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Juan Belmonte Aparicio
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Juan Belmonte Aparicio (Foto: Elena Palacios)

Entrevista a Juan Aparicio Belmonte: “La literatura necesita elementos llamativos”

Autor de “Pensilvania”
Por Javier Velasco Oliaga
lunes 20 de junio de 2022, 12:30h

Pensilvania es uno de los cincuenta estados de los Estados Unidos de América; no sabría localizarlo en el mapa, no me importa. Los americanos no saben localizar a España en el mapamundi y eso que muchas de sus tierras fueron conquistadas por españoles. La “Pensilvania” de Juan Aparicio Belmonte hace referencia a ese estado estadounidense, pero en la novela es más bien un estado emocional, el del autor que pasó cerca de un año por aquellas inhóspitas tierras. “Está en la misma latitud que España, hace un calor muy parecido, pero más húmedo. Es muy desagradable”, me aclara el autor nacido en Londres.

Pensilvania
Pensilvania

“El título lo elegí por una cuestión meramente evocadora. Podría haber sido más específico, pero me decanté por su sonoridad”, dice Juan Aparicio nada más iniciar la entrevista y añade “aunque el narrador se llame como yo, no soy yo exactamente. El libro es una novela, no unas memorias”. “Pensilvania” está basada en hecho reales, sobre todo en tres: la estancia de un año en Estados Unidos; su visita, por motivos de salud, a un hospital madrileño por un problema de corazón y la agresión que sufrió el autor a manos de unos extremistas de derechas en la conocida plaza de los Cubos del barrio de Arguelles. “A partir de ahí, tuve que construir un personaje que llegase al lector”, apunta.

“Esos hechos que son muy concretos acaban condicionando a la novela y al narrador. Hago un repaso vital de mi vida en el libro. En USA me veía aislado y había una atmósfera a la que no estaba acostumbrado. En la casa donde estuve once meses se vivía la religión de forma muy intransigente. En la novela, tuve que aventurarme a través de la imaginación para salirme de ahí e ir hacía otros ámbitos más generales”, explica el autor radicado en Madrid.

Pensilvania” transcurre en dos espacios temporales, el de la adolescencia del narrador, que se va a vivir a Estados Unidos, y otra más actual que coincide con su madurez. Va pasando de uno a otro tiempo de forma alterna. “El orden de la novela me apareció de una manera muy intuitiva. Lo iba construyendo por intuiciones según me iba pidiendo el cuerpo. Soy consciente de que es una manera que surge sobre la marcha y que puede terminar en algún callejón sin salida. Si cuaja y sale bien suele ser más brillante que cuando uno escribe a priori un esquema. Contraponer los aspectos de la vida de una persona tiene sus riesgos, pero también sus satisfacciones”, expone el autor. Aparicio contrapone esa vida adulta con la adolescencia y muestra el poso que le han dejado sus experiencias.

La familia estadounidense le acoge como si fuese un hijo suyo, de religión protestantes evangelista y se denominan los Nacidos de Nuevo Cristianos. Para ellos, el objetivo de sus vidas no es ser una buena persona si no llegar al cielo y que Cristo llegue a su corazón. Tenían una manera de vivir muy particular. Pedían a Cristo todos los días que les cambiase. “Pero conmigo no lo hizo, alguna debilidad debí tener. ¡Sus conversaciones eran muy radicales! Todo esto fue muy revelador para mí y muy extraño”, confiesa el escritor.

Su madre americana, Rebecca, está muy presente a lo largo de toda la novela. “Era muy extraño cómo me relacionaba con ella. Siempre hubo un conflicto materno-filial. Yo, como joven no deseaba seguir el cauce que marcaba la madre, pero tenía un complejo de culpa por no atender al consejo materno. El sentido común me llevaba por otro camino y eso me generaba intranquilidad. Recuerdo que en las bodas sólo se suele discutir por temas de política o de religión. Una cosa son las opiniones y otras los afectos y aunque no comulgase con sus ideas la quería”, expone.

“Para escribir una buena novela, los conflictos son fundamentales”

Rebecca murió más tarde cuando Juan ya vivía en Madrid. Siempre la recordó de manera cariñosa. “Con la muerte de un ser querido se suele hacer una idealización. Nos solemos quedar con los mejores recuerdos, pero hay de todo. La muerte de una persona te impide tener segundas oportunidades con ella, de ahí que haya que aprovechar todas las oportunidades”, reflexiona Juan Aparicio Belmonte.

