Los vikingos aparecieron con la máxima violencia posible en la Europa del Alto Medioevo, y de resultas de la misma serían considerados saqueadores de aldeas y de personas inermes, a los que exterminarían con aquellas hachas tan citadas en las crónicas del Alto Medioevo. Sus apodos helaban hasta a los propios historiadores que relataban sus andanzas por la Europa de la Alta Edad Media. Desde: ‘Hacha Sangrienta hasta El Deshuesado o Calzones peludos o el Rojo’. En el verano del año 793 d.C., aparecieron frente al monasterio de Lindisfarne, que arrasaron, asesinando a sus monjes, sus criados y masacrando hasta a su ganado. Este lugar sería denominado como la Isla Santa, y está situado a tres kilómetros de la costa de Northumbria. En este pavoroso siglo VIII, era un emporio de sabiduría y de cultura, ya que allí se habían escrito los denominados como Evangelios de Lindisfarne. La obra es preciosa, ya que es uno de los mayores tesoros del mundo anglosajón, y sería elaborada por un eremita y orfebre cuidadoso e inteligente llamado Billfrith. Este texto se realizaría en honor de San Cutberto (ca. 634-687), quien habría sido su primer abad. Está claro que los libros de los santos, y el orar a Dios Todopoderoso no les pudo librar de la masacre realizada por los vikingos, sedientos de sangre y de riquezas. Durante la marea alta, la desprotección del cenobio era absoluta, ya que sus arenosas ensenadas eran perfectas para el desembarco más sencillo de las largas naves de poco calado de los vikingos. Analizaré como pudo ser el hecho luctuoso y sangriento ocurrido a los desarmados monjes, tal como lo narra, estupendamente, y con gran realismo, la profesora Barraclough. “Tal vez los monjes estaban rezando o haciendo sus tareas o almorzando cuando les llegó la noticia de que unas naves desconocidas se acercaban a la costa. Quizá se apresuraron a salir a ver qué era tanto alboroto, o se atrincheraron y rezaron con el fin de salvarse. Cualquiera que fuese su reacción, los acontecimientos que siguieron fueron más brutales de lo que nadie hubiera podido imaginar. Con las armas en sus manos nudosas y curtidas por el mar, los vikingos cayeron sobre Lindisfarne ‘como avispas con su aguijón’ y ‘lobos temibles’, según describió Simeón de Durham, escritor del siglo XII. Saquearon el monasterio, arrancaron los altares y se apoderaron de todos los objetos de valor que encontraron. Degollaron a los monjes o los condujeron al mar para ahogarlos. A los más afortunados se los llevaron ‘desnudos y cargados de injurias’, mientras que ataron a otros, presumiblemente con destino al mercado de esclavos”. No existe ningún testimonio histórico o historiográfico de lo que realmente ocurrió, en ese momento histórico concreto. Cuando la noticia llegó al resto del país de los anglosajones, el estupor fue fuera de serie e inenarrable. Se llegaba a la convicción de que aquella catástrofe genocida podría ser el presagio del juicio final. Uno de los primeros receptores de la noticia, sería un monje muy erudito y canciller o mayordomo mayor del emperador del Sacro Romano Imperio Germánico, Carlomagno, quién conmocionado le comunicaría la calamitosa noticia al Rey Etelredo de Northumbria; y era Alcuino de York. “Nunca antes había conocido Gran Bretaña un terror semejante al que ahora hemos sufrido por parte de una raza pagana ni se pensaba que se pudiera hacer semejante incursión desde el mar. He aquí la iglesia de San Cutberto salpicada con la sangre de los sacerdotes de Dios, despojada de todos sus ornamentos. La calamidad de vuestra tribulación me entristece grandemente todos los días, aunque estoy ausente; cuando los paganos profanaron los santuarios de Dios y derramaron la sangre de los santos en torno al altar, asolaron la casa de nuestra esperanza, pisotearon los cuerpos de los santos en el templo de Dios como estiércol en las calles. (…) O esto es el comienzo de una mayor tribulación, o bien los pecados de los habitantes la han provocado. Ciertamente, no ha sucedido por casualidad, sino que es señal de que alguien lo merecía. Empero, ahora, vosotros, los que quedáis, manteneos firmes, luchad con valentía, defended el bando de Dios”. Este comienzo sería lo que haría exclamar, en las iglesias católicas del continente, aquella jaculatoria pedida a Dios Todopoderoso de que librase a los europeos cristianos del terror de los hombres del norte. Estos expertos marinos vikingos se atrevían contra todo y con todo, e inclusive se enfrentarían al Islam, que habitaba y hasta dominaba en algunos de los territorios de la Hispania de la Alta Edad Media. Durante cerca de doscientos años sembrarían de sangre, terror, sudor y lágrimas a Europa. No obstante, cuatro o cinco años antes de Lindisfarne, ya los vikingos se habían enfrentado en Dorset a los