El “Carpe diem” en el Renacimiento españolFrancisco de la Torre, (¿1534 - 1594?), poeta español de la segunda fase del Renacimiento, perteneciente a la Escuela de Salamanca, que no hay que confundir con el poeta homónimo de la primera mitad del XVI.
Oda 1
Mira, Filis, furiosa onda, que sigue y huye la ribera y torna presurosa, echando al punto fuera del agua el peso de la nao ligera. Aquellas despojadas plantas, que son estériles abrojos, solían adornadas de cárdenos y rojos ramos, luzir ante tus bellos ojos. Vino del Austro frío invierno yerto y abrasó la hermosa gloria del valle umbrío y derrivó la hojosa corona de los árboles umbrosa. Agora que el Oriente de tu belleza reverbera, agora que el rayo transparente de la rosada Aurora abre tus ojos y tu frente dora, antes que la dorada cumbre de relucientes llamas de oro húmeda y argentada quede, inútil tesoro consagrado al errante y fijo coro, goza, Filis, del aura que la concha de Venus hiere; dado que apenas se restaura el contento pasado, como el día de ayer y el no gozado.
Vendrá la temerosa noche de nieblas y de vientos llena, marchitará la rosa purpúrea y la azucena nevada mustia tornará de amena. Francisco de la Torre: Poesía completa. Madrid, Ediciones Cátedra, 1984. Colección LetrasHispánicas, núm. 207. María Luisa Cerrón Puga, editora literaria.
Edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
Las poesías de Francisco de la Torre (¿1534?-¿1594?) son de gran sencillez en la expresión, compatible con la perfección formal. En la Oda 1, -que conforman siete liras -trata el poeta el tema del “Carpe díem”, en versos de tono melancólico. Y son las liras cuatro y cinco las que describen la hermosura de la mujer -según el arquetipo renacentista-, antes de que se convierta en “inútil tesoro / consagrado al errante y fijo coro” (versos 24-25); una mujer de esplendorosa belleza, frente y tez sonrosada, ojos grandes y brillante, y cabello rubio (versos 16-22). Y esta descripción destaca por la fuerza plástica de las hiperbólicas metáforas, presididas por la temporalidad que introduce el adverbio agora: “el Oriente reverbera de tu belleza” (versos 16-17, deshecho el hipérbaton); “el rayo transparente / de la rosada Aurora / abre tus ojos y tu frente dora” (versos 18-20, que incluyen dos quiasmos: el primero está formado por “nombre+adjetivo/adjetivo+nombre [“rayo transparente/rosada Aurora”] y, el segundo, por verbo+nombre/nombre+verbo [“abre tus ojos/tu frente dora”]); “la dorada / cumbre de relucientes llamas de oro” (versos 21-22, en los que para describir el color rubio del cabello se lo compara con el oro que, además, despìde llamas relucientes; y ahora el encabalgamiento favorece la intensidad metafórica). Las obras de Francisco de la Torre fueron editadas modernamente -con prólogo y notas- por Alfonso Zamora Vicente en la colección “Clásicos Castellanos”, de Espasa-Calpe, en 1944; y, posteriormente, en 1984, por María Luisa Cerrón Puga en Ediciones Cátedra.
Las hebras d'oro puro, que la frente cercan en ricas bueltas, do el tirano señor texe los lazos con su mano, Í arde'n la dulce luz resplandeciente,
cuando el ivierno frío se presente, vencedor de las flores d'(e)l verano, el purpúreo color tornando vano, en plata bolverán su lustre ardiente,
I no por esso Amor mudará el puesto, qu'el valor lo assegura i cortesía, el ingenio i del'alma la nobleza.
Es mi cadena i fuego el pecho onesto, i virtud generosa, Lumbre mía, de vuestra eterna, angélica belleza. Fernando de Herrera: Sonetos. Edición digital.Ramón García González, editor literario.
Edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/portales/fernando_de_herrera/
Original presentación de "Dó vas cruel, dó vas?”, de Fernando de Herrera, montado por Artpoética. https://www.youtube.com/watch?v=R66EiZyLBs8
Es este un soneto de hechura manierista -refinado y artificioso- en la que queda reflejada la poética de Fernando de Herrera: la búsqueda de un nuevo lenguaje poético basado en la ornamentación. Y de ahí la continua abundancia de metáforas; de estímulos sensoriales -fundamentalmente cromáticos, porque con ellos se capta y traslada mejor la belleza que produce placer estético-; de adjetivos de carácter epíteto que refuerzan el mundo metafórico; de hipérbatos que retuercen la sintaxis; de cultismos que aportan erudición...; en definitiva, de toda una gama de variados recursos retóricos que sirven de nexo entre la sencillez de Garcilaso de la Vega y las complejidad del culteranismo de Luis de Góngora. Herrera afronta el tema del carpe díem introduciendo -si lo comparamos con el tratamiento dado por Garcilaso de la Vega- ciertas peculiaridades conceptuales que se concentran en el primer terceto: el deterioro físico que se experimenta con el paso del tiempo -ese “tirano / señor” al que se alude metafóricamete en los versos 2 y 3, con encabalgamiento incluido- no alcanza ni al sentimiento amoroso -el “pecho honesto”, del verso 12-, que perdurará incluso más allá de la muerte física (verso 9: “I no por esso Amor mudará el puesto”), ni a ciertas cualidades humanas inscritas en el alma (versos 10 y 11: “qu'el valor lo assegura i cortesía, / el ingenio i del'alma la nobleza”), entre las que se encuentran, pues, el valor, la cortesía, el talento y la nobleza, que con la vejez no se extinguen, y que garantizan la belleza eterna -la perpetuidad del amor- a la que el propio poeta está encadenado, según expresa en el segundo terceto (versos 12-14: “Es mi cadena i fuego el pecho onesto, / i virtud generosa, Lumbre mía, / de vuestra eterna, angélica belleza”); un tercero que, deshecho el fuerte hipérbaton que contiene, habría que entender en estos términos: “el pecho honesto de vuestra eterna y angélica belleza es mi cadena, fuego y virtud generosa”. Y mediante la antítesis ivierno frío/flores d'(e)l verano se identifican los efectos de la juventud (cabellos rubios, color rojo del semblante, con piel tersa, belleza pujante...) -comparados metafóricamente con el colorido y vistosidad de las flores en plena eclosión-, en contraposición con la decrepitud de la vejez, que terminará por anular esa juventud que relucía como si fuera perenne (versos 5-6: “cuando el ivierno frío se presente, / vencedor de las flores d'(e)l verano”). La inversión del orden cronológico -aparece en el soneto primero la vejez (verso 5: “ivierno frío”) y luego la juventud (verso 6: “flores d'(e)la verano”) ayuda a subrayar con más intensidad el contraste entre las dos etapas de la vida, y hace más patético el significado del vocablo “vencedor”, acentuando los efectos de la acción del “tirano señor” (versos 2 y 3). Pero retomemos la imagen de la mujer que el soneto describe. En primer lugar, al cabello rubio se alude mediante una concatenación de refinadas metáforas: “Las hebras de oro puro” (verso 1); un cabello, además de rubio, rizado -unos rizos que rodean la frente: “que la frente / cercan” (versos 1-2)- y abundante: “en ricas vueltas” -nueva alusión a los rizos-” (verso 2); y que es síntoma de la belleza de la juventud, por su carácter ardiente y brillante, capaz de emitir una dulce luz -sinestesia de alto valor expresivo-: “Í arde'n la dulce luz resplandeciente” (verso 4); pero que el despótico paso del tiempo -ese “tirano / señor”- hará desaparecer en su esplendor. En segundo lugar -ya en el segundo cuarteto-, y tomando como referencia el cromastismo de las flores, el poeta sigue haciendo metafóricamente alusión a la juventud, con su brillo esplendoroso y apasionado: “purpúreo color” (verso 7), “lustre ardiente” (verso 8); pero esas “flores d'(e)l verano” perderán su lozanía quedándose en nada (“vano”, verso 7), y se convertirán en canas (“en plata volverán”, verso 8, que contiene un marcado hipérbaton), cuando llegue el “ivierno frío”, esto es, la vejez. O dicho de otra forma: al aproximarse la decrepitud, el sonrosado de la juventud empieza a desaparecer (verso 7: “el purpúreo color tornando vano”), así como el aspecto sano y resplandeciente (verso 8: “en plata bolverán su lustre ardiente”, ya que el color blanco del cabello indica vejez). Puedes comprar el libro en:
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