Una nueva y, por lo tanto, diferente biografía analítica sobre el dictador por antonomasia, y creador de la ideología comunista, cuyo nombre ya define su evolución sociopolítica. Y, por cierto, moralidad al margen, el libro es de matrícula académica de honor. Comenzaré con una frase de otro comunista, que fue asesinado en México, y me refiero a Lev/León Bronstein, es decir Trotski, y su sangrienta revolución permanente: “En Lenín tenemos a la persona que ha sido creada para esta época de sangre y de hierro”. No se puede negar el cinismo del aserto del comandante supremo del ejército rojo. Vladimir Ilich Uliánov ‘Lenin’ pasaba a mejor vida el 21 de enero de 1924, y un estado gigantesco con los pies de barro, la denominada URSS o Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, substituta de la antañona Rusia de los zares, y sus millones de habitantes ya dominados y manipulados totalmente, se habían quedado perplejos e irresolutos por llegar a comprender quien les iba a proteger frente a los avatares de la Historia. Es obvio que la oposición más democrática hacia los bolcheviques ya había sido asesinada o exterminada en ese momento histórico, y la que no se encontraba prisionera en los criminales gulags de Siberia o en el exilio europeo occidental, mayoritariamente en Francia. Justo cien años después se conoce a Lenin, pero su obra política pavorosa ya no existe, aunque en estos momentos empiece a reflotar un componente imperialista y criminalmente genocida, ya en el cerebro político y en el comportamiento autocrático de Vladimir Putin. Existe, sí es verdad, la momia de Vladimir Ilich Uliánov, pero ya en el gigantesco mausoleo de la Plaza Roja de Moscú. Es muy posible que para algunos rusos actuales la existencia de la momia del dictador soviético sea embarazosa, y obviamente es muy positivo no destruirla, ¡ya que por supuesto es Historia!, y como historiador me resultaría incomprensible e inaceptable su desaparición, pero sí es preciso realizar un examen ruso de conciencia sobre este personaje. No obstante, sorprende que todavía se realicen juicios ciertamente halagüeños o positivos, sin entrar en gradaciones al efecto, hacia el Gran Padre de la URSS que creó o provocó en su tierra rusa las necesarias condiciones para que adviniese al poder alguien de la catadura sociopolítica y moral como Josif Stalin, genocida ad hoc. Tras este necesario y esclarecedor prólogo, deseo indicar que: “¿Y qué queda de la imagen del Padre de la Revolución? Desde su muerte, en 1924, hasta el cuestionamiento del pasado soviético por el XX Congreso del Partido Comunista, Lenin dominó la historia del país. Era al mismo tiempo uno de los fundadores de la ideología que había cambiado el mundo, elemento inseparable del trío mítico Marx-Engels-Lenin, y el jefe que había querido y hecho la Revolución rusa e inducido la revolución mundial. En 1956, cuando sus sucesores cuestionan un sistema desviado por su heredero Stalin, los historiadores plantean una pregunta crucial: ‘¿Y si Lenin hubiera vivido…, habría penetrado la URSS por la vía de los excesos del estalinismo?’ Para algunos, como Moshé Lewin, la respuesta es negativa: el estalinismo, la URSS tal como fue después de Lenin, es ajeno a Lenin, es una traición al pensamiento y a la creación de Lenin. Pero, con el paso del tiempo y desaparecida la URSS, la investigación histórica se ha dedicado a revelar en el pensamiento de Lenin los orígenes de un sistema totalitario espantoso. Y un siglo después de su muerte, la interpretación del pasado propuesto a los rusos es desconcertante. De un lado, Vladimir Putin, el presidente elegido en 2000 por Boris Yeltsin, que acabó de destruir el Partido Comunista y la URSS, retiene del trágico pasado soviético el tiempo de la guerra, de la victoria sobre el otro totalitarismo del terrible siglo XX, y rehabilita la imagen del que encarnó esa victoria, Stalin. Así, aquel a quien el poeta Mandelshtam, víctima de las purgas estalinistas, llamaba ‘el Oseto de los dedos gordos’, se ha vuelto el representante glorioso del pasado soviético, borrando la historia de la revolución y los conflictos con Lenin. Por su parte, este último es examinado a través de su breve actividad: cuatro años al frente del Estado que fundó, cuatro años que bastaron para instalar un sistema terrorista”. En el año de 2017, cuando se recordaba el primer centenario de la Revolución Soviética, 1917, en los estudios realizados y exposiciones acompañadas con las oportunas conferencias; se estudiaron, por medio de la exhumación, los textos más pavorosos de Vladimir Uliánov, y en ellos aparecían documentos donde el líder de la URSS escribía de forma prístina sobre la realización de la eliminación de categorías sociales enteras de las gentes de su época, e incitaba sin ambages a que era preciso crear unos cimientos que fuesen necesarios para el nacimiento, lo más precozmente posible, de un sistema generalizado de terror, y así de esta forma tener más que amedrentada a aquella primaria sociedad de obreros y campesinos, conformada todavía con un buen número de analfabetos funcionales. Todo lo que denunció Nikita Jruschov en 1956, sobre el régimen estalinista, se