su arrojo le lleva a estar arrodillado frente al toro; y le toca el cuerno, que evoca en la mente del poeta la imagen de un caracol terrestre, por el carácter retráctil de sus tentáculos; el toro, por su parte, desea clavarle el cuerno al torero en lo más íntimo y profundo de su ser (“cuerno... / que a su existencia lo hundiría”), tal y como hacen los caracoles cuando esconden en la concha sus tentáculos retráctiles -en uno de cuyo pares están alojados los ojos-; concha que es vista, imaginativamente, por el poeta como una acordeón, gracias al parecido que existe entre los fuelles de este instrumento musical y la forma de espiral logarítmica de dicha concha. Si se comparan “caracol” y “acordeón” desde la perspectiva en la que el poeta lo ha hecho para sugerir la violencia con la que el toro pretende cornear al torero que está arrodillado ante él, se advertirá la enorme originalidad de Hernández al construir este bello engranaje metafórico. Además, en los versos 82 (“y como el caracol el cuerno toca”) y 84 (“como en su acordeón los caracoles”), el poeta ha obtenido unos extraordinarios efectos acústicos con la aliteración simultánea del fonema /k/ (velar oclusivo sordo) y del fonema vocálico /o/ (articulación posterior y abertura media). Los dos versos siguientes contienen un violento hipérbaton que trastoca el orden de los vocablos y combina en verso endecasílabo (el 85, que rima en /-óca/ con el 82, verso endecasílabo) y otro heptasílabo (el 86, que rima en /-ía/ con el 81 y el 83, ambos endecasílabos): “La sorda guerra su actitud provoca / de la fotografía.” (el orden lógico de las palabras en la oración sería este: "Su actitud provoca la sorda guerra de la fotografía"); es decir, que los fotógrafos se disputan sigilosamente -disputa encarnada en la metáfora “sorda guerra”, y en la que el epíteto “sorda” realza su significado de “discreta, disimulada”- el honor de inmortalizar las mejores y más arriesgadas imágenes de la lucha entre toro y torero (y de ahí que las fotografías sean algo así como la constatación de una “batalla silenciosa”: la que se produce en el ruedo y la que se genera entre ellos mismos). Y en ese precioso instante, enormemente comprometido -por ser el de máximo riesgo-, una simple sonrisa -que distraiga la atención del torero- puede ser un verdadero disparate; y una audacia peligrosa agradar al público dándole muestras del mayor arrojo. Y aquí interviene el poeta directamente en su poema para recomendarle al torero que, en esos momentos en que ha de demostrar un valor extremo, no se acobarde y, para ello, introduce un verso, escrito entre rayas y signos de exclamación, en el que cada palabra se ha seleccionado con gran rigor para hacer más expresivo su significado: “-¡ay, temeraria luz, no te atortoles-"; verso 90): el torero es visto ahora como “temeraria luz”, con el epíteto remarcando su temeridad derivada de su valentía, mientras que con el verbo “[no] atortolarse” le está recomendando que no adopte la timidez que es propia de las tórtolas. Esta segunda silva tiene once versos: tres son heptasílabos (86, 88, 89) y los ocho restantes, endecasílabos (81, 82, 83, 84, 85, 87, 90, 91). Y esta es la combinación de rimas consonantes: ABACBaDedCE; es decir: 81/83/86 (/-ía/), 82/85 (/-óca/), 84/90 (/-óles/), 87/89 (/ánte/), 88/91 (/-éo/). Adviértase la “distancia” que hay en la rima de los endecasílabos 84 (“caracoles”) y 90 (“atortoles”) que no hace sino cohesionar el ritmo de la estrofa de acrecentar su “movilidad”.
