Pedro Salinas: El gran poeta del amor de la Generación del 27Pedro Salinas es, por encima de cualquier otra actividad intelectual -profesor con verdadera vocación de enseñanza, novelista, dramaturgo, crítico literario y ensayista-, y dentro de la Generación del 27, el gran poeta del amor.
No te veo. Bien sé que estás aquí, detrás de una frágil pared de ladrillos y cal, bien al alcance de mi voz, si llamara. Pero no llamaré. Te llamaré mañana, cuando, al no verte ya me imagine que sigues aquí cerca, a mi lado, y que basta hoy la voz que ayer no quise dar. Mañana... cuando estés allá detrás de una frágil pared de vientos, de cielos y de años.
Pedro Salinas: Presagios.Madrid, Biblioteca de Índice, 1923.
Pedro Salinas recita el poema “Busca, encuentro”, de Seguro azar: https://palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz.php&wid =465&p=Pedro+Salinas Biblioeteca Virtual Miguel de Cervantes. Ricardo Gullón: “”La poesía de Pedro Salinas”. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-poesa-de-pedro-salinas-0/html/00f17c8a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html Para comprobar que es el poeta del amor, bastaría con leer el poema de La voz a ti debida que comienza con los versos “Qué alegría, vivir / sintiéndose vivido. / Rendirse / a la gran certidumbre, oscuramente, / de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, / me está viviendo”. [Poema completo: https://ciudadseva.com/texto/que-alegria-vivir-salinas/]. Fue Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla (1918), y después en la de Murcia. En Madrid trabaja en el Centro de Estudios Históricos con el equipo de investigadores dirigido por Menéndez Pidal, y en donde prepara ediciones de clásicos y escribe ensayos de crítica sobre literatura española contemporánea. Participó activamente en la creación -en 1933- de la Universidad Internacional de Verano de la Magdalena (Santander), lugar de encuentro de ilustres profesores de diferentes países y un selecto grupo de estudiantes. Aunque no desarrolló actividades políticas, sus ideas liberales le llevaron a exiliarse voluntariamente durante la Guerra Civil, y se trasladó a los Estados Unidos de América, en donde ejerció la docencia en distintas universidades. Desde 1942 a 1945 fue profesor de la Universidad de San Juan de Puerto Rico. Recorrió otras muchas universidades de todo el continente americano como conferenciante o profesor visitante, y viajó, asimismo, por diversos países europeos, aunque ya no volverá a pisar tierra española. Por voluntad propia, sus restos descansan en San Juan de Puerto Rico, en el cementerio de Santa Magdalena de Pazzis, frente a un mar de incomparable belleza. Los primeros libros de Salinas -Presagios, 1923; Seguro azar, 1929; Fábula y signo, 1931- se inscriben en la línea de la poesía “pura”, bajo la influencia de Juan Ramón Jiménez; aunque no faltan en ellos, particularmente en Fábula y Signo, temas futuristas, nuevos en la creación poética. Pero son La voz a ti debida (1933) -título tomado del verso 12 de la Égloga III de Garcilaso de la Vega: “pienso mover la voz a ti debida;”- y Razón de amor (1936) las obras cumbres de Salinas, con las que el tema amoroso, presente en los tres libros anteriores, irrumpe en la poesía de la época desde posiciones claramente antirrománticas. Pocos líricos castellanos han sabido ahondar en la naturaleza misma del sentimiento amoroso con la sutileza de Salinas, para quien el amor, en vez de sufrimiento, es una prodigiosa fuerza que está presente en la realidad de cada día y da sentido a la propia vida y al mundo. Con posterioridad a la Guerra Civil, y ya en América, Salinas publicó dos libros de poemas: El contemplado (1946) y Todo más claro (1949); a los que hay que añadir otro de aparición póstuma: Confianza (1955; poemas inéditos 1942-1944). Los angustiosos poemas de Todo más claro -que surgen como resultado de sus largos años de permanencia en Estados Unidos, en contacto con sus estructuras socioeconómicas y con los progresos tecnológicos- reflejan el