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"La rosa blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler", de José M. García Pelegrín

Editorial LIbrosLibres
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
jueves 07 de octubre de 2021, 12:00h
La Rosa Blanca
La Rosa Blanca
Estamos ante una obra destacada, sin la más mínima duda, que nos acerca, con un enorme rigor, a uno de los grupos que se jugaron la vida, y la perdieron, frente al criminal régimen nacionalsocialista. Un grupo de universitarios, estudiantes de medicina, y uno de sus catedráticos, el profesor Kurt Huber, maquinaron oponerse a la dictadura genocida de Adolf Hitler; e inventaron un nombre “LA ROSA BLANCA” o “ROSS-WEISSE”.

Para ello se dedicaron a repartir múltiples hojas volanderas en la Universidad de Munich; la SS y la Gestapo estuvieron de cabeza buscando a los responsables. En estos años-40 del pasado siglo-XX, solo existían el cine y, una más que incipiente, televisión. Pero, existían los libros y la música, popular y culta. “En la casa de la familia Scholl, como recordará más tarde Inge, la mayor de los cinco hermanos, ‘los libros desempeñaron un papel fundamental, desde la primera infancia’. Inge había nacido el 11 de agosto de 1917 (falleció en 1998), en Ingersheim-Altenmünster, donde el padre Robert Scholl ejerce el cargo de alcalde; un año más tarde, el 22 de septiembre de 1918, nació Hans. En 1920 la familia se traslada a la pequeña ciudad de Forchtenberg, donde Robert asume la alcaldía. Aquí vienen al mundo los otros tres hijos: Elisabeth, el 27 de febrero de 1920, Sophie el 9 de mayo de 1921 y Werner, el 13 de noviembre de 1922 (dado por desaparecido en la guerra, en 1944)”.

La religión, la moral y la ética están siempre en el devenir vivencial de aquella familia tan fuera de serie; se les enseñaba a respetar a la vida y a los ciudadanos más desfavorecidos de aquella Alemania que se estaba rearmando. La madre es luterana, y les educa en dicha religión: “Nos enseñó a rezar y nos familiarizó con la existencia de Dios, que lo sabe todo y que nos ama, a pesar de que no le vemos”. La lectura de la Biblia será un acto familiar habitual. Pero, a pesar de la prohibición y de la persecución del gobierno nacionalsocialista, prestarán atención preferente a autores considerados malditos por los nazis; tales como: Heinrich Heine, Stefan Zweig y Thomas Mann, estos por ser judíos. También estaban en su conciencia cultural vital y familiar otros autores que se encontraban enfrentados al nazismo, por cuestiones diferentes, eran: Franz Werfel, Rainer Maria Rilke y Stefan George, entre otros de mayor o menor enjundia. Eran un grupo familiar muy unido, pero no estaban cerrados a tener amigos y compañeros de estudios. Uno de ellos será Otto (Otl) Aicher, que en el futuro se matrimoniará con Inge y, asimismo, será compañero de clase de Werner, el benjamín de la familia, en la ciudad de Ulm. “Otl era uno de los amigos que nos dieron a conocer libros de Sócrates o también las Confesiones de san Agustín, los Pensamientos de Pascal, ¿Qué es el hombre? de Theodor Haecker, y obras de filósofos y escritores franceses como Maritain, Bernanos y Bloy. Werner había comenzado a formar una biblioteca de las religiones; primero había leído a Laotse; después se dedicó a leer a Buda, Confucio, el Corán, los filósofos griegos. Por su amigo Otl Aicher conoció los testimonios de la primitiva Cristiandad y de los grandes pensadores cristianos. De este modo, Werner fue el primero de nosotros que se dedicó a estudiar el cristianismo”. El futuro esposo de Inge procedía del catolicismo, y de esta forma fue educado.

En la ciudad de Ulm de la época, los protestantes mantenían una tregua o armisticio con el nacionalsocialismo; por ello no habían conseguido que fuesen abolidas las clases de la WAU o Weltanschauungsunterrich, donde se ridiculizaba al cristianismo, y se enseñaba la concepción del mundo según el NSDAP. Lo contrario era lo que hacían los católicos, abiertamente enfrentados y sin ambages a los nazis. En este estado de cosas, el 3 de julio de 1932, con el NSDAP ya en el poder, era nombrado como párroco católico en la pequeña ciudad de Söflinger, Franz Weiss, quien desde el púlpito predicaba abiertamente sobre lo espurio de la nueva Alemania nacionalsocialista. El sacerdote tenía in mente la creación de un grupo de clérigos, unos 3.000 más o menos, que fueran la vanguardia resistente contra el nazismo. No conseguiría sus fines, ya que fue condenado, en el año 1939, a un año de prisión incondicional, y luego obligado a exiliarse hasta 1945. Sobre la postura de Otl Aicher frente al nacionalsocialismo influyó no solo Franz Weiss, sino también otro sacerdote que fue vicario en esa misma ciudad entre abril de 1938 y otoño de 1939; Bruno Wüstenberg, que llegaría a ser obispo en 1966 y después el primer nuncio alemán tras la guerra en diferentes países, le animó a leer a los Padres de la Iglesia, así como obras de filosofía y literatura católicas”.

Todo este grupo de amigos, al que se van a unir otros dos jóvenes llamados Fridolin Kotz y Willi Habermann, entre 1938 y 1939, conformará una especie de ‘célula de resistencia’, que será base de lo que más tarde se llamara la Rosa Blanca. Ese círculo sería el fundamento de la resistencia universitaria contra el nacionalsocialismo, es, por lo tanto: “el sentimiento de unión contra el Estado de Hitler”. En esa situación, ilusionante para todos ellos, se produce la infeliz noticia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939. Otl Aicher comienza a escribir numerosas cartas a Inge, en las que cita a filósofos de toda condición, desde Platón hasta San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino, hasta Tomás Moro, etc. En suma, este breve apunte pretende crear los cimientos necesarios para que la lectura de esta obra, eximia y paradigmática, sea de obvia y necesaria lectura. Homo sunt, humani nihil a me alienum puto”.

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