Purísima es su Beatriz corriendo por sus brazos en el fulgor del recuerdo, marca a fuego de la pasión adolescente-niña que albergó el idilio puro, blanco, de todos en el primer amor. Nos inquiere, nos replantea la bio de nuestro propio origen sentimental. Un vivir abrazado a un retrato en la blancura total lunar, desnuda-desnudez del exótico deseo que asoma en la ingenua niñez. Retrato del retrato que crea la mente del corazón con un resplandor que se ha ido en su danza y ha vuelto para ser escrita en aquello que se ha idealizado. Seguir el sueño de lo que se ha creído amar y perdido regresa como chispas en la sombra que ya no es lo mismo. Bello libro con ilustraciones en blanco y negro con fotos en la desnudez amada, sombras de Botticelli
El punto decisivo es la perspectiva fija de anonadación en esa fuga infinita amorosa como atractores en una encrucijada ente las configuraciones finitas y sus recargas que coaccionan este enviscado amoroso vivencial-existencial instalando su hábitat. Venenoso fulgor que se escribe en un lirismo romántico con bellas palabras de significantes que retrotraen a ese amor perdido y pasado por los ojos que amaron en una niñez de los primeros encuentros. En un idioma corporal un idioma de secretos, labrando amores tristes con el nombre del dolor definitivo. Lo leído hasta la ceguera, queda resplandeciendo en el ser entre sombras y silencios con sus letras que vienen a escribirla. Un corazón de pluma conversando con la noche, abrasado a su cielo. Quién silba esta canción está sentado en su oscuridad, bordada en su boca con el fulgor mortal de las estrellas. A través de esta enjambrazón de cristales por los cuales se ve el reflejo de lo que se amó, no se amó, ¿creyó? como algo que tal vez ni existió pero si en el corazón de la pasión. El amoroso oído escucha lo dicho y se muere por ese mal dicho, desvelado entre sabanas y veneno de un fervor que quema y duele de no olvidar.
Cantares que se ahogan en el falso lugar golpeando como un yunque y muere, muere con todo el amor que cabe. Odas y odas a la purísima Aldana, inmaculada de amor primigenio, escolar iluminando esta oscuridad. Un poema como levantar una casa pero para quién como largas cartas que nunca serán enviadas. Un disparo besando el aire para incrustarse en el corazón gigante del desamor que donde vayas irá contigo en palabras imantadas que nunca abandonan el sensorio, que sigue aún el sueño como quien respira su incendio. Producir infinitos en la inmersión en lo sensible como en no hacer otra cosa que pensar en las prendas de ese amor, perdido en la canción, en las palabras, en esa alteridad, en devenires intensivos, como una tos que viene al levantarse o quedar colgado de las alturas. Para saber que uno es nadie y nadie es el mundo.