sentimiento de angustia que a menudo ha acompañado al hombre del siglo XX, perplejo ante la deshumanización del progreso tecnológico que ha conducido a catástrofes dantescas, desconcertado ante tanta injusticia. La obra se cierra con el estremecedor y largo poema “Cero”, expresión horrorizada del poeta ante las primeras explosiones atómicas norteamericanas que destruyeron -el 6 y el 9 de agosto de 1945- las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. En la célebre antología Poesía española contemporánea (Madrid, Signo, 1934), Gerardo Diego recoge las palabras de Salinas en las que expone la concepción que tiene de la poesía: “Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio. Llamo poeta ingenioso, por ejemplo, a Walter Savage Landor. Llamo poeta bello, por ejemplo, a Góngora, a Mallarmé. Llamo poeta auténtico, por ejemplo, a San Juan de la Cruz, a Goethe, a Juan Ramón Jiménez. Considero totalmente inútiles todas las discusiones sobre el valor relativo de la poesía y de los poetas. Toda poesía es incomparable, única, como el rayo o el grano de arena”. Y, en efecto, esos son los tres elementos básicos de su creación poética: expresión desnuda y sincera de su intimidad; lengua siempre contenida y nunca declamatoria, estéticamente depurada de elementos decorativos y retóricos; e ingenio agudo que se manifiesta en una densidad conceptual que, en modo alguno, ahoga la cálida emoción de unos versos que persiguen el ahondamiento en lo humano, desprovistos de excesos verbales y audaces metáforas. ********** El poema que nos ocupa pertenece al primer libro de Salinas, Presagios, que publica, cuando tenía treinta y dos años, en la Biblioteca de Índice del Centro de Estudios Históricos. Y aun cuando la temática de este libro no sea fundamentalmente amorosa, el denso y profundo contenido amoroso de algunos de sus poemas -del que hemos seleccionado, en concreto- preludian ya la fuerza que el amor alcanzará en libros posteriores y, particularmente, en La voz a ti debida. Por otra parte, este poema -el último y acaso el mejor del libro- anticipa también algunos de los rasgos más significativos del estilo de Salinas, que se irán acentuando conforme va alcanzando su madurez poética: el empleo de los pronombres, los sutiles juegos conceptuales que, no obstante, resultan comprensibles, por venir expresados en un lenguaje sencillo; el tono coloquial -a menudo confidencial- empleado, que hace más fluida la comunicación; el uso de preposiciones y adverbios como “detrás”, “allá detrás”, etc. -palabras a través de las cuales Salinas busca ese mundo desconocido que se esconde por debajo de la apariencia sensible de las cosas-; la sencillez métrica: preferencia por el verso corto. con renuncia casi siempre a la rima; la escasez de recursos estilísticos tradicionales, en busca de una expresión carente de retórica; y especialmente la autenticidad de una palabra poética cuya emotividad no queda atenuada por esa capa intelectual que, en cierto modo, todo conceptismo implica. El poema está compuesto por 16 versos que carecen de rima; y son todos heptasílabos (de ellos, 8 agudos: 1, 2, 3, 6, 8, 11, 12 y 13), excepto el verso 4, que es un endecasílabo melódico con acento antirritmico en la sílaba 7.ª: “de ladrillos y cal, bien al alcance”; un verso “muy trabajado”, en el que observamos no solo la aliteración de consonantes líquidas (“de ladrillos y cal, bien al alcance”), sino también algo así como un “tartamudeo silábico”, pues una palabra empieza con la misma sílaba con que termina la anterior: “al alcance”). Y al ritmo del poema contribuyen las pausas internas combinadas con encabalgamientos, en particular en los versos 1 a 5, que facilitan esta otra lectura: “No te veo. / Bien sé que estás aquí, / detrás de una frágil pared de ladrillos y cal, bien al alcance de mi voz, / si llamara”. Y un encabalgamiento muy poco frecuente es el que se produce entre los versos 14 y 15, ya que queda el determinante “una” al final del verso 14: “allá detrás de una - frágil pared de vientos” (métricamente