Querer atrapar la vida cuando la muerte ya ha hecho mella en el organismo vivo. Y el morbo que da recrearse en lo que pasó, en lo que pudo haber pasado, en lo que pudiera pasar.
En Taxidermia de una alondra, se atrapan los ruidos del aire, de la vida, y se convierte en hecho taciturno, en mentira pergeñada, en conocimiento improvisado, en aventura sin alicientes.
Estamos en un museo, un museo teatro, y hemos venido a jugar. Hemos venido a descubrir, hemos entrado a dejarnos sorprender y lo consiguen.
Iván López-Ortega nos sorprende entre la extravagancia y el interés añadido del morbo, entre el humor sutil del fracaso y el apetito de regodeo ajeno. Resulta que lo disecado cobra vida y la realidad se convierte en ficción. El dolor ajeno produce morbo, los errores producen morbo, la tristeza, lo trágico y lo desdeñoso, las palabras soeces, la violencia repentina, las discusiones, la soledad ajena, lo estrafalario, las impúdicas vergüenzas, la historia sin sentido, la obediencia ciega. El morbo en 17 secuencias.
Taxidermia de una alondra es una obra de creencia, de fe, de ideas, de creatividad, donde no hay que responder amén sino asombrarse, tener abiertos los poros del entendimiento para alcanzar la plenitud de sentirnos por encima de los otros.
Convertirse en taxidermistas que quieren atrapar el fuego aun sabiendo que esto es imposible. Ser la alondra que da su vida, que ofrece su sangre última, para que otros puedan sentir la mística de los sentimientos.
Tanto Iván López-Ortega como Macarena Sanz interpretan visionarios el ‘muero porque no muero’ y el ‘vivo sin vivir en mí’. Nos hacen creer que el orden de la naturaleza humana queda en entredicho, que se les escapa del control cuando lo tienen todo controlado, y deliran entre la ficción y la realidad, entre la verdad y el teatralismo, entre la curiosidad y el puro morbo.
Espectáculo alto, más que digno, digno se queda en mediocre, en más allá del juego escénico para ser juego humano, en estar terriblemente muertos, equiparando muertos a repetidos, a aburridos, a predecible, para convertirse en taxidérmicos de cuerpos que causan terror no, que causan error, que saben y que no quieren, que se interponen en el trayecto de una bala y, encima, se sienten culpables. Así somos los humanos, animales inmovilizados por las normas, por las críticas, por las leyes, acostumbrados a nos salirnos del camino y por eso las grandes catástrofes nos sacan del ensimismamiento.
Es una gran propuesta, un delirio escénico de amor, en una combustión que mantiene su cuerpo intacto, donde la heroicidad está en mantenerse vivo. Y en el morbo malsano de que lo que ocurra, si es malo, sea a otros a los que les pasa. Aunque sea a una alondra que volaba ajena a la tragedia.
FICHA ARTÍSTICA
TAXIDERMIA DE UNA ALONDRA
Dramaturgia: Iván López-Ortega
Dirección: Iván López-Ortega y Sergio Iglesias
Elenco: Macarena Sanz e Iván López-Ortega
Videoescena y diseño promocional: Margo García
El umbral de Primavera