La reina egipcia fue una muy hábil diplomática, y sería tan inteligente, según muestras historiográficas, como para tratar de evitar, aunque no lo pudo conseguir, el creciente intervencionismo político y militar del régimen político del SPQR/SENATUS POPULUSQUE ROMANUS. Se piensa, erróneamente, que fue un mero apéndice femenino estereotipado a través de sus roles más típicos, lo cual no se acerca a la más mínima realidad. La obra presenta varios apéndices, a cada uno más interesante y esclarecedor: Desde el bosquejo de la vida y trayectoria de Cleopatra, hasta la Genealogía de los últimos Tolomeos, pasando por la especulación sobre la madre de Cleopatra, y sobre si la reina fue una ciudadana romana, descripciones relativas a como era Cleopatra en la literatura antigua, y la iconografía de Cleopatra VII. La poderosa maquinaria política y de publicidad de Roma se encargaría de tratar de arruinar su memoria. Es obvio que se debe acudir al hecho femenino como análisis de la soberana egipcia tolemaica. Se puede colegir que pudo tener tres modelos de conducta regios femeninos, desde la esposa-viuda de Tutmosis II, llamada Hatshepsut, que se consideró la responsable de haber conseguido la expulsión de la ocupación de los hicsos, mal denominado como reyes-pastores. La segunda soberana conspicua sería Artemisa de Halicarnaso, cuyas naves desempeñaron un papel crucial en la batalla de Salamina contra los persas invasores del Gran Rey Jerjes. El tercer caso sería el de la reina Arsinoe II, hija preclara del fundador de la dinastía, Tolomeo I, de la que su posición política estaría a la altura de la de su hermano-esposo Tolomeo II; y sería esta mujer la que asentaría el concepto de la herramienta dinástica tolemaica. Cleopatra, de la misma forma que su antepasada, siempre supo escoger a sus cónyuges para poder incrementar su propio estatuto de poder.
“Las tres reinas, en definitiva, cultivaron cualidades que moldearon el comportamiento de Cleopatra VII. Pero esta última contó también con otras muchas figuras de referencia, entre las que se contaron personajes de la talla de Alejandro Magno, Mitrídates VI del Ponto y sus propios antepasados tolemaicos masculinos, así como el amplio repertorio de enérgicas mujeres de la mitología griega, como Penélope, que, aunque casada, gobernó su reino en solitario durante veinte años. Incluso las aristócratas romanas con las que rivalizó, como Fulvia, Octavia y Livia, constituyeron modelos relevantes, lo que alimentó un intercambio fecundo entre el paradigma de la monarca helenística y el de la matrona romana”.
Es preciso acudir a las salvedades, ya que actualmente se siguen buscando imágenes arqueológicas de estatuas o efigies de la reina de Egipto, ya que lo único que poseemos, de forma fehaciente, son las acuñaciones numismáticas, para poder interpretar como era la mencionada soberana del País de las Dos Tierras. En dichas monedas aparece con una nariz y un mentón muy prominentes, su mirada es muy intensa, y el cabello recogido en un moño, todo ello le otorga un fenotipo de una cierta dureza. En alguna de las fuentes se indica que era de baja estatura, sin ninguna especificación más con respecto al metraje correspondiente. Plutarco indica, taxativamente, que su personalidad era muy superior al de su atractivo físico, lo que demuestra cómo era la fuerza de su carácter, sin el más mínimo desdoro con respecto a que fuese guapa o fea físicamente. Lo que todas las fuentes destacan era que no pasaba desapercibida en ninguna reunión, y, además, como integrante de la casa real tolemaica montaba bien y era una experta cazadora. Nacería hacia el año 69 a.C., segunda hija del faraón Tolomeo XII Auletes, quien cada vez más estaba involucrado en la política del final de la República de Roma. Su familia estará salpicada de muertes para el necesario afianzamiento del poder. En primer lugar, será ejecutada Berenice IV, quien habría usurpado el trono de su padre, Tolomeo XII, cuando este se ve obligado a huir hacia Roma, en el año 58 a.C., a causa de los graves problemas económicos que padecen los egipcios provocados por la vinculación, inexplicable para los alejandrinos, del trono con los romanos. Cuando el faraón pase a mejor vida, hacia el año 51 a.C., Cleopatra estará situada en el primer puesto de la sucesión, aunque se verá obligada a gobernar en comandita con su hermano Tolomeo XIII. Esta relación fraternal y marital finalizará en una guerra civil, que estará en ebullición cuando Gayo Julio César, el dictador perpetuo de Roma desembarque en Alejandría siguiendo la estela de su acérrimo enemigo Gneo Pompeyo Magno.
«Pocas personalidades de la Antigüedad son más famosas y, sin embargo, peor comprendidas y más vilipendiadas que Cleopatra. Para el gran público, su nombre evoca a una diva enjoyada y a los destellos del brillo de Hollywood, no a una eminencia regia capaz de conducir ejércitos. Los más apenas recuerdan una nebulosa fama de bella y malvada seductora. Cleopatra hoy es más una fábula, el Oriente encarnado, que alguien que vivió en su propio espacio y tiempo, con una imagen construida a partir de maledicencias, tergiversaciones y bulos, desde Augusto hasta nuestros días, y que dice más de los miedos romanos -a la mujer poderosa, al extranjero, al otro, en definitiva-, que de la vida de quien fue la última reina de Egipto. Duane Roller atraviesa ese espejo deformado para reconstruir la vida de una líder erudita y visionaria cuyo objetivo fue siempre la preservación de su dinastía y de su reino, navegando en las turbulentas aguas de un mundo mediterráneo donde la contestación a una Roma omnímoda parecía imposible -y con mucha más inteligencia, elegancia y tacto que la mayoría de sus aliados y enemigos masculinos-. Su convincente retrato de Cleopatra VII la muestra como administradora de un Estado que llegó a abarcar desde Asia Menor hasta las fronteras egipcias con Nubia, como comandante naval que dirigió su propia flota en la malhadada batalla de Accio y como erudita y defensora de las artes, digno miembro de una estirpe, los Tolomeos, que había convertido su capital, Alejandría, en el faro cultural del mundo helenístico. Una biografía soberbia y esclarecedora de una mujer única, Cleopatra». Por consiguiente, esta biografía de Cleopatra es magistral y merece los máximos parabienes posibles. «Vanitas vanitatum et omnia vanitas».
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