hablando, sería más habitual un encabalgamientos del tipo “allá detrás de una frágil / pared de vientos”, pero en este caso se alteraría el tipo de verso elegido (el heptasílabo). Y en cuanto a los signos de puntuación, tienen su relevancia expresiva los puntos suspensivos del verso 13, detrás de la palabra “mañana” que lo encabeza (“Mañana… cuando estés”; una interrupción momentánea que deja en suspenso el sentido), que es la misma palabra con la que finaliza el verso 7 (“Te llamaré mañana”); y en ambos casos, la palabra “mañana” va seguida del adverbio relativo “cuando”, que introduce una proposición temporal. El poeta establece un juego casi metafísico entre tiempo presente/tiempo futuro, entre presencia/ausencia de la amada, entre confianza (en el presente)/desconfianza ante el futuro: desde un presente henchido por la presencia de la amada -que queda reflejado en los seis primeros versos del poema-, Salinas se plantea -en el resto de los versos, desde el séptimo hasta el decimosexto- un futuro amenazado por la ausencia de la amada, separación que vendría impuesta por la muerte, según se sugiere en la metáfora de los últimos versos. Hay, por tanto, una oposición entre “aquí / detrás de un frágil pared de ladrillos y de cal” (versos 2, 3 y 4; una pared que puede ser derribada con facilidad) y “allá detrás de una / frágil pared de vientos, / de cielos y de años” (versos 14, 15 y 16; una pared que, aunque sigue calificándose como “frágil”, metafóricamente se convierte en muro inexpugnable). Desentrañemos la posición del poeta, “más allá” de un mero juego conceptual. “No te veo” -dice el poeta en el verso 1 del poema-; pero ese “aquí”, que implica la seguridad de la presencia física de la amada, le resulta suficiente: es alcanzable, tiene la convicción de su amor y no necesita llamarla (versos 4, 5 y 6: “bien al alcance / de mi voz, si llamara. / Pero no llamaré”). La llamada queda para “mañana, / cuando al no verte ya, / me imagine que sigues / aquí cerca, a mi lado” (versos 7, 8, 9 y 10). El poeta está seguro de que en ese “mañana” en que la amada estará ausente permanecerá el amor (versos 8, 9 y 10: “cuando, al no verte ya / me imagine que sigues / aquí cerca, a mi lado”), y que, por tanto, “basta hoy la voz / que ayer no quise dar” (versos 11 y 12, en los que el adverbio “hoy” equivale a “ahora”). Sin embargo, esa “frágil pared de vientos / de cielos y de años” (versos 15 y 16) sitúan a la amada en un “allá detrás” (verso 14), que sigue siendo una “frágil pared”, pero con connotaciones muy distintas a las que estas palabras tenían en el verso 3, porque el poeta es consciente de lo irreversible de la nueva situación, y entonces rememora “la voz / que ayer no quise dar” (versos 11 y 12). Dicho de otro modo: tras la superposición de tiempos del verso 11 (“y que basta hoy la voz”, en lugar de “y que bastará entonces la voz”), en el que se produce una abrupta transición del presente al futuro, y donde la palabra “hoy” ayuda al poeta a situarse en un futuro que parece haber llegado ya, su actitud de confianza ante el futuro queda atenuada ante la inquietante amenaza de esa ‘pared-muerte’ que lleva aparejada la idea de la ausencia de la amada. Y esa sombra de la nada (esa “frágil pared de vientos, / de cielos y de años”) pone término al poema, coincidiendo con los momentos de mayor tensión emocional, y cuando la disposición amorosa de Salinas es más pura y fervorosa. Salinas ha obtenido en este poema una delicada musicalidad y un ritmo entrecortado y de vaivén, idóneo para expresar ese juego entre la presencia y ausencia de la amada que constituye su eje temático. Y modelo de sencillez es, además, el léxico y la sintaxis que ha empleado el poeta: las palabras más corrientes y las frases más simples. Con esta sencillez -también en el uso de recursos estilísticos, a los que el poeta parece haber renunciado intencionadamente- ha creado Salinas su delicado universo amoroso y poético. Puedes comprar su obra en:
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