Versos 92-95. Apoyo léxico. La música en los toros. En los espectáculos taurinos hay siempre una banda de música, que toca pasodobles. Dependiendo de lugares y plazas, la música suena obligatoriamente durante el paseíllo, cuando el matador pone banderillas, cuando las mulillas arrastran al toro muerto...; y desde luego, en el momento cumbre de la faena, tras rematar una tanda de pases, y el presidente la autoriza a requerimientos del público para premiar así el buen hacer del torero. Juzgador. Que tiene capacidad para tomar decisiones. En toda corrida de toros hay un presidente, que es quien la dirige. De hecho, utiliza pañuelos de diferentes colores para comunicar sus decisiones. Así, el color blanco: comienzo del festejo, salida de cada toro, cambio de tercio, avisos y trofeos (orejas y rabo); color verde: devolución del toro a los corrales; el color rojo: par de banderillas negras, para estimular a los toros mansos que no acuden al caballo del picador; color naranja: concesión del indulto al toro, a petición del público y previo acuerdo entre torero y ganadero); el color azul: concesión de la vuelta al ruedo del toro, a petición del público. El contenido de estos versos es relativamente simple: el público (“la múltiple garganta”) solicita que suene la música (“música necesita”) para premiar la valiente faena que viene realizando el torero (“heroicidad ya tanta”), y quien preside la corrida concede la correspondiente autorización (“y el juzgador balcón la facilita”). Pero para expresarlo, Hernández ha recurrido a una compleja combinación de metáforas y sinécdoques; y así, “múltiple garganta” es un curioso tropo que participa, a la vez, de la metáfora y de la sinécdoque: la alusión metafórica al público se ve reforzada con el empleo del singular -en vez del plural- para referirse al griterío de los espectadores que reclaman que suene la música; y con una nueva sinécdoque -“balcón”- alude Hernández al presidente de la corrida: él es quien ha de autorizar que la música suene cuando lo pida “la múltiple garganta”, es decir, las voces de la gente. La estrofa tiene ahora solo cuatro versos: dos heptasílabos (92, 93) y dos endecasílabos (94, 95); y rimas consonantes cruzadas, de forma que riman en consonante y entre sí heptasílabos y endecasílabos, según el esquema abAB (versos 92/94: /-ánta/; versos 93/95: /-íta/). Y a la sonoridad de estos cuatro versos, acorde con el contenido que expresan, no solo contribuyen las rimas, sino también la presencia de dos vocablos esdrújulos, en los versos 93 (“música”) y 94 (“múltiple”), respectivamente, así como una leve aliteración de la dental /t/ a lo largo de los cuatro versos de la estrofa (“tanta”, “necesita”, “múltiple”, “garganta”, “facilita”).
Versos 96-105. Apoyo léxico. Asta. Cuerno. ¡Ya! De manera inmediata. Sobresaliente. Acepción como adjetivo: que destaca; acepción como nombre: suplente, sustituto (y en el ámbito de la Tauromaquia: torero encargado de suplir la falta o ausencia de otro). Hernández posiblemente no percibe este matiz, para “jugar” con la polisemia del vocablo. Arrogancia. Valentía, brío. Mas no. La negación ante la conjunción adversativa -equivalente a “pero”- opone entre sí ideas con algo más de fuerza expresiva. En el versos 96 se encadenan sinécdoques para expresar que el toro trata de coger al torero. La palabra “Muertes” encierra una doble sinécdoque: por un lado, “lo abstracto por lo concreto” (el toro pretende acabar con la vida real del torero); y, por otro, el plural por el singular (la muerte es algo individual). La reiteración de la forma verbal “intenta” expresa el propósito decidido de matar al torero por parte del toro (vocablo que figura, merced, a un hipérbaton, como sujeto pospuesto: “Muertes intenta el toro”), identificado seguidamente por sus “astas” (vocablo que ahora pasa a desempeñar la función de sujeto: “el asta intenta / recoger...”). Este extraordiordinario verso contiene, además, una expresiva aliteración de /t/, que se ve favorecida por la anadiplosis del verbo “intenta”: “Muertes intenta el toro, el asta intenta”). Es, pues, este el momento en