hizo palpable que estaba ya inserto en la inteligencia empírica de Lenin. En 1992, de forma sorprendente y paradójica, se crea en Rusia un partido denominado cristiano-leninista, que demanda que los rusos se agrupen alrededor de la ideología de Lenin, para de esta forma oír la palabra del Hijo de Dios; está claro que la mente humana presenta errores de metabolización en la transmisión del mensaje del Dios Todopoderoso y Hecho Hombre/JESUCRISTO, para comprender la esencia literaria e ideológica de un ateo recalcitrante, y que persiguió al cristianismo hasta límites insospechados, y equiparar como evolutivo el mensaje de ambos. Estos pseudocristianos presentan claros problemas patológicos en los núcleos grises de la base del cerebro. “Este destino póstumo, tan singular de Lenin, se explica de distintas formas. En primer lugar, contrariamente a otros dictadores, no fue un hombre aislado cuya gloria se fundamentó en su carisma y en su poder de un momento. Lenin se inscribe en una corriente duradera, la de las utopías, y en una trinidad mítica, la de Marx-Engels-Lenin (a la que Stalin vino a añadirse durante un tiempo como cuarto miembro, denunciado luego como impostor). Los padres fundadores del marxismo, que no vivieron lo suficiente para ver cómo los que se valían de ellos ponían en práctica sus ideas, escaparon al proceso hecho a los comunistas. Y Lenin se ha beneficiado de forma duradera de su protección. Pero, durante tres cuartos del siglo, el peso terrestre del comunismo también ha protegido al primero que transformó la utopía en sistema de poder. Criticar a Lenin habría implicado que los Estados comunistas se privasen de la legitimidad que les confería el hombre idealizado por sus sucesores y del leninismo en que se había envuelto, referencia suprema y verdad inmanente. La supervivencia de los sistemas comunistas requería ese modo de legitimación. A partir de ahí fue lícito criticar a Stalin y rechazar lienzos enteros de su acción en nombre del retorno a Lenin”. Las preguntas que se realiza la historiadora francesa, con respecto a cómo es preciso cualificar a Vladimir Uliánov, no precisa de realizar circunloquios más o menos exculpatorios. Sobre un régimen autocrático como era el de los zares de Rusia, se creó este sistema utópico y respetuoso, que luego en lo empírico se transformó en un genocidio, que sigue ocurriendo en Cuba, en Rusia con su cinismo abundante y plenitud de cruces ortodoxas y, sobre todo, el paradójico y negador de la libertad comunismo-capitalista de China. La doctora Carrère D‘Encausse elabora dos interrogaciones antagónicas, la referida a ser un criminal responsable de una de las mayores tragedias del siglo XX, o ser un visionario que elaboró muy tempranamente un futuro clemente para los seres humanos. Es preciso leer, despacio y metabolizando lo que se recibe, para tener un juicio valorativo certero sobre este personaje, indudablemente muy importante en el siglo XX y para la posteridad. «“21 de enero de 1924. Lenin ha muerto, un inmenso país, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, queda sumido en la consternación y el espanto, ¿Cómo vivir sin Lenin? Un siglo más tarde el mundo se acuerda de él, pero ¿Hasta qué punto? Su obra, la URSS, ya no existe, y el Partido Comunista, su otra creación, aunque sobrevive, está exangüe, carente de autoridad, realmente, ¿Qué queda de su figura? Así comienza la biografía de uno de los personajes clave de la historia contemporánea, Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, escrita por Hélène Carrère D‘Encausse, la gran especialista en la historia rusa. A lo largo de este profundo estudio se aborda la trayectoria vital y política de Lenin, que la autora diferencia en dos periodos: los años del exilio, casi veinte, que pasa soñando la revolución y forjando el Partido bolchevique, aunque la acción revolucionaria de febrero de 1917 se hace sin él y termina en fracaso; y la triunfante revolución de Octubre del mismo año, que toma su rostro y le lleva al poder. En tan solo cuatro años, edifica un Estado todopoderoso, reconstruye el Imperio, crea el partido mundial de la revolución e instala el comunismo en la Historia. Mucho se ha especulado sobre su figura: ¿Fue un visionario? ¿Un criminal, responsable de millones de muertos? ¿La encarnación del mal? ¿Una víctima de los giros súbitos del devenir histórico? Sea cual sea la respuesta, se impone una certeza: fue un genio político”». Vladimir Lenin tuvo un hermano mayor, muy idealista, inteligente, y con un elevado sentido de la ética y de la justicia. Se llamó Aleksândr Ilich, y poseía asimismo un gran sentido del trabajo. Su familia pertenecería a la alta burguesía, y, por ello, pudieron incluso estudiar en San Petersburgo. La injusta ejecución zarista de su hermano le marcaría para siempre. Estamos, por consiguiente, ante una obra literaria de calidad indubitable y qué recomiendo sin la más mínima reserva, por ser sobresaliente y, ciertamente, rigurosa. Impecables las interrogaciones, las cuales permiten tomar postura. «Nulla crimen, nulla poena sine lege». Puedes comprar el libro en:
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