23/04/2020@23:50:00
En estos días de confinamiento, celebramos el Día del Libro tal vez sin reparar en que quienes lo justifican, fueron dos ilustres confinados como Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Sus obras derriban muros, abren espacios donde los confinados desafían todos los confines. Es así como el libro, cualquier buen libro, se nos presenta simultáneamente cono vacuna y vector de libertad. Porque libro y libertad, liber et libertas, son sinónimos de un antivirus universal, llamado literatura.
Cuando Unamuno partió hacia su exilio en Fuerteventura solo metió tres libros en la maleta. Uno de ellos era los "Cantos" de Leopardi. Pienso a menudo en esa imagen por una razón: En estos tiempos de coronavirus, la única manera de leer a los clásicos pasa por el exilio interior.
2020 / CENTENARIO ISAAC ASIMOV
Nació en una aldea rusa cerca de Smolensk, en 1920, pero a los tres años ya vivía en Brooklyn. Debemos a su prodigiosa mecánica ficcional quinientos títulos que desafían la Teoría del Todo. Más allá de sus tres series canónicas –Robots, Fundación e Imperio-, su cerebro se expandió desde la divulgación científica a la histórica, y desde Shakespeare a la Biblia. Cien años después, por obra y gracia de Isaac Asimov, la metafísica escolástica ha mutado en un paradigma cuántico.
Siempre me han fascinado las paradojas del tiempo. Coincidencias de fechas como la que unió la muerte de Julio Verne con el nacimiento de la Teoría de la Relatividad. El creador de personajes tan extraordinarios como Phileas Fogg o el capitán Nemo, abandonó este planeta el mismo día en que un genio confinado en una oficina de patentes suiza estableció, en sus ratos libres, primero nada menos que los fundamentos de la física contemporánea y, sobre ella, toda una revolución científica que cambiaría aquella lectura del universo que permanecía inmutable desde Copérnico, Galileo y Newton.
Sobre el escenario de la Francia de De Gaulle y de la Nouvelle Vague, quiso ser la encarnación intelectual de los "philosophes" del Siglo de las Luces. Durante aquel Mayo del '68 también actualizó al Zola del Yo acuso, cuando salió a vender ejemplares de Liberation por el Barrio Latino mientras exigía a los gendarmes que le encadenasen.
Cinco de la tarde, la hora de entrar a matar en el Ferragosto mesetario. ¿Qué hacer? Inopinadamente, me topo con un DVD que me obliga a enclaustrarme, feliz, en mi biblioteca. La película no es ninguna novedad -se estrenó en 1995-, pero su tema no puede ser más actual. Beaumarchais, L’Insolent recupera el esplendor del Siglo de las Luces, y aún más el de su protagonista, en este tiempo de tinieblas.
Bien pudiera ser éste uno de tantos best-sellers en busca de un editor perspicaz, como los que habitan la Biblioteca de los Libros Rechazados en la novela de David Foekinos. Hoy -signo de los tiempos-, su autor acaba de autopublicárselo en Amazon. Una pequeña joya, maravillosamente ilustrada, que nos adentra en un mundo tan prodigioso como fascinante. El buscador de historias, ¿es un relato para niños… o quizá más para sabios?
Poeta y profeta maldito, visionario absoluto, creador total, William Blake abominó el racionalismo dieciochesco, predicó la revolución espiritual, denunció la represión sexual y moral. Sus contemporáneos lo tacharon de lunático, su marginalidad fue atronadora. Hoy comenzamos a entrever su vida secreta: presidió la Orden de los Druidas, fue declarado santo por la Ecclesia Gnóstica Catholica, y protagonizó experiencias de muerte en vida dimanadas del Tantrismo. Incomprendido y rechazado en su tiempo, su obra acabaría inspirando a artistas y pensadores como Aldous Huxley, Salvador Dalí o Jim Morrison.
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Aunque no lo parezca, el pavor metafísico que experimentábamos durante aquellas noches de difuntos de tiempo atrás, cuando veíamos surgir por la espalda de Don Juan Tenorio al espectro del Comendador, tiene mucho en común con todo lo que fantaseamos –y fantasearemos, una vez que la pesadilla quede atrás- a cuenta de la pandemia del Covid-19.
Lo conocí en Bilbao, hace veinte años. Él sumaba ya cuarenta lejos de este mundo pero, a decir verdad, parecía el visitante más vivo del Guggenheim. Mark Rotkho, el maestro del expresionismo abstracto, había nacido en Letonia, un 25 de septiembre de 1903, y murió en Nueva York el 25 de febrero de 1970, reventado a base de barbitúricos después de intentar cortarse las venas con una cuchilla oxidada, en la soledad más absoluta.
La Navidad es la fiesta que más se celebra, la más antigua y la más unánime, en todo el mundo occidental. Su origen data del siglo IV, cuando la Iglesia impuso el nacimiento de Cristo como “Luz del Mundo”, sobre las fiestas paganas que festejaban el renacimiento del sol, en el solsticio de invierno.
"El primer día en que al abrirse los teatros comienzan las máscaras, subí a mi embarcación y fui a la isla de Murano a recoger a MM". Así se inicia uno de los capítulos cruciales en la biografía de un personaje bien particular, el veneciano Giovanni Giaccomo Girolamo Casanova, escritor, aventurero, diplomático, y hasta agente secreto al servicio de la Serenísima República de Venecia.
Quédense con estas dos frases: “Cada periódico es una tienda donde vendemos las palabras del color que ellos quieren”. “Otro siglo de periodismo y todas las palabras apestarán”. La primera es de Balzac, la segunda de Nietzsche. Ambas ilustran lo que subyace en el Plan de Acción por la Democracia aprobado por nuestro Gobierno.
Cuando le concedieron la Medalla Fields, el Nobel de los Matemáticos, su única credencial era un pasaporte Nansen. Dos años después lideraba a los “enragés” del Mayo del ’68. Luego vinieron sus ensayos místicos, la ruptura con todo, el retiro a un paraje perdido del Pirineo francés donde vivió en soledad total durante 23 años. Para entonces Alexandre Grothendieck ya era considerado el último genio de nuestro siglo pasado. Una mente maravillosa comprable a la de John Nash, un soñador de espacios infinitesimales en los que Euclides se hubiera perdido. A su muerte, en 2014, dejaba cuarenta cajas repletas de manuscritos inextricables donde podría cifrarse la ecuación del fin del mundo.
Su amistad con La Boetie alimentó el rumor de su presunta homosexualidad, pero el Señor de la Montaña amaba a las mujeres tanto como deploraba su exigua dotación sexual. En 1571 emprende la escritura de sus Ensayos resuelto a estudiarse a sí mismo desnudo y sin artificio. Detalla sus prácticas amorosas y se rebela contra el hecho de que el sexo siga siendo un tabú. Un asunto de brujería –la maldición de las agujetas-, erige toda una paráfrasis de su mundo, mientras él buscaba refugio en el seno de las Doctas Vírgenes.
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