que el torero está ejecutando arriesgados pases, arrimándose cada vez más al toro, y dando muestras de un extraordinario valor que pone en riesgo su vida, porque el toro pretende inútilmente acornearle en la parte corporal en la que exhibe su masculinidad -y de ahí el empleo de las palabras “valiente” y “macho” (versos 97 y 98: “[intenta] / recoger lo que sobra de valiente / al macho en abundancia”). La virilidad del torero continúa explicitándose en los versos 99-101. El poeta se vale del valor polisémico de la palabra “sobresaliente”, repetida en posición estratégica para sobredimensionar su significado por medio de otra anadiplosis; y así se refiere, sucesivamente, al lugar en que sobresalen los atributos masculinos del torero (versos 99-100: “¡Ya! casi experimenta heridas / el lugar sobresaliente”) y al propio diestro (verso 101: “sobresaliente de arrogancia”, sutil metáfora que presenta la hombría del torero en toda su magnitud). Sobre la arena se barrunta la tragedia, y el adverbio “¡ya!”, colocado en posición anafórica en los versos 99, 102 y 103, subraya su inminencia: el diestro puede estar a punto de perder la vida en los cuernos del toro, lo que le garantizaría su inmortalidad en el ámbito taurino (verso 102: “¡Ya! va a hacerlo divino”); el ruedo de la plaza se presenta como un tambor (la forma circular de ambos es el fundamento objetivo de la imagen: Ya en el tambor de arena”, verso 103)-; y el drama que en él se está viviendo -la lucha a muerte entre toro y torero- hace las veces de “tamborilero”, que lo bate con sus palillos (“el drama bate”, verso 103). No obstante, se va a cumplir el ritual, y la corrida va a terminar en la forma prevista: el trágico destino del toro de lidia se realiza sin remisión, y será estoqueado en la plaza pagando con su vida la nobleza de su casta (versos 104-105). Esta nueva silva consta de diez versos: nuevamente tres son heptasílabos (98, 99, 102), y los otros siete endecasílabos (96, 97, 100, 101, 103, 104, 105). Y esta es la combinación de rimas consonancias; ABcaBCdEDE; o sea: 96/99 (/-énta/), 97/100 (/-énte/), 98/101 (/-áncia/), 102/104 (/-íno/), 103/105 (/-áte/). La sonoridad del verso 103, en el que recae parte de la intensidad de la estrofa, se debe al ritmo sáfico de un endecasílabo en el que la secuencia de las palabras “tambor-arena-drama-bate” soportan en sus respectivas sílabas tónicas los acentos rítmicos; y el acento extrarrítmico en la primera sílaba apunta a la inmediatez de los sucesos trágicos que están a punto de tener lugar: “¡Ya! en el tambor de arena el drama bate...”. Los punto suspensivos al final del verso dejan abierta la expectación y crean el adecuado ambiente de incertidumbre.
Versos 106-114. Apoyo léxico. Grana. Color rojo, como el de la sangre. Señal. Distintivo, testimonio. Miembro. Cola, extremidad de la columna vertebral. Aventar. Echar, expulsar al viento algo. Empresa. Organización que presta servicios con fines lucrativos. Nuevamente, una concatenación de metáforas y sinécdoques le sirve al poeta para expresar los momentos postreros de la lidia: el torero se convierte en “enterrador de acero” (verso 106), porque “sepulta” su espada -sinécdoque de la materia por la obra: el acero, por la espada-, es decir, “el arma de su gloria” (verso 107) en lo más profundo del cuerpo del toro (verso 107, en el que con la metáfora “grana” se alude a la sangre; y con la metáfora “gloria”, al ansiado triunfo que todo torero pretende lograr, matando al toro con una única y certera estocada “hasta la bola”, es decir, llegando hasta la empuñadura de la espada, como es el caso). Y como premio a su valiente faena, el torero recibe “el miembro que aventó moscas un día” (verso 111), metáfora para aludir al rabo del toro, algo menos “ennoblecedora” desde el punto de vita estético que la sinécdoque usada anteriormente para referirse a los cuernos, convertidos en “marfiles”. Y con otra sinécdoque (de la parte por el todo: “cascabeles”, verso 112), se hace referencia a las mulillas, adornadas precisamente con cascabeles: “mientras su muerte arrastran cascabeles”, verso que encierra, además, una