Hace unas jornadas, se presentó en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid el último libro del escritor nacido en Alhucemas, Mohamed El Morabet, “Ecos en la nieve”, publicado por la Editorial Galaxia Gutenberg. Acompañaron al autor, los escritores Lorenzo Silva y Lara Moreno.
Leer a El Morabet me supone, a la vez, un auténtico placer y una tremenda inquietud. Placer por su rica prosa, por la lírica que destila, por sus magníficas descripciones, por su sagaz observación de los momentos que nos brinda la naturaleza, por su minuciosidad, porque nos hace ver lo que apenas percibimos, por sus frases cortas cargadas de sentido, por los efectos que incorpora, porque sus palabras suenan y resuenan, porque se detiene en los detalles, por la belleza… Inquietud por lo que oculta, por la crudeza que se adivina, por la violencia que te atraviesa, por la humanidad que subyace a la narración, por el dolor que te traspasa, por la contención y la reflexión que te obligan a parar, por la letanía lenta que se repite como una canción, porque rompe el silencio con su voz. Por tanto…
Odié tanto sus silencios, en serio, los odié tanto, y eso que sabes que los silencios son lo mío. Mi voz siempre fue un hogar sin exterior. Vivo en él desde que abrí los ojos. Y todas mis ilusiones caben en un sonido. Por eso ardo en deseos de oír tu llanto.
En una cabaña perdida en las montañas, en alguna parte, una mujer sin nombre abraza su vientre con sus manos entumecidas y sucias, protegiéndolo de la intemperie, de la climatología adversa, de la vida miserable que hay dentro y fuera de este recinto inhóspito, de la maldad de los hombres, de su propia historia mientras habla a la pequeña que está por nacer.
Con un ritmo lento, arrastrando las palabras como esta mujer arrastra su cuerpo dolorido, humillado y quebrado, la protagonista va desgranando su vida para que el pequeño ser que lleva dentro sepa de dónde viene, cómo fue la vida de su madre, sus anhelos e ilusiones, su desgracia. Aparece un pasado hecho de dolor y de silencio.
Nos cuenta el autor, que quería contraponer los 2 narradores que aparecen en la novela: primero nació la voz en tercera persona como voz acotada: me dio exigió trabajo y me enseñó a contenerme… nada de reflexión; sólo tiene que describir. Esa voz acotadora tenía su propia letanía dentro, y quise contraponerla a la voz de la protagonista que cuenta su propia historia. La primera voz es descriptiva, sin moral. Asevera.
Si con su anterior novela, El invierno de los jilgueros, Mohamed El Morabet utilizó elementos olfativos, en esta lo hace con elementos sonoros. Por eso se detiene en los detalles, el ritmo, el diapasón de la naturaleza que es más pausado que el que tenemos los humanos, aclara. Lo acústico es un elemento narrativo. Y como en una salmodia, nos invita a escuchar la melodía melancólica de los árboles. El cuchicheo de los insectos, el coro que surge de la montaña, el rechinar de la tapa combada del baúl o el ritmo que imprimen las gotas de agua al caer.
Se cubre mejor con el jaique. Remete la manta con los pies. Cierra los ojos. Un rato, otro. Los abre y los dirige al refugio del techo. Al sol amigo que plancha el océano. Al descanso de las olas. Al espejo del mar.
Los sentidos, la nieve y la voz femenina, son los 3 elementos con los que Mohamed ha jugado para componer Ecos en la nieve. Una historia cruda, sórdida, violenta, tan solo contenida por la belleza de las palabras. Violencia física contra las mujeres; violencia moral contra la mujer cuando las palabras juzgan. Violencia en la naturaleza para contraponer la de los hombres, aunque ésta no tenga moral.
Una novela donde los personajes no tienen nombre, como forma de despersonalización. Ni siquiera la protagonista. No sabemos cómo se llama, ni la edad que tiene, ni cómo es. Hay que leer entre líneas, intuir, y llegar a ese terrible final que sentimos que se va gestando párrafo a párrafo.
Mohamed El Morabet no ha tenido problemas para expresarse desde el cuerpo de una mujer herida, que ha soportado mejor el silencio que la desidia, incluso ha aguantado mejor el desprecio que la mentira; destrozada por los silencios que odió tanto desde el momento que abrió los ojos, porque su voz siempre fue un hogar sin exterior y todas sus ilusiones caben en un sonido. Se ha empapado de los versos escritos por mujeres para sentirse más cerca y saber cómo se expresan, sienten y se duelen.
Una mujer en una cabaña que sentencia que sólo la vida duele, porque en ese momento sentía que en la muerte no hay dolor. A su lado, una anciana llora porque también sabe que No existe nada más fútil que una muerte que no prolongue la vida. No hay justicia en la destrucción sin creación, en la aniquilación sin permanencia.
Ojalá que el sol la abrace allá donde vaya.
El Morabet, Mohamed
Nació en Alhucemas, Marruecos, en 1983, donde estudia ciencias experimentales en una escuela pública. Después de un año en la universidad de Oujda, se traslada en 2002 para estudiar a Madrid. Cursa Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), además de publicar regularmente sus escritos en periódicos, revistas y suplementos culturales. También traduce del árabe al español. En este ámbito ha traducido las novelas Los que tienen miedo, de Dima Wannous y Hogares de Barro, de El Hassan Belarbi. Aunque principalmente es escritor. Publicó en diciembre de 2018 su primera novela Un solar abandonado (Editorial Sitara). Y en mayo de 2022 El invierno de los jilgueros (Galaxia Gutenberg, 2022) con que ganó el XV Premio Málaga de Novela. En junio de 2025 resulta ganador ex aqueo del Premio Internacional de Relatos Hammam Al Ándalus con el relato Siete mares. Ecos en la nieve (Galaxia Gutenberg, 2025) es su tercera novela.
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