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Los imprescindibles

15/12/2023@16:16:00

Tres milenios antes de que alguien escribiera ese primer vestigio euskaro sobre la mano de Irulegi –“Sorioneko”- el territorio que hoy conocemos como el País Vasco fue noticia a cuenta de otro acontecimiento no tan feliz. Se localizó en 1985 sobre un abrigo rocoso de la Rioja Alavesa -San Juan ante Portam Latinam-, datado en el Neolítico, hace cinco mil años. Año sobre año fueron apareciendo más restos humanos, hoy al menos 338, con signos de haber sido víctimas de una masacre. Según la revista Scientific Report se trataría de la primera guerra europea, mil años antes de las que se consideraban inaugurales.

Paradojas de la posmodernidad. Pronto cumplirá el siglo aquel ‘Napoleón’ que rodó Abel Gance en 1927. Cine mudo y, sin embargo, aun con todos sus excesos, un prodigio de elocuencia narrativa. La perfecta antítesis del biopic que acaba de estrenar Ridley Scott. Todas las hipérboles de la alta definición a su servicio, un presupuesto galáctico. Pero en lo que importa, del guion a la interpretación, precariedad, planitud, miseria.

Mochila al hombro, de desierto en desierto bajo un sol bíblico, veníamos de visitar el Krak de los Caballeros y esa noche dormiríamos en Damasco. A las puertas de la mezquita de los Omeyas, allá donde se espera la segunda venida de Cristo para anunciar el Juicio Final, parecía anticiparla un vociferante tumulto festivo. ¿Qué celebraban? La aparición de un comando muyahidín que, entre ráfagas de kalashnikov al aire, repartía puñados de copias de un folleto presidido por la palabra “entusiasmo” -Hamás en árabe-.

Pelo trenzado y recogido, como cuadra a las casadas. Sombrero terciado a la valona. La mirada firme, profunda, inteligente y seductora. En el retrato que le pinta Clouet tiene treinta y nueve años. No lo aparenta. Todo lo dice con el lorito amazónico que sostiene sobre su índice. ¿Dónde apunta? A esos otros nuevos mundos que abren las nuevas ideas. El pensamiento de Erasmo, la mística de Hildegard von Bingen, la ironía de Rabelais.

Aunque nuestro mundo no parezca un paraíso, en efecto, hace 130.000 años tuvimos un padre y una madre común. Lo que decía la Biblia lo ha confirmado la genómica. Eva, la Eva mitocondrial, fue la madre de todas las mujeres de nuestra especie, pero no necesariamente la primera pareja de Adán. Al contrario, apareció poco después. ¿Cómo se entiende? Lo explica un cromosoma tan diminuto como complicado, el Y, el marcador masculino diferencial frente al femenino, el X.

La alarma suscitada por los avances en Inteligencia Artificial no contemplaba el éxito arrollador de la comedia de moda, naturalmente ‘Barbie’, la primera película en imagen real de la terrorífica muñeca creada por Mattel, convertida en icono del feminismo posmoderno. La teoría de las sincronicidades sí contemplaba que pudiera coincidir con un biopic aparentemente antagónico como ‘Oppenheimer’, basado en la vida del físico teórico que inauguró la Era atómica.

En 2005 dos adolescentes de origen argelino, Zyed Benna y Bouna Traoré, se ven sorprendidos por la policía en un intento de robo. Huyen, se esconden dentro de un transformador. Mueren electrocutados. Los tumultos incendian Francia. Villepin decreta el estado de excepción, Chirac habla de una crisis de modelo social: “Quiero decir a los jóvenes de los distritos difíciles, cualquiera que sea su origen, que todos son hijos de la République”.

Lo confieso, yo también he coqueteado con la muerte. Tenía un atenuante: la inconsciencia de la juventud, esa edad en la que te crees inmortal. Cada verano juntaba mi precario capital y embarcaba hacia los destinos más excitantes que pudiera imaginar. La selva centroafricana no fue el menor, pero allá, antes de adentrarme en los Virungas, donde paraban Dian Fossey y sus gorilas de espalda plateada, firmé un contrato muy parecido al suscrito por los tripulantes del Titán.

El dandi enloquecido que encarnaba Jack Nicholson. El agente del caos con sus ojos hervidos en cráteres de khol al que dio vida Heath Ledger. El psicópata de sonrisa acuchillada que interpretó Joaquín Phoenix en su última versión. Todos se quedan en simulacros ante la estampa de Pedro Sánchez durante su sesión de investidura, el pasado 15/N. Han transcurrido quince días, y su imagen permanece indeleble.

Sabemos que el Universo se expande, como si obedeciera a una antigravedad que distancia las galaxias. Desconocemos a qué se debe, por eso la llamamos Materia Oscura. También se expande dentro de nuestro planeta. Lo cuenta una película que se estrena mañana en nuestro país, la más polémica del año en EE.UU., también uno de los mayores éxitos.

La brisa del Atlántico alcanza hasta el Béarn. En adelante, otro mar, el de los viñedos del Languedoc, anunciando la cercanía del Mediterráneo. Vacaciones en septiembre, tiempo de vendimias. Pero el tiempo, vuelto historia, mira hacia atrás. Esta es la tierra donde germinó la herejía cátara, allá por el siglo XII, envuelta en la leyenda del Santo Grial.

El beso nefando que distinguía a los adoradores de Satán. El beso templario, un equívoco beso entre caballeros. Y el que los armaba como tales, recibido de los labios de su señor con todas las bendiciones. Ciertamente, ya en la Edad Media el beso comportaba atributos ambivalentes. Jean Gerson se duele del signo de los tiempos: “No hay ninguna virtud que se haya perdido más que la ‘discretio’”. Discreción, delicadeza. Lo que tanto le ha faltado a ese pobre gañán marcado por su fatídico oxímoron: ser calvo y apellidarse Rubiales.

Mi trayectoria existencial podría resumirse en el paso de una primavera a otra” -declaraba Alain Finkielkraut el día de la muerte de Milan Kundera-: “de la primavera lírica a la primavera escéptica”. Dos primaveras en el mismo año, 1968, la de París y la de Praga. O lo que viene a ser lo mismo, del lirismo al desencanto. En París los jóvenes de la izquierda revolucionaria gritaban “Élections, pièges à cons” -Elecciones, trampas para idiotas-. En una generación llegaron al poder y todo cambió. Ellos entrañaron los valores del sistema y el sistema, muy progresivamente, fue derivando hacia el imperio del kitsch y la oligarquía del “infoentertainment”.

Si estamos de acuerdo en que casi todos los deportes son más que deportes, todavía lo estaremos más en una evidencia paralela: en el Tour de Francia siempre hay dos ganadores incontestables: el Tour y la misma Francia. Culto a lo propio, pero también apertura a lo mejor de lo ajeno. Tal vez por aquello de que siempre gana el Tour, casi parece secundario quién entra en París con el maillot amarillo.

Un ser humano adulto puede sobrevivir hasta tres minutos sin oxígeno, tres días sin agua, tres semanas sin alimento. Eran cuatro niños, con edades comprendidas entre los trece años y los once meses. La avioneta en la que viajaban con su madre y dos personas más colapsó cuando sobrevolaban el Caquetá. Los tres muertos. Los cuatro hermanos sobrevivieron cuarenta días perdidos en lo profundo de la selva colombiana “entre jaguares, serpientes y plantas venenosas”, subrayaban los teletipos, para acentuar el drama. Imaginemos ahora un giro de cámara. Otras junglas, otras evidencias ante las que la mirada occidental apenas parpadea.