anglosajones, asesinando al funcionario real que los fue a recibir, para llevarlos ante el monarca. “En aquellos días, llegaron, por primera vez, tres naves de los nórdicos y el funcionario real bajó a caballo a su encuentro. Quería llevarlos a la ciudad del rey porque no sabía quiénes eran, pero allí lo mataron. Estos fueron los primeros barcos de los daneses que buscaron la tierra de los ingleses”. Los barcos vikingos, inherentes a su idiosincrasia, siempre fueron los muy manejables y veloces drakkars. Entre los años 1010 y 1016, el arzobispo Wulfstan de York consideraba a los escandinavos de una forma muy negativa, y creía que los fieles cristianos se habían apartado de la verdad revelada, por lo que de esta forma serían la causa obvia de atraer al propio diablo que eran los vikingos. “Hay aquí asesinos de hombres y de parientes, y asesinos de sacerdotes y personas que aborrecen los monasterios; y hay aquí perjuros y asesinos; y hay aquí rameras y asesinos de niños, y muchos asquerosos fornicadores adúlteros; y hay aquí hechiceros y valquirias; y hay aquí saqueadores y ladrones, y robadores de los bienes del mundo, y, por decirlo en breve, innumerables crímenes y fechorías”. Según lo que circulaba, en esa época, entre los escandinavos, la palabra VÍKINGR se refería a todo aquel noruego, sueco o danés que se dedicaba a la navegación fuera de Escandinavia, buscando aventuras y, sobre todo, botín. ‘Se fue de víking en verano y consiguió un gran botín’. Por consiguiente, la palabra vikingo se refiere a una actividad social, bélica y de rapiña, y no a un grupo étnico o social. Los anglosajones de la Alta Edad Media también sabían diferenciar claramente la semántica del vocablo. «El mundo vikingo contado a través de las sagas nórdicas. A finales del siglo VIII, los vikingos irrumpieron en la escena internacional con brutales incursiones y matanzas, pero esa es solo una parte de la historia. A lo largo de la Edad Media, los nórdicos navegaron a multitud de lugares, donde no solo saqueaban, sino que también comerciaban, exploraban y colonizaban nuevas tierras, se encontraban con razas desconocidas y se embarcaban en peregrinaciones y cruzadas. Así, hacia el norte, viajaron a los yermos de la Escandinavia ártica; hacia el sur, al corazón políticamente turbulento de la Cristiandad medieval; hacia el oeste, a través de los mares salvajes, hasta Groenlandia y los confines del continente norteamericano; y hacia el este, por las vías fluviales rusas, comerciando con plata, pieles y esclavos. Con la ayuda de magníficas ilustraciones a todo color, Eleanor Rosamund Barraclough nos invita a explorar este mundo mediante las historias que los vikingos contaron sobre sí mismos en las sagas, donde los hechos históricos se entremezclan con la más desbordante fantasía, y en las que troles, dragones y pueblos míticos comparten páginas con exploradores, comerciantes y reyes. Al incorporar los últimos hallazgos arqueológicos y documentales, ‘Más allá de las tierras del norte’ es una obra fundamental para comprender la visión que los nórdicos tenían del mundo y de su lugar en él». Real y efectivamente estamos ante una conspicua editorial que, desde mi punto de vista de medievalista, está enriqueciendo el bagaje historiográfico de la Historia del Alto Medioevo, y, asimismo, de la Edad Antigua; que es la doctoral en la que me muevo, me ocupa, me interesa y me preocupa. Desde el siglo XIX, los autores de novela histórica y del ensayo en Historia se han acercado a este pueblo tan singular, verbigracia Sir Walter Scott. Se han conseguido estudiar ya las runas, y los pueblos que los padecieron en sus rapiñas, y nos han dejado un importante bagaje historiográfico sobre ellos mismos. Deseo indicar, asimismo, como el compositor alemán de música culta o académica, Wilhelm Richard Wagner (1813-1883), se encargó, de poner voz a todos los dioses y héroes de las leyendas nórdicas, escribiendo sobre el paraíso de los guerreros muertos en combate, o sobre las valquirias. Sería, lamentable y equivocadamente, el gran compositor alemán citado el que crearía, error total y absoluto, los cascos de cuernos para cubrir las cabezas de los vikingos. Algo absolutamente falso y, que, además, hubiese sido de una total incomodidad para poder guerrear con cierta soltura y libertad. Esto es lo que se puede analizar sobre este volumen, de mucha calidad y que sigue llenando todo la precisa, justa y necesaria bibliografía sobre los Hombres y las Mujeres del Norte, vikingos o normandos. Se deben poner, además, algunos libros para estudiar el hecho. No obstante, ¡Plena recomendación! «Eleanore Regina Anglorum, Salus et Vita. ET. Regis Regum Rectissimi, Prope est Dies Domini». Puedes comprar el libro en:
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