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Marina Tapia
Marina Tapia (Foto: cedida por la autora)

Marina Tapia: "Aunar en un libro el concepto de lo fantástico con lo poético era un proceso con ciertas complicaciones formales y conceptuales"

Autora del poemario "Jardín imposible"
jueves 09 de julio de 2020, 13:29h

Marina Tapia (Valparaíso, Chile. 1975). Poeta, artista plástica y divulgadora cultural. Desde el año 2000 reside en España. Ha publicado los libros 50 Mujeres desnudas (Amargord), El relámpago en la habitación (Nazarí), Marjales de interior (Aguaclara), Jardín imposible (Ayuntamiento Baena) y El deleite (Ayuntamiento Vélez-Málaga). Ha coordinado El pájaro azul. Homenaje a Rubén Darío (Artificios).

Jardín imposible
Jardín imposible

Marina Tapia ha sido incluida, entre otros, en De Raíz: Creaciones de mujeres del mundo, Voces Nuevas Torremozas, El libro de Adiós, Poesía en Sidecar, La habitación 201, Todo es poesía en Granada, Dolor tan fiero, Nocturnario, Alquimia de la sal, Pulsión y otros 9 relatos eróticos, Diodati, la cuna del monstruo, Eros y Afrodita en la minificción, La Paloma, Amor con humor se paga, En unos pocos corazones fraternos, 21 campanadas, y Caballo del Alba.

Entre sus numerosos premios destacan Juegos Poéticos de la Sociedad de Escritores de Valparaíso, The Cove Rincon Internacional of Miami, Arte Joven La Latina, Voces Nuevas Torremozas, Barbate Lee, Concurso Inmigración, Interculturalidad y Convivencia, Relatos eróticos Sexacademy de Barcelona, Cartas de amor y desamor Huétor Vega, Certamen poético Guadix, Cartas de Amor Béjar, Paco Mollá, Alfonso Monteagudo, Ciudad de Baena, III Certamen de Poesía Social Mujer Voz y Lucha, o Premio Joaquín Lobato.

Pertenece a la Ronda Andaluza del Libro y al Institutum Pataphysicum Granatensis.

¿Qué te motivó a escribir este libro? Háblanos sobre su génesis.

Originalmente, el libro se iba a llamar “Botánica fantástica”. Con ese título buscaba mostrar claramente los dos conceptos principales que maneja este conjunto: el elemento fantástico y la idea de componer una suerte de inventario de plantas como lo hace la ciencia de la botánica. Pero me decanté finalmente por “Jardín imposible”, ya que era un título más abierto, que no delimitaba tanto y donde podía explorar otros asuntos como la ecología, la proximidad entre especies distintas, las leyendas acerca del reino vegetal presentes en muchas culturas y los retratos-homenajes a entornos naturales concretos.

También quería dar rienda suelta a otro tipo expresión poética: si en mi último volumen publicado, “Marjales de interior”, fui más sintética, si en él busqué el minimalismo y muchos de sus poemas eran cercanos al haiku, en “Jardín imposible” he dejado que la explosión verbal que nace de abrir sin reservas el cofre de la imaginación, diera paso a ese lenguaje más barroco y abigarrado que puede apreciarse en algunos textos de este poemario. Pienso que en cada libro se pueden buscar nuevas formas para transmitir ideas y sensaciones, cada uno exige un tratamiento concreto acorde con el ambiente que se quiera desplegar. Creo en la poesía, en su capacidad de alumbrar con nueva fuerza temas que están en el aire, que le preocupan a la gente pero que no pueden abordar la narrativa o los discursos oficiales. Creo en la alquimia de la metáfora, en la intuición del verso, por eso escribo, por eso he parido este libro.

He observado que en "Jardín imposible" está muy presente la leyenda y la fábula...

Sí, es cierto. Me he basado en historias de distintas culturas; esto se aprecia claramente, por ejemplo, en el poema “La leyenda del fresno Yggdrasill”, en él soy fiel a lo que plantea la leyenda, pero en otros hago variaciones o se asoma más sutilmente la fuente, como en el caso de “Los pasos del hombre alga” que bebe de las leyendas de la isla de Chiloé pero con un enfoque vinculado al erotismo. Lo mismo ocurre en el poema “Glasir”. Es sorprendente cómo culturas tan diversas se interrelacionan e inventan personajes similares, seres mitad planta, mitad hombre o mujer. Hay una gran riqueza cultural en torno a estos híbridos naturales y al mismo tiempo fabulosos que da gusto recuperar.

¿Cómo organizaste tu trabajo? ¿Te documentaste, de qué punto partiste?

