La conocemos mientras recuerda el encuentro con su, en primera instancia, alma gemela, Sigmund (Oddgeir Thune). El carismático músico la cautivó a primera vista, y la madre divorciada de dos hijos volvió a creer en el amor. Siete años y dos retoños más después, la chispa inicial prácticamente se ha desvanecido, y esta simpática pareja se ha visto sumida en las preocupaciones y conflictos parejiles cotidianos. Hay tensión, frustración, muchos arrepentimientos no expresados y un anhelo de amor, difícil de encontrar bajo la avalancha de agravios. Sigmund decide cortar la situación y pide un respiro. ¿Y Maria? La situación se descontrola y su caída no hace más que acelerarse.
En cuanto al desarrollo argumental, no se trata de la típica declaración de intenciones que tiene que ver con una ruptura amorosa al uso. Claro que la inminente partida de Sigmund es un factor clave de la trama, pero el núcleo de la película es el viaje que emprende Marie hacia sí misma. Esta no es una historia común de "un hombre abandona a una mujer, una mujer se derrumba y busca de nuevo su felicidad". Adorable profundiza, abre viejas heridas entre la heroína y el público, y no les echa sal, sino gasolina y luego les prende fuego sin contemplación alguna. Nos centramos en la relación perturbada de Marie consigo misma y cómo se manifestó en la relación. Discusiones pasivo-agresivas, broncas que no conducen a ningún sitio, bromas supuestamente divertidas que humillan a la pareja. El guion es my realista, como si fuera la transcripción fehaciente de discusiones que ocurren en un hogar común y corriente. Sin adornos ni brillo cinematográfico, y sin una reconciliación reconfortante. Solo pequeñas heridas que las parejas se infligen mutuamente, y que luego comienzan a supurar y a profundizarse.
Así como toda la película parece encantadoramente civilizada y ordinaria, Helga Guren interpreta el papel de María con total naturalidad. Su personaje es una auténtica bomba de relojería llena de frustración, culpa, agravios e ira apenas contenida, y Guren la controla en todo momento. A veces, su María se muestra completamente antipática, arremetiendo contra su hija adolescente o atacando verbalmente a Sigmund, pero su brillantez reside en que en otras ocasiones nos compadecemos de ella. Sentimos pena cuando se derrumba y se humilla. Comprendemos su dolor cuando no puede dormir y lee la devastadora noticia que se viene barruntando. A veces queremos agarrarla por los hombros y gritarle: "¡Supéralo!", pero al mismo tiempo le animamos en silencio para que lo supere.
Sigmund es el iniciador de la ruptura, pero no se le presenta como un matón que abandonó a su pobre y agotada esposa. Es un tipo relativamente "bueno" que intentó hacer feliz a María, pero ella no estaba emocionalmente disponible. Su matrimonio solo se mantenía unido con cinta adhesiva, y no podía durar "eternamente". En ese aspecto la película no oscila entre el blanco y negro y no juega con el bien y el mal, porque los héroes son ambos y ninguno a la vez. Son personas con defectos, como todos nosotros.
Si alguna vez has sentido que las películas nórdicas son demasiado frías, Adorable te llenará de tanta emoción que te compensará el prejuicio. Es un espectáculo tan traumático como liberador. Nos hace empatizar con la protagonista, aunque a veces preferiríamos huir de ella y no mirar atrás. No trata sobre el amor con una pareja; siempre podemos romper con eso, sino que trata sobre soportarnos a nosotros mismos, y esa es una relación que tenemos que arreglar. Puede que no sea una película agradable de ver, pero es extremadamente poderosa, emotiva, real, educativa, triste y satisfactoria.