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"Álvaro de Bazán", de Martín Hernández-Palacios

Ediciones Rialp. 2023
viernes 25 de julio de 2025, 17:16h
Álvaro de Bazán
Álvaro de Bazán
Como indica el subtítulo de la obra, estamos ante el mejor marino de Felipe II. Existe una inscripción en la sepultura que indica: “Nació en Granada a 12 de Diciembre de 1526. Vencedor de los turcos en Lepanto y Albania; de los moros en Túnez y la Goleta; de los portugueses, en Setúbal y Lisboa; de ingleses y franceses, en las Terceras; terror de los infieles; peleó como caballero, escribió como doctor, vivió como héroe y murió como santo, en Lisboa, a 9 de febrero de 1588”. El prologuista se presenta como descendiente del I marqués de Santa Cruz, y se lamenta, algo que subscribo, de lo poco que hay de riguroso sobre Álvaro de Bazán.

No sería legítimo aprovechar la oportunidad de estas líneas para tejer un tapiz de elogios sobre su personalidad, méritos y valores personales; la importancia de sus empresas, y el instinto político y capacidad estratégica puestas a su servicio. Materia hay de sobra, y cualquier exceso en este sentido por mi parte, no dudo recibiría la indulgente comprensión de todos”. La época del almirante de Felipe II es fascinante, y él contribuyó muy significadamente al incremento de la categoría de la marina regia española. Nicolás Nicolai, geógrafo francés escribe: “¡Oh feliz nación española, cuán digna eres de loor en este mundo, que ningún peligro de muerte, ningún temor de hambre ni de sed, ni otros innumerables trabajos, han tenido fuerza para que hayas dejado de circundar y navegar la mayor parte del mundo por mares jamás surcados y por tierras desconocidas de que nunca se había oído hablar; y esto es sólo por estímulo de la fe y de la virtud, que es por cierto una cosa tan grande, que los antiguos ni la vieron ni la pensaron, y aun la estimaron por imposible!

Dentro del mundo de la historia de su época, Álvaro de Bazán vivirá pasajes clave y esenciales, como por ejemplo desde la batalla de Lepanto (1571), la unificación de los reinos de Portugal y España bajo el cetro de Felipe II de Habsburgo (1580), la conquista de las Islas Azores (1581), hasta la guerra contra la rebelión de los moriscos (1569), siendo estos últimos los musulmanes que, habitando en los territorios de mayoría cristiana, se habrían convertido a la religión de Cristo. En todos estos hechos históricos, Álvaro de Bazán sería relevante e insustituible. Detrás de todos estos momentos históricos en los que Álvaro de Bazán fue capital para llegar a la victoria, uno estima que sí el almirante eximio hubiese estado en lugar del duque de Medina Sidonia al mando de la Gran Armada, es obvio colegir que las Españas hubiesen derrotado a los piratas ingleses sin el más mínimo género de dudas, ya que Álvaro de Bazán nunca sufrió una derrota. En 1888 se celebró el tercer centenario de la muerte del gran almirante, ya que en el siglo XIX todavía se glosaban con admiración a algunos de los personajes históricos más paradigmáticos de las Españas.

«Siempre a las órdenes de Felipe II, Álvaro de Bazán participó en toda la política naval del siglo XVI y es considerado uno de los marinos más ilustres de la historia de España. Impulsor de nuevas estrategias navales y de la incorporación de la sanidad a la milicia, fue un militar extraordinario y un gran amante de las artes. Fue el primero de la historia en comandar un desembarco de infantería de marina. En esta breve biografía se destaca su participación en la rebelión de los moriscos, la liberación de Malta, la conquista de Portugal, las batallas de las Azores y Lepanto, y la preparación de la empresa de Inglaterra. Constituye una figura indispensable para comprender el reinado de Felipe II». En la segunda mitad del siglo XVI, para bien o para mal, toda la política de las Españas gira en torno a la conspicua, pero controvertida, figura del rey Felipe II “el Prudente”.

El marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán, mantiene una relación más que peculiar con el monarca, personalidad inteligente pero desconfiada por antonomasia. El marino español se relacionó, obviamente, con otras personalidades del mundo de la marina del momento, como Andrea Doria o García Álvarez de Toledo y Osorio, o militares como el duque de Alba/Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel o Álvaro de Sande/Marqués de la Piovera. El ilustre escritor del Siglo de Oro español, Félix Lope de Vega y Carpio escribió una ‘Memoria Ilustre del Marqués de Santa Cruz’: “Aunque, de roble y de laurel, no enrames, España, este sagrado mausoleo, sino de lienzo que combata Eolo, velas, bastardos, gavias y velámenes. Aunque César marítimo le llames. Y en vez de Dafne, la que adora a Apolo, sus nobles sienes ciñan coral solo a pesar de la envidia y odio infames; de ningún capitán de tierra debes honrarte más que del Bazán famoso, Crucífero Neptuno y Marte hispano. Llora que le despierte en años buenos. Pues era con su brazo belicoso, Argos de nuestra fe, Jasón Cristiano…”.

La evolución vivencial de Álvaro de Bazán abarca los reinados más paradigmáticos de los dos Austrias Mayores, léase el emperador Carlos V y Felipe II. Forma parte de una familia muy volcada hacia el servicio de España en la marina. Cuando los reinos de Castilla y de León, de Navarra y de Aragón y de Portugal pasaron a formar parte del imperio de los Austrias o de los Habsburgo, este hecho analizable conllevó que los hispanos se viesen involucrados en todos los escenarios políticos y militares de esta nueva dinastía, proveniente del ducado de Borgoña sobre todo. El rey Felipe II elige como centro de su gobernación a los hombres y las mujeres de los sufridos reinos de Castilla y de León, y que bien lo lamentarían. El primigenio y mayor enemigo de los Habsburgo será, como era de esperar por diferencias incoercibles sociopolíticas y religiosas, el imperio turco de los otomanos; para evitar esta situación la coalición con la Serenísima Republica de Venecia conllevará la derrota otomana en Lepanto, en el Anno Domini de 1571. Los turcos tendrán a tres emperadores en el trono de la Sublime Puerta, durante el gobierno de Felipe II, y serán: Solimán I “el Magnífico” (entre 1520 a 1566); Selim II (desde 1566 a 1574), derrotado sin paliativos en Lepanto; y Murat II (en el trono entre 1574 y 1595). Sea como fuese, estos tres sultanes mahometanos tenían bien claro que era preciso acabar con el monarca hispano, como fuese, y en su mentalidad estaba la recuperación de un ya inexistente Al-Andalus.

En potencia naval, la superioridad de la armada otomana era evidente. Los turcos disfrutaban de medios y recursos más abundantes que la monarquía hispánica. Para equilibrar la desventaja de la flota española, que se hacía especialmente dramática por la inagotable disposición de madera turca, Felipe II contó con Álvaro de Bazán”. Estamos, por consiguiente, ante una magnífica biografía sobre don Álvaro de Bazán, que, como tantos personajes de la Historia hispánica, sobre todo desde 1492 hasta finales del siglo XVII, parece que producen desazón entre algunos de los conformadores de la historiografía española. «Senatorii ordinis, sed qui non dum honorem capessisset».

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