El llanto poético por la esposa perdida. (IV). Antonio Machado en BaezaEs este uno de los poemas más comentados de Antonio Machado. Pese a su antigüedad, nos sigue pareciendo acertadísimo el comentario efectuado por Ricardo Senabre en su artículo “Amor y muerte en Antonio Machado. El poema A José María Palacio”. Cuadernos Hispanoamericanos, 303-307, 1975, págs. 944-971. https://www.cervantesvirtual.com/obra/amor-y-muerte-en-antonio-machado-el-poema-a-jose-maria-palacio/
A José María Palacio
Palacio, buen amigo, ¿está la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los caminos? En la estepa del alto Duero, Primavera tarda, ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!… ¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas? Aún las acacias estarán desnudas y nevados los montes de las sierras. ¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella! ¿Hay zarzas florecidas entré las grises peñas, y blancas margaritas entre la fina hierba? Por esos campanarios ya habrán ido llegando las cigüeñas. Habrá trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardíos con las lluvias de abril. Ya las abejas libarán del tomillo y el romero. ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarán. Palacio, buen amigo, ¿tienen ya ruiseñores las riberas? Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra... Baeza, 29 de abril de 1913 [21]Antonio Machado: Campos de Castilla, 1912.
Es este uno de los poemas más comentados de Antonio Machado. Pese a su antigüedad, nos sigue pareciendo acertadísimo el comentario efectuado por Ricardo Senabre en su artículo “Amor y muerte en Antonio Machado. El poema A José María Palacio”. Cuadernos Hispanoamericanos, 303-307, 1975, págs. 944-971. https://www.cervantesvirtual.com/obra/amor-y-muerte-en-antonio-machado-el-poema-a-jose-maria-palacio/ También resulta de atractiva lectura el análisis de Vicente Gaos “En torno a un poema de Antonio Machado”. En Claves de literatura española, II. Barcelona, Ediciones Guadarrama, 1971. Colección Punto Omega, núm. 138. Y una aclaración previa. El oscense José María Palacio Girón (1880-1936) tuvo gran amistad con Antonio Machado, con el que compartió, además, lazos familiares (se da la circunstancia de que sus respectivas esposas, Heliodora Acebes y Leonor Izquierdo, eran primas). La labor periodística de Palacio comenzó en el Diario de Avisos de Zaragoza y en el Diario de Huesca, para continuar en Tierra soriana y en El porvenir castellano, periódico por él fundado y del que fue su director (1-VII-1912 hasta 30-V-1918). Palacio acompañó a Machado en algunos momentos trascendentales para su vida: en el día de la boda con Leonor; en las tertulias culturales del Casino Numancia; en varias excursiones que le permitieron descubrir la riqueza del paisaje soriano, gracias a los conocimientos de Palacio que, como funcionario, había sido destinado a la sección de Montes del distrito Forestal de Soria. Artículos firmados por Palacio aparecieron en la prensa de Valladolid, de Salamanca, y en otros varios periódicos provinciales. El poema está fechado el 29 de abril de 1913. El poeta, desde Baeza -Andalucía-, ausente del paisaje soriano que le fue tan familiar y querido, recuerda con nostalgia la llegada de la primavera, ese despertar vital de la naturaleza que compartió muy pocos años con su esposa Leonor, enterrada para siempre en el cementerio soriano de El Espino. La honda melancolía que envuelve el poema adquiere plena justificación en los versos finales: el poeta le ruega al periodista amigo José María Palacio, veladamente y como forma de contener su dolor, que deposite las primeras flores primaverales en la tumba de Leonor Izquierdo. Aunque en las Rimas, de Bécquer hay notables ejemplos de la silva arromanzada, es Antonio Machado quien populariza esta variante de la silva, consistente en una libre combinación indeterminada de versos heptasílabos y endecasílabos con rima asonante en los pares. El poema -buen ejemplo de la habilidad de Machado para el empleo de esta estructura métrica- es, pues, una silva arromanzada compuesta por 32 versos con rima asonante /é-a/ en los pares, y de los cuales 11 son heptasílabos (los versos 1, 2, 7, 8, 13, 14, 15, 16, 17, 19 y 29) y los 21 restantes endecasílabos. El poeta describe el paisaje soriano con todo detalle, pero lo hace por medio de preguntas a su amigo Palacio. El invierno va dando