Cuando definí lo que quería contar en este libro, me embargó una ola de entusiasmo. Sabía que sería un poemario arriesgado, aunar en un libro el concepto de lo fantástico con lo poético era un proceso con ciertas complicaciones formales y conceptuales. Así que reuní bastantes libros, artículos y material gráfico relacionado con el tema. Por citar algunos, el deslumbrante “Manual de flora fantástica” de Eduardo Lizalde, o “Pequeños paraísos” de Mario Satz. Y para ampliar la documentación, visité con mi pareja jardines históricos, botánicos o emblemáticos que pudieran aportar color y textura al libro. Este trabajo de campo, este gratísimo periplo se refleja en poemas como “Jardines Müller” (ubicado en Nigüelas, bello pueblo del Valle de Lecrín), “Fuente de las lágrimas” (el Aynadamar lorquiano de Alfacar), “Paseo por el Carmen Blanco” (la Fundación Rodríguez Acosta, en Granada) o “El pájaro-palmera” (escrito después de visitar El Jardín Botánico Histórico La Concepción, en Málaga).

Jardín imposible se prestaba para rescatar e iluminar a esas mujeres chilenas siempre tan estrechamente relacionadas con las plantas medicinales

¿Tiene relación este proyecto con otros anteriores?

Sí, ya me había acercado a la naturaleza, al paisaje y a la relación que establecemos con ella en "Marjales de interior" y en mi inédito "Islario". Pero con "Jardín imposible" he intentado un acercamiento más profundo, poner el foco de atención en plantas concretas, deteniéndome en ellas y dejando que cada especie me contara, por así decirlo, su historia. En algunos poemas he incluido el nombre en latín bajo el vulgar, para hacer un guiño a los libros ilustrados de botánica de los siglos XVIII y XIX. Y, de alguna manera, también quería traer a mi país natal, Chile, que quizá no está tan presente en otros de mis libros por la temática que abordan. Sin embargo, éste se prestaba para rescatar e iluminar a esas mujeres chilenas siempre tan estrechamente relacionadas con las plantas medicinales, o con las algas, como en los poemas "La que mulle al tierra" o "Cochayuyo". Allí no hay madre o abuela que no tenga alguna matita de ruda, no guarde en un frasco algunas hojas de boldo o no use el agua de paico para curar los empachos.

En su prólogo, Ángel Olgoso califica a "Jardín imposible" de "libro único por raro e inefable, de referencia en cualquier vademécum poético sobre la naturaleza", de "versos que polinizan el alma", de "la pujanza de la savia", de "las metamorfosis entre especies", de "proyecto casi matérico", refiriéndose a las láminas de Guillermo Rodríguez de Lema.

Sí, he tenido la suerte de contar con el magnífico trabajo de ilustración que ha realizado Guillermo Rodríguez de Lema ex profeso para el libro; sus dibujos transmiten muy bien ese ambiente enigmático, la deuda y el homenaje a manuscritos como el Códice Voynich o los códices aztecas, y reflejan la intención de algo que bebe de lo antiguo, anclado en la tradición pero con una visión más actual y renovada. Y volver a contar con un prólogo de Ángel Olgoso es un lujo impagable, todos ya conocen ese lenguaje exquisito y sensorial que le caracteriza, su lucidez, su conocimiento de los resortes de la imaginación, capaz de hacer una obra de arte de todo lo que escribe… Sólo puedo agregar que su manera de captar la esencia de este trabajo y de apuntar las referencias es una maravilla.

¿Qué poetas están presentes en su libro?

Me han influido dos autoras principalmente: Emily Dickinson, poeta a la que admiro por crear una obra de enorme altura, sólida, auténtica, que dialoga constantemente con el alma de la naturaleza, por así decirlo. Y la conmovedora prosa de “Una temporada en Tinker Creek” de Annie Dillar. Ambas trataron estos temas que citamos desde una experiencia directa, vívida, verdadera. Aunque cada una desde distintos ángulos, Emily desde una mirada más metafórica y poética, Annie desde un acercamiento científico y filosófico. Pero también están presentes Rubén Darío con las constantes referencias botánicas de su poesía, o Gabriela Mistral que supo cantar magistralmente el maíz, la selva austral, las araucarias… Y, cómo no, una poeta muy admirada por mí, Clara Janés, casi maestra -sin ella saberlo- que trabaja cada libro a conciencia y que -gracias a su “Fósiles”- pude vislumbrar un compendio similar que tratara sobre el reino vegetal en vez de piedras-fósiles. Todas ellas, y todos ellos, me han nutrido con sus voces e imágenes mientras creaba las mías y están presentes como un rico sustrato en los cimientos de este libro.

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Marina Tapia
Marina Tapia (Foto: cedida por la autora)
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