A la familia con la que estuve ese año, no la escogieron sus padres. De hecho, la niña que estuvo en casa de sus padres no era la hija de Rebecca. “Fue todo muy extraño. Un mecanismo muy americano que no era un simple intercambio. En aquel entonces, yo hablaba con mis padres sólo cada 15 días. Fue un año largo, pero intenso en el que iba mucho a la iglesia", evoca.

La madurez te hace ser más tolerante

El personaje principal de "Pensilvania", evidentemente, es él, pero tamizado por la literatura. “Hice una síntesis de muchos personajes aunque hay pasajes en los que soy yo como en el que cuento mi gusto por la pintura y la caricatura -Juan es humorista gráfico en 20 minutos donde firma como Superantipático-. Me he intentado mantenerme a salvo para no abochornarme totalmente. No quería hacer un ejercicio de honestidad pornográfico. Tuve que elaborar una construcción como hago en mis otras novelas, hasta tal punto que me olvidé que era yo mismo para seguir una línea de coherencia y verosimilitud. Estoy de acuerdo en todo lo que el protagonista dice, pero yo no soy tan radical. La madurez te hace ser más tolerante, antes era más de blanco y negro”, explica Juan Aparicio.

Pensilvania” rezuma humor por lo cuatro costados, como sus anteriores novelas. En esta ocasión es un humor a posteriori. Por ejemplo, la agresión que sufrió a las puertas del búrguer de Princesa no tuvo nada de humorístico. Fue muy sórdida, pero al volverlo a contar ese hecho utilizó el humor. "Como dijo Woody Allen, la comedia es tragedia más tiempo. Le das tiempo a una situación dramática y se convierte en comedia. Cuando hago un repaso de esas situaciones, lo barnizó con humor y todo cambia. Aún así creo que tengo una perspectiva dramática de la vida.

Respecto a la forma de vivir estadounidense, Juan Aparicio Belmonte tiene sentimientos encontrados. “Ellos construyen su vida en base al sueño americano, si quieres comerte el mundo lo puedes hacer, piensan ellos; y si pierdes, la culpa es sólo tuya, no hay excusas. Si fracasas es porque te lo mereces. Aunque yo creo que también tenemos derecho al fracaso. Por otra parte, la envidia está muy mal vista, todo lo contrario que en España. Si hablas mal de la gente, te conviertes en un loser”, opina.

“El sistema educativo americano está diseñado para encontrar los talentos de cada uno. Te dirigen y te obligan a matricularte en los estudios para los que lo el alumno está capacitado. Sin embargo, en España los profesores apenas se preocupan por las facultades de los alumnos. Creo que el profesor debería estar de atento a los puntos fuertes de los alumnos y potenciarlos”, razona Juan Aparicio. En sus clases de escritura creativa que da en el Hotel Kafka procura hacerlo. “Me suelo fijar mucho en los alumnos. Siempre hay alumnos que te sorprenden mucho y que consiguen unas evoluciones asombrosas. Hay que dejar fuera los prejuicios y dar oportunidades a todos”, explica el escritor.

Volviendo a “Pensilvania”, Juan Aparicio Belmonte sostiene que “para escribir una buena novela, los conflictos deben ser fundamentales. Lo que uno cuenta en literatura es lo que ves a tu alrededor. Si no te pasa nada no se lo cuentas a nadie si hay un conflicto nos desahogamos. Contamos lo que se sale de la norma o lo conflictivo. La literatura necesita de elementos llamativos”.

Para finalizar, Juan Aparicio nos descubre algunos de los secretos de su nueva novela, “siempre ha habido un cierto intimismo desde mi primera obra. Siempre he sido muy sarcástico, quizá en exceso, pero en esta ocasión, he querido ser más amable porque creo que así se llega a más gente; el narrador de “Pensilvania” lo es, mucho más que otros narradores míos que tenían una ironía muy sardónica. Creo que seguiré por ese camino, que es lo que realmente me sale. No suelo ser amable conmigo mismo. Si no te das caña no tienes legitimidad para tocar otros ámbitos”, concluye el autor.

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