antítesis en la que se contrapone la tristeza por la muerte del toro con la alegría que trae al ambiente el sonido de los cascabeles, y que la aliteración de la /a/ potencia. Y el poema podía haberse dado aquí por concluido; pero el poeta, abriendo un espacio en blanco, añade dos versos más para completar la silva, recordando que la fiesta ha tenido el sol -y la gracia y la belleza- que un pintor expresó en el cartel anunciador de la corrida y encargado por la empresa que la organiza: “-¡Se ha realizado! el sol que prometía / el pintor, si la empresa, en los carteles”. Esta última silva consta solo de nueve versos, de los cuales dos son heptasílabos y riman entre sí (106, 108) y los siete restantes endecasílabos (107, 109, 110, 111, 112, 113, 114). Y esta es la distribución de rimas consonánticas: achabacanad; es decir: 106/108 (/-éro/), 107/110 (/-ória/), 111/113 (/-ía/), 12/114 (/-éles/). Hernández ha demostrado en este poema su perfecto dominio de la técnica gongorina más depurada -que ya exhibió poco años antes en ese “acertijo poético” -en expresión de Gerardo Diego- que constituye cada uno de los poemas de Perito en lunas, usando el lenguaje figurado (metáforas y sinécdoques) con una finalidad embellecedora, así como unas imágenes sensoriales de gran fuerza plástica, y una indudable perfección métrica -concretada en el manejo de la silva-; todo lo cual convierte este poema (CORRIDA-real) en una manifestación de belleza formal de indiscutible calidad poética.
********** Son numerosos los poemas en la obra de Hernández en los que la “masculinidad” hace acto de presencia. Y ya que estamos en el mundo del toro, recordemos un esplendido soneto de El rayo que no cesa, libro de 1936, de carácter intimista, en el que el tema del amor es visto desde un sentimiento trágico de la vida. De este soneto ya nos ocupamos, en esta misma revista digital en el artículo publicado el 23 de octubre de 2025, y al que puede accederse en este enlace:
Nos limitamos ahora a transcribir dicho soneto y a resumir su contenido.
Como el toro he nacido para el luto / y el dolor, como el toro estoy marcado / por un hierro infernal en el costado / y por varón en la ingle con un fruto. // Como el toro lo encuentra diminuto / todo mi corazón desmesurado, /y del rostro del beso enamorado, / como el toro a tu amor se lo disputo. // Como el toro me crezco en el castigo, / la lengua en corazón tengo bañada / y llevo al cuello un vendaval sonoro. // Como el toro te sigo y te persigo, / y dejas mi deseo en una espada / como el toro, burlado, como el toro.
El toro y el poeta están vinculados, desde su nacimiento, por el sufrimiento: aquel, marcado a fuego en el costado con un hierro que indica la ganadería a la que pertenece (y de ahí el adjetivo “infernal” aplicado a “hierro”); y este lleva marcada “en la ingle” el “fruto” de su virilidad, como si fuera vestido con la taleguilla del torero. Y entre los recursos poéticos empleados por Hernández en este poema destaca la reiteración de la locución “como el toro”, recurso constructivo, obsesiva mente presente, que lo vertebra de arriba abajo, y por medio de la cual su palabra poética gana en condensación expresiva y fuerza dramática. Dicha locución marca el comienzo de cuartetos y tercetos. Y al igual que el toro es burlado por el torero que evita su embestida, el poeta queda burlado -herido de muerte en lo más profundo de su ser: “la lengua en corazón tengo bañada / y llevo al cuello un vendaval sonoro”- por la esquivez de la amada, ante la que, como el toro -que se crece en el castigo-, no se conforma y expresa su rebeldía y dolor. sufrimiento. El soneto se cierra con un verso, en el que la locución “como el toro” se reitera al principio y al final, enmarcando la palabra “burlado”; y, de esta forma, se condensa la combinación de amor y muerte que recorre todo el poema: el “engaño” del que es objeto el toro, destinado a una lidia que le conducirá -normalmente- a la muerte, y los anhelos amorosos del poeta condenados a la frustración. Puedes comprar el libro en:
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