El periodista, traductor y escritor Alberto Gómez Vaquero, que dirige una agencia de comunicación, hoy se sienta con nosotros no para hablar de los libros de otros escritores, sino de su última novela, "Cuando el río vuelva", publicada por la Editorial Carpe Noctem, 2025. Un libro que habla de esa adolescencia trágica en la que, la mayoría de nosotros, sentíamos que no encajábamos en ningún sitio. Es un grito; un aprendizaje en la búsqueda de la propia identidad en ese paso de la adolescencia a la vida adulta; es la necesidad de pertenencia, el descubrimiento del amor y el sexo; de la amistad y el dolor dejándose guiar por la brújula que señalan los libros. Unos libros que marcan su vida y su crecimiento interior. La novela se ubica en un pueblo castellano, aislado en lo geográfico y en lo social, porque Alberto buscaba un espacio simbólico que le permitiera hablar de esa sensación de soledad, de estar encerrado que tiene el protagonista; la muralla y las montañas crean ese doble círculo del que es muy difícil salir. Un aislamiento que la propia naturaleza te impone. Como símbolos, la muralla y la iglesia, que permanecen inmutables. Las casas y el resto del paisaje van cambiando, pero la muralla y la iglesia, o el castillo y la iglesia no, son como dos símbolos de poder eterno. Cuando el río vuelva es también un libro de libros. Y una pequeña venganza de Alberto Gómez. A través del maestro del pueblo, los libros van marcando el viaje interior del protagonista y, nos confiesa el autor, son los que le hubiera gustado leer a su edad porque sólo tenia a mano los que le llegaban a través de “El Bibliobús”, una biblioteca ambulante de la Junta de Castilla y León que, aún hoy, recuerda con cariño y agradecimiento.
Piensa el escritor que hay que escribir de lo que conocemos y nos ha emocionado, independientemente de si nos duele o no, contraviniendo el consejo del maestro coprotagonista, y echa de menos tener más humor a la hora de plasmar sus historias. Para él, como lector, las mejores novelas, y las que más disfruta, son las que cuentan aquello que solo el autor sabe y que sólo él puede contar. Eso es más real. No sólo hay que tener maestría técnica, “ángel”; para escribir bien, hay que tener el “duende” del que hablaba Lorca. Cuando el río vuelva narra la historia de un adolescente que no se atreve a vivir, que cumple sus fantasías a través de los libros y que llega a identificarse tanto con los personajes que cada vez se aparta más de las personas. Leer puede ser como una especie de droga y te puede aislar de todo el mundo. En contra de lo que dicen muchos escritores, yo no estoy muy a favor. Leer está bien a favor de la vida, pero aislarse en una biblioteca y renunciar al mundo puede parecer muy romántico, pero al final... estás renunciando a la vida. Asevera. Cuando me encierro a leer sé que aquí voy a estar bien, no voy a sufrir, no participo... Pero creo que siempre te pierdes algo y la vida, que es la única que tenemos, en todas sus complejidades y, en la medida posible, hay que intentar vivirla y padecerla a veces. Y el protagonista, a través de la música en inglés, que no entendía - Guns N´Roses, Metálica, Mötley Crüe, Bon Jovi o Red Hot Chili Peppers-, y los libros que le recomendaba el profesor -Sabatini, Stendhal, Rilke, José María Castellet, Félix Grande, Márquez, London, Flaubert, Dickens, Verne, Lorca, Neruda…-, se va anclando en ese deseo trágico de la adolescencia de ansiar que todo haya sucedido ya, Pero querer que todo ya haya pasado es una forma de desear tener la vida atrás y... Es un deseo de muerte al final.
Alberto Gómez Vaquero juega con una doble utopía en su novela. La primera está dentro de la novela que es una broma interna, dentro de dos personajes, que remita a una imposibilidad porque, efectivamente, el reloj nunca vuelve atrás. Me servía para jugar con un doble sentido. Por un lado, el título, “Cuando el río vuelva”, porque, como el río no puede volver, remite a esta imposibilidad vital de deshacer lo hecho. Por el otro, uno puede remontar el río frente a esa imposibilidad manriqueana; digamos que uno puede remontar el río a través de la memoria y de la escritura, lo que es un consuelo. Confiesa el autor que este libro me ha servido para reconciliarme un poco con mi pasado, con quien yo fui, con la gente que me rodeó y también con el hecho de escribir. Un proceso largo que lleva años, reconciliarse con la memoria personal, con el pueblo también, con el pensar que todo lo importante que pasaba estaba en la gran ciudad, con no entender a tus padres ni preocuparte por tus abuelos… y, sobre todo, con el hecho de escribir, porque ha vuelto a hacerlo con la sonrisa de cuando se enfrentaba al folio en blanco las primeras veces. Lo que he disfrutado mucho es volver a ser un adolescente porque hay un punto de irresponsabilidad en la adolescencia que es muy bonito. Y, por supuesto, ha encontrado su identidad, bromea, “no se come la cabeza tanto como el protagonista”. Ahora acumulo libros porque me estoy vengando de todos los que no tuve pequeño. El autor no solo se para en detallar el deleite que se extrae del dolor de las almas atormentas, también en las descripciones que nos trasladan a un pueblo amurallado y aislado y juega con el vocabulario castellano tan en desuso y desconocido ahora. Le gusta esa inmersión un poco castellanista, como la define. Me gusta mucho controlar la frase, controlar los personajes. Esto es lo que me obsesiona un poco a nivel técnico. Respecto a los personajes, deja que evolucionen sin encorsetarlos, para después, en una segunda, tercera, cuarta, o quinta revisión, meterles un poco en vereda. A veces se dejan y a veces no. Como ocurrió con el profesor, que ha pasado a coprotagonista naciendo como personaje secundario. Afirma que, cuando empieza una obra, yo sé más o menos dónde estoy y dónde quiero llegar, pero lo que pasa entre medias también es parte de la diversión de escribir. Pero luego me obsesiona controlarlo. Y cita a Flaubert: “no son las perlas las que hacen el collar, sino el hilo”. Y me gustan las novelas, no como lector, pero como escritor sí, me gustan las novelas hilvanadas y cerradas y un poco compactadas. La próxima novela de Alberto Gómez Vaquero ya no será sobre la adolescencia; ese capítulo de su obra como escritor ya está cerrado. Habrá que esperar un poco para poder leerla, porque, confiesa, es un autor que se toma su tiempo. De momento disfruten de Cuando el río vuelva y si no han leído los que aparecen aquí, es buen momento para que hagan caso de sus recomendaciones, como hace el profesor de su historia. Puedes comprar el libro en:
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