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A La Meca peregrinaron más viajeros españoles de lo que creemos

Por Evaristo Aguado
Peregrinos hispano-musulmanes a La Meca
Peregrinos hispano-musulmanes a La Meca
Ocho siglos son muchos siglos para que la huella musulmana no haya dejado su impronta en nuestra península. Durante ese tiempo los musulmanes realizaron numerosas matanzas y razias, intentando por la fuerza sojuzgar a los cristianos. Sin embargo, su cultura científica aportó muchas mejoras a la vida de los pobladores visigodos.

Fruto de esas mejoras fueron los avances científicos, médicos o agrícolas. Ahora la Sociedad Geográfica Española ha rescatado las historias de los muchos viajeros, científicos y sabios andalusíes que peregrinaron a La Meca, en un proyecto editorial realizado para el Consorcio Español Alta Velocidad Meca Medina. Ahora, el dinero del petróleo quiere lavar la historia de siglos de opresión y un pasado genocida que siempre se alió con las fuerzas más reaccionarias de España.

"Peregrinos hispanomusulmanes a La Meca” (Lunwerg Ed.) es una obra de divulgación histórica que reúne el legado de estos viajeros que cumplieron con el precepto islámico de peregrinar a La Meca, entre los siglos XI y XVII y que dejaron por escrito el relato de sus viajes.

Entre los siglos XI y el XVII en la península Ibérica, grandes viajeros de la península ibérica viajaron hacia oriente con un un solo propósito, el de llegar a La Meca y cumplir así con el quinto precepto del islam, el ḥaŷŷ (la peregrinación), y dejaron por escrito sus viajes y vivencias. Historias poco conocidas, y ahora rescatadas por la Sociedad Geográfica Española y el Consorcio Español Alta Velocidad meca Medina, en un cuidado libro en castellano, árabe e inglés, publicada por Lunwerg (Planeta)

Estas páginas nos trasladan a una España que aún no llevaba ese nombre, una tierra y una población que, a partir del año 730, formó parte de la provincia norteafricana del Califato Omeya y que abarcó desde la Punta de Tarifa hasta los bordes de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Durante más de siete siglos, en los que se dieron periodos de enfrentamientos y otros de paz, nuestra península vivió una etapa fascinante en la que la mezcla de culturas, religiones y razas dio lugar al nacimiento de una civilización en la que florecieron las artes y las ciencias. El territorio islamizado, tanto en los momentos de mayor poderío y extensión como en los cercanos ya a su fin, en 1492, se llamó siempre al-Andalus.

Peregrinos hispano-musulmanes a La Meca pone de manifiesto la histórica conexión entre la península ibérica y las ciudades santas de La Meca y Medina. El gran desarrollo de rutas y vías de comunicación terrestres y marítimas que conectaban la región mediterránea con estas ciudades nos recuerda el enorme flujo de comunicaciones políticas, culturales y comerciales que conectaron a la península con el mundo árabe.

Los peregrinos y sus riḥlas

A partir del siglo XII, se genera en la región del Magreb y de al-Andalus un nuevo género literario que se denominará riḥla, palabra árabe que significa viaje, y cuyo origen etimológico hace referencia al viaje por etapas y a la posterior crónica del mismo.

Las biografías recogidas en este libro nos cuentan cómo estos viajeros, siguiendo el quinto precepto islámico, se lanzaron, cruzando el Estrecho, hacia África. Desde allí, en barcos frágiles y sujetos a los azares de tormentas y naufragios, llegaban hasta El Cairo, el punto de encuentro de los peregrinos venidos de Occidente. En esa ciudad, importante centro de los saberes de su tiempo, además de renovar sus fuerzas, los viajeros profundizaban en los conocimientos religiosos, y, cuando se sentían preparados en cuerpo y alma para el tramo final de la peregrinación, se unían a alguna de las muchas caravanas que se formaban en las afueras de la capital egipcia en dirección a La Meca.

Partían algunos de Sevilla, como Ibn ‘Arabī, de origen murciano, o de Granada, como Ibn Ŷubayr, quizás nacido en Játiva, o Al-Sāḥilī, que nunca regresó a su tierra, o el matemático AlQalaṣādī, también de Murcia, de Córdoba o de Almería. Ibn Ŷubayr (1145-1217), padre de la rḥila legó luminosas crónicas sobre sus viajes, pieza indispensable para conocer la cultura, situación política y religiosa de los países del sur de Europa y Oriente Próximo en el siglo XII. Para ello tuvo que sortear tempestades y aventurarse por un mar Mediterráneo entonces nido de piratas y peligros de todo tipo. La historia del malagueño Ibn al-Bayṭār (1170-1248), que llegó a convertirse en visir y director de los jardines de Damasco, fue considerado el mejor médico y botánico de su época y uno de los sabios más influyentes de al-Andalus.

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