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Ramón Tamames
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Ramón Tamames

“DON QUIJOTE EN LAS CORTES”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
miércoles 29 de marzo de 2023, 06:58h

Hagamos abstracción de lo ideológico. ¿A qué asistimos durante la moción de censura protagonizada por Ramón Tamames? Más que a un debate político, a una escena quijotesca cruzada con otra pedagógica. Un Don Quijote de 89 años, sin otra armadura que la de un viejo profesor, daba su última lección, en fondo y forma, a un Congreso de adolescentes.

¿Qué es un adolescente? Aquel que adolece. En lo que nos ocupa, aquel que desprecia el valor de la palabra incluso en lo que debería ser el templo de la oratoria. Un cáncer nacional, convertir las tribunas en trincheras. Nada importa la razón de la censura, nadie escucha a nadie. Pero si la palabra carece de sentido allá donde se parla, ¿para qué queremos un Parlamento?

Había que verlos. Adolescentes de cincuenta años. La sonrisa entre sanchopancesca y condescendiente del gañán ante eso que antes se respetaba como la voz de la experiencia y el conocimiento. No es una cuestión política. Nuestro tiempo desprecia la vejez. Confunde senectud con senilidad.

Clemenceau accedió a la presidencia a los 76 años. Llevó a Francia a la victoria en la Gran Guerra y resultó decisivo en el la Europa que nació del Pacto de Versalles. Más sabios que nosotros, que lo llamamos el Viejo, los romanos marcaron con tres nombres a su gran legislador, Catón: lo llamaban Catón Maior, Catón Sapiens y, no por nada, Catón el Censor, ya pasados los 80. Sus palabras, dolieran a quien dolieran, se valoraban como un enriquecimiento para la República.

Así lo entendía Platón, aunque se lo discutiera Aristóteles. Para éste la vejez sólo era sinónimo de decrepitud física. Para su maestro, si iba acompañada de inteligencia, comportaba una ascensión hacia la plenitud de nuestras capacidades: “Nos hace más lúcidos, menos susceptibles de ser manipulados por los discursos engañosos que fascinan a los jóvenes”.

Que España no es país para viejos ya lo sabíamos. Que estemos en manos de analfabetos es una conquista de la modernidad. “No hay jóvenes ni viejos salvo entre los mediocres” -escribe Hesse en su Elogio de la vejez-, “los que poseen un don y se diferencian de los otros, están por encima de cualquier edad”. ¿Pero quién lee hoy a Hesse?

La medida de nuestra retórica parlamentaria nos la da el criterio de selección en las cúpulas de los partidos. El mérito, el criterio propio, más que valores son lacras. ¿Dónde está escrito que una moción de censura deba resolverse con una sesión de investidura? Justo en ese diario de sesiones donde investir sigue siendo sinónimo de embestir.

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