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"Como dioses entre los hombres", de Guido Alfano

Ático de los Libros. 2024
martes 15 de julio de 2025, 23:25h
Como dioses entre los hombres
Como dioses entre los hombres
Nueva obra importante de Ático de los Libros, es la que hoy nos ocupa, y es sorprendentemente conspicuo este estudio sobre los seres humanos que han ocupado la plutocracia en el planeta Tierra. En el Medioevo existía una exigencia moral, tutelada por la Iglesia Católica, por lo que no estaba bien visto, ni era medianamente admisible, que se presumiese o regodease un ser humano en público de sus riquezas o, como poco, demostrase tenerlas.

Hasta tal punto es así la cuestión que un comportamiento en exceso aparente, podría favorecer que los ricos se comportasen como dioses entre los hombres. Esta obra se define como un intento de realizar un acercamiento a la historia general de la humanidad a través de los ricos. El libro define a los ricos asimismo como los que son considerados como adinerados. Se les califica como los que tienen dinero en abundancia. Siguiendo a Branko Milanovic, se puede indicar, sensu stricto, que los seres humanos actuales son más ricos, globalmente considerado el hecho, que los de la Edad Antigua o del Medioevo: “La lógica […] es la siguiente. Tomemos el ejemplo de la iluminación artificial o la grabación de voz. Para que Julio César pudiera leer un libro cuando el sol se había puesto, moverse con facilidad de noche por su palacio o escuchar las canciones que le gustaban, habría necesitado quizá cientos de trabajadores (esclavos) que sostuvieran las antorchas o cantaran sus arias favoritas toda la noche. Aun siendo César, si hiciera eso noche tras noche, al cabo de un tiempo, se quedaría sin recursos (o tal vez provocaría una rebelión entre los cantantes). Por el contrario, para nosotros, el gasto para un placer similar es muy pequeño, incluso trivial, digamos dos dólares por noche. En consecuencia, algunas personas llegan a la conclusión de que César debía de tener una riqueza ínfima si se mide en el paquete de bienes actual, ya que un pequeño gasto nocturno repetido de dos dólares (en precios actuales) habría acabado por arruinarlo. Como es obvio, otras personas de la época de César poseían mucho menos: ergo, el mundo es hoy incomparablemente más rico que antes”.

El planteamiento del profesor Milanovic está conformado por un auténtico sofisma, ya que está documentado que existían personas de la Antigüedad que se movían con miles de millones de sextercios, incluso hasta llegaban a tener talentos, monedas de una enorme cuantía, sí es verdad que eran una minoría, pero representativa, y no quiero acudir al caso de las perlas de Cleopatra VII Filópater de Egipto, entre otros casos de mayor o menor enjundia. Es cierto que Gayo Julio César o Marco Licinio Craso o Gneo Pompeyo Magno, entre otros personajes del final de la República romana, carecían de algunas comodidades actuales, y no voy a entrar en la aberración de hablar de la luz eléctrica, sino simple y llanamente porque carecían de la tecnología oportuna, pero está claro que no vivían en la obscuridad nocturna. O, por ejemplo, Johann Sebástian Bach gastaba una importante cantidad de velas para poder componer por la noche, pero tenía dinero suficiente para poder mantener a su gran familia, y comprarse instrumentos para seguir componiendo sus innumerables y magníficas obras, y por ese método de trabajo perdió su vista y tuvo cataratas, que operadas mal por el caballero John Taylor lo condujeron a una apoplejía y a la muerte. Economistas de cualquier condición, como Karl Marx o Friedrich Engels consideraban que la solución de los problemas, de la pobreza económica se podrían resolver con la distribución de la riqueza existente. En todas las épocas de la existencia de los seres humanos en la Tierra, siempre ha existido un cierto grado de desigualdad económica. En el momento en el que se concentran y se redistribuyen los recursos, es cuando las sociedades se complican.

«¿Para qué sirven los ricos y qué debemos hacer con ellos? Los ricos siempre nos han fascinado, a veces de forma problemática. Los pensadores medievales temían que los superricos actuaran ‘como dioses entre los hombres’, y mucho más recientemente, Piketty ha situado la riqueza en el centro de los debates sobre la desigualdad. En esta obra, el profesor Guido Alfani traza la historia de los ricos y los superricos en Occidente, y examina quiénes eran, cómo acumularon su riqueza y qué papel desempeñaron en la sociedad. En un apasionante recorrido que se remonta a la Antigüedad y llega al presente, Alfani muestra el efecto de la riqueza extrema en la sociedad y sus implicaciones sobre la desigualdad económica. La pregunta constante es: ¿para qué sirven los ricos? Y la respuesta a esta pregunta es, sorprendentemente, casi siempre la misma: los ricos tienen sentido en la medida en que contribuyan al bien común. No obstante, en nuestros días, los superricos se han mostrado excepcionalmente reacios a ello, y esto, según Alfani, podría tener consecuencias nefastas tanto para los ricos como para todos los demás. Esta obra, novedosa y fundamental, responde a una cuestión crucial: ¿qué papel deben desempeñar los ricos en la sociedad, si queremos preservar la democracia

La desigualdad comienza ya en el período histórico de la Mesopotamia de la Edad Antigua, entre los enigmáticos sumerios, ya que para conseguir una eficacia obvia de las aguas de los ríos Tigris y Éufrates era preciso realizar canales de irrigación, lo que comenzaría a crear las desigualdades sociales y económicas en lo que se denominará el Creciente Fértil de Mesopotamia, donde al conseguir mejorar la productividad de la tierra para una eficiente agricultura, se consiguió el beneficio para unos pocos. La concentración de la riqueza en unas pocas manos dirigentes, nacería en las urbes de Sippar, Uruk y Ur, para luego avanzar hacia Asur, Nínive y, sobre todo, en la evolución de la plutocracia de la capital del Imperio de Babilonia, cosmopolita como pocas. Los momentos en los que la concentración de la riqueza se detiene, siempre estarán relacionados con grandes catástrofes del género humano, verbigracia la peste negra en el siglo XIV o las terroríficas guerras mundiales del siglo XX. Existen algunos historiadores de la prehistoria que ya manifiestan que, en aquellos grupos sociales tan primitivos, de cazadores y recolectores, como alguna de aquellas tribus da la impresión de que vivían por encima de sus posibilidades, ya eran desiguales desde el punto de vista económico.

La concentración de la riqueza, a través del sistema hereditario, fue clave para reproducir y profundizar la desigualdad entre generaciones, una característica constante de la historia de la humanidad que no hizo sino reforzarse con la introducción de la agricultura, lo cual condujo a una mayor importancia relativa de la riqueza material (y en especial de la tierra y el ganado) sobre otros componentes menos heredables”. A partir de esta época la desigualdad entre los seres humanos crecerá. ¡Recomendable y prístina! «Reformare homines per sacra, non sacra per homines».

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