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Sarah Bakewell publica "En el café de los existencialistas"

Sexo, café y cigarrillos o cuando filosofar era provocador

domingo 04 de septiembre de 2016, 10:06h
En el café de los existencialistas
En el café de los existencialistas

La autora de Cómo vivir. Una vida con Montaigne vuelve con el retrato de una época y un lugar en los que la filosofía, la sensualidad y la rebeldía iban siempre de la mano. París, 1933. Jean-Paul-Sartre, Simone de Beauvoir y Raymond Aron tomaban cócteles de albaricoque en el Becde-Gaz de Montparnasse.

«¿Sabéis? —tienta Aron a sus amigos— ¡si eres fenomenólogo, puedes hablar de este cóctel y hacer filosofía con él!». Esa provocación animó a Sartre a integrar la fenomenología con su propia sensibilidad francesa humanística, y crear un enfoque filosófico nuevo inspirado en los temas de la libertad radical, el ser auténtico y el activismo político: el existencialismo. Bakewell entreteje biografía y filosofía en un relato épico de encuentros apasionados y una investigación vital sobre lo que aún hoy nos ofrecen los existencialistas.

«La libertad ha vuelto al candelero. Nos encontramos supervisados y dirigidos hasta un grado extraordinario, controlados para averiguar nuestros datos personales, alimentados con bienes de consumo pero sin poder decir lo que pensamos o hacer algo que altere demasiado el mundo, y se nos recuerda regularmente que los conflictos raciales, sexuales, religiosos e ideológicos no son casos cerrados, en absoluto. Quizá estemos ya preparados para hablar de nuevo de libertad... y hablar de ella políticamente significa también hablar de ella en nuestras vidas privadas.

Por eso cuando leemos a Sartre sobre la libertad, Beauvoir sobre los sutiles mecanismos de la opresión, Kierkegaard sobre la ansiedad, Camus sobre la rebelión, Heidegger sobre la tecnología o Merleau-Ponty sobre la ciencia cognitiva, a veces sentimos que estamos leyendo realmente las últimas noticias. Sus filosofías siguen siendo interesantes no porque tengan razón o estén equivocadas, sino porque hacen referencia a la vida, y porque se ocupan de las dos preguntas humanas más importantes: ¿qué somos? y ¿qué deberíamos hacer?

Al hacerse esas dos preguntas, la mayoría de los existencialistas (no todos) recurrían a su propia experiencia vital. Pero esa experiencia en sí misma estaba estructurada en torno a la filosofía. Como decía Merleau-Ponty sobre esa relación: “La vida se convierte en ideas, y las ideas vuelven a la vida”. Esa conexión se hacía especialmente evidente cuando hablaban de ideas unos con otros, cosa que hacían casi todo el tiempo. (…)

Existe un motivo por el cual hay que releer a los existencialistas. Y es que ellos nos recuerdan que la existencia humana es difícil, y que la gente a menudo se porta de una manera horrible, y sin embargo también demuestran lo grandes que son nuestras posibilidades. Constantemente repiten las preguntas sobre la libertad y el ser que nosotros intentamos olvidar sin parar. Podemos explorar las indicaciones que señalan los existencialistas sin necesidad de tomarlos como personalidades ejemplares, ni como pensadores ejemplares siquiera. Son pensadores “interesantes”, cosa que creo que los hace más dignos de nuestros desvelos.»

Sarah Bakewell estudió filosofía en la Universidad de Essex y trabajó durante diez años como curadora de libros antiguos en la Wellcome Library de Londres antes de dedicarse en cuerpo y alma a la escritura en 2002. Ahora enseña escritura creativa en la City University y en la Open University. Ha publicado también en Ariel Cómo vivir. Una vida con Montaigne.

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