paso al advenimiento de la primavera, y su paulatina retirada queda patente en estos versos transidos de nostalgia: “Aún las acacias estarán desnudas / y nevados los montes de las sierras. / ¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa, / allá, en el cielo de Aragón, tan bella!” (versos 9-12). Pero ese aire melancólico que invade el poema no es obstáculo para que esté salpicado de un intenso cromatismo: el blanco de la nieve y el rosa de las nubes (“¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa!” -verso 11-), “grises peñas [y] blancas margaritas” (versos 14-15), “trigales verdes [y] mulas pardas” (versos 19-20), “tarde azul” (verso 31); un cromatismo que a veces está incluido en los propios seres de la naturaleza enumerados, ya sean vegetales (chopos, olmos, acacias, zarzas, hierba, tomillo, romero, ciruelos, violetas, lirios, rosas) o animales (cigüeñas, abejas, ruiseñores). Y, en cualquier caso, la adjetivación es rica en valores connotativos: “[...] primavera tarda, / ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...” (versos 5-6), “capas luengas” (verso 26), “alto espino” (verso 32); e incluso la disposición de los adjetivos está cuidadosamente pensada, para originar con respecto a los nombres a los que acompañan sugestivas construcciones paralelísticas inversas consecutivas (quiasmos): “viejos olmos / hojas nuevas” (versos 7-8), “acacias desnudas, nevados los montes” (versos 9-10), “zarzas florecidas / grises peñas” (versos 13-14). Pero es el magistral uso que Antonio Machado hace de los tiempos verbales uno de los elementos lingüísticos que le dan al poema ese trono nostálgico con que el poeta añora la primavera soriana. Dos tiempos verbales alternan en el texto: el presente y el futuro simple y perfecto de indicativo. Con el presente, Machado dirige una serie de preguntas al periodista José María Palacio, que asiste realmente a la llegada de la primavera en tierras sorianas:
¿Está la primavera / vistiendo...? (versos 2-4). ¿Tienen los viejos olmos...? (versos 7-8). ¿Hay zarzas florecidas...? (versos 13-16). ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? (verso 24). ¿Tienen ya ruiseñores las riberas? (verso 28).
Con el futuro de indicativo -simple y perfecto- que indica probabilidad, el poeta, ausente de ese paisaje campesino, recuerda con melancolía “bella y dulce”, los paisajes de esa primavera que compartió con su mujer, ya fallecida:
Aún las acacias estarán desnudas... (versos 9-10). Por esos campanarios / ya habrán ido llegando las cigüeñas (versos 17-18). Habrá trigales verdes... (versos 19-22). Ya las abejas / libarán... (versos 22-23). Furtivos cazadores, ... / no faltarán (versos 25-27).
Cualquier lector de este poema habrá tenido ocasión de comprobar -insistimos en ello- el tono nostálgico que se lee entre lineas a lo largo del mismo. Y son, sin duda, los efectos estilísticos que obtiene Machado combinando el empleo del presente -en esa serie de preguntas dirigidas a José María Palacio- con el del futuro de probabilidad -para recordar la llegada de la primavera a las tierras sorianas-, los responsables, en parte de esa melancolía dulce y honda que traslucen los versos. A ello hay que añadir la descripción poética que efectúa Machado -desde Baeza- de la naturaleza y el paisaje sorianos: el advenimiento de la primavera -salpicado de color-: “viejos olmos/hojas nuevas” (versos 7-8); “acacias desnudas/nevados los montes” (versos 9-10); “zarzas florecidas/grises peñas” (versos 13-14); “blancas margaritas/fina hierba” (versos 15-16)...; las costumbres campesinas de Castilla: “mulas pardas en las sementeras” (verso 19), “labriegos que siembran los tardíos” (verso 20), “furtivos cazadores, los reclamos / de la perdiz bajo las capas luengas” (versos 25-26)...; y la animada presencia de cigüeñas -en las torres de los campanarios-, de abejas -libando tomillo y romero-, de ruiseñores -en los álamos de las riberas del Duero-... Y, por fin, los lirios y las rosas que adornarán la tumba de Leonor en el cementerio de El Espino, formando ese ramo de flores que en ella depositará el periodista amigo...
Edición empleada en la selección del poema. Antonio Machado: Poesía completas. Madrid. Espasa Libros, 1988, 13.ª edición. Colección Austral, A-33. Manuel Alvar, editor literario. CXXVI. “A José María Palacio”, págs. 212-213.
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