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“Summertime Blues”, de Diego Prado

jueves 25 de noviembre de 2021, 12:34h
Summertime blues
Summertime blues

Algaida Editores ha puesto en circulación la última novela del menorquín Diego Prado, residente años ha en Hospitalet de Llobregat, con el título de “Summertime blues”.

Diego Prado ha sido columnista de opinión en diferentes revistas: “Lateral”, “La bolsa de pipas” o “Culturalia” y actualmente ejerce la crítica literaria en “Librújula”. Ha publicado los libros de cuentos “Las espigas de la imprudencia”, “Domingos buscando el mar” y “Sopa de fauno”; las novelas “En algún lugar te espero” y “Hospital cínico”, además de una recopilación de artículos designada como “Libros dedicados. Crónicas apresuradas sobre escritores y literatura”, antes de llegar a la novela que hoy nos congrega.

Su obra ha sido calificada por Juan Jacinto Muñoz Rengel en Radio 3, como “transida por la aparición de lo inquietante, de aquello que está por encima de lo ordinario”. Y debo darle la razón, porque Prado sabe encontrar en las historias que narra un contenido metaliterario que está por encima de lo que se cuenta, y es lo que en definitiva termina dándole el sentido último al texto, tal como ocurre con “Summertime blues”.

Diego Prado engrana con pulcritud de relojero una serie de temáticas en su última entrega, que vinieron a conmover a la juventud de los años cincuenta y sesenta en una especie de huida de la realidad, o de búsqueda de un camino iniciático si lo desean, que los apartara de la sombra de lo cotidiano y que revolucionaron no solo el mundo de la música, sino también las conciencias de toda una generación que se vio abocada a la incomprensión y al hastío, de ahí la necesidad de encontrar veneros nuevos por los que transitar. Y claro que los encontraron, rompiendo con lo establecido y elevando a categoría otra forma de observar y de vivir el mundo.

Esa búsqueda, esa orfandad social, supuso la eclosión de nuevas músicas, nuevos textos literarios, el nacimiento de comunas, el antibelicismo, el consumo desmedido de alcohol y drogas duras, los movimientos antisistema que aún perduran, la aparición del individualismo y la desafección de la política y de los juegos del poder.

En ese ambiente se desarrolla esta novela, que va trazando círculos de afectos en un pequeño pueblo del Oeste norteamericano, donde nunca ocurre algo digno de mención, y cuya pasión por el rock and roll y las promesas dadas en los primeros amores, nos lleva a viajar por Inglaterra, España, Francia y el posterior retorno al pueblo del que se partió para encontrar eso que se denomina el eterno descanso.

Por medio, el alistamiento a la guerra de Vietnam, esa maldita beligerancia de guerrillas que hundió hasta las más profundas cloacas el poderío militar norteamericano y el orgullo de todo un país, y que aún sigue martilleando las conciencias de muchos ciudadanos de la entonces primera potencia económica y bélica del mundo.

Pero, lo resaltable de “Summertime blues”, aparte de pasear al lector por los lugares descritos y hablarnos de las músicas de la época, el rock and roll, el blues, el country o el jazz, y de ciertas figuras míticas de la época, es la mirada que imprime el narrador a cada uno de los personajes que describe, de tal manera que, en esos lazos de amistad y de connivencia por conseguir un objetivo, por muy descabellado que sea, la tal misión se convierte en un objeto prioritario y en el sello que los amalgamará durante toda una vida.

A pesar de la intriga que el autor despliega a lo largo de algunos pasajes, y las diferencias manifiestas entre una generación con la siguiente, como es de norma, Diego Prado cierra el círculo de las mismas ofreciéndonos una novela donde la realidad y la ficción se aparean sin perder en momento alguno la credibilidad, elemento necesario e imprescindible del decir narrativo.

Summertime Blues” no es una novela para adolescentes ni para “carcas” que vivieron, sintieron y bailaron con esas músicas y de los que aún quedamos bastantes, sino, un texto necesario que se acerca a la condición humana, mostrando los arañazos que el paso de los días y de las circunstancias de cada cual, deja en las personas, marcándolas con una forma de hacer y de estar que identifica una época determinada. Diego Prado ha conseguido salir airoso de un texto no fácil de enjaretar y que merece ser leído.

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