En unas cuantas, más de 300 y apretadas páginas el historiador-divulgador nos acerca a cómo y de qué forma se produjo la conquista y colonización del otro gran Imperio de la América Hispana, en este caso sería el de los Incas, y otro extremeño, ahora cacereño de Trujillo, sería el encargado de realizar esta proeza solo parangonable a lo realizado por Hernán Cortés en el Imperio Mexica, este otro también extremeño pero pacense de Medellín. La obra comienza con la creación del mundo incaico por Viracocha, descripción muy rica en detalles, y que merece muy mucho la pena conocer pormenorizadamente. Sería Juan Díez de Betanzos y Araos (Betanzos, 1510-Cuzco, 1 de marzo de 1576), casado con la princesa o Coya/Señora soberana Inca del Cuzco, Cuxirimay Ocllo (esposa primero de Atahualpa, luego esposa por el rito inca de Francisco Pizarro, y luego matrimoniada con el traductor oficial del Cuzco, Juan de Betanzos), bautizada como Angelina Yupanqui (Néstor Taboada Terán/1929-2025- ‘misteriosa, seductora, impúdica, engañosa, dura e independiente’), el que tradujera al dios de los incas, como creador y hacedor de los astros y de los hombres, es decir el ‘Creador de todas las Cosas, lo que podemos entender como Dios Todopoderoso’. Cuando los europeos llegan al valle del Cuzco se encuentran con un conglomerado de señores feudales, llamados curacazgos, y que remedando los patrones del feudalismo en Europa estaban enfrentados en continuas reyertas en la lucha por el poder. A ese caldo de cultivo geográfico y sociopolítico llegarían los incas para tratar de someter, manu militari, a estos pueblos, denominados como sañu, alcaviza y ayamarca. Para sostener todo ese equilibrio era preciso que, en determinados momentos de la historia apareciese un guerrero fuerte y capaz, que pudiese dirigir al resto. En este caso encontraremos al mítico Manco Cápaz, al que se considera el primer monarca legendario de los incas, quien acompañado de su esposa, llamada Mama Oclla saldría del lago Titicaca buscando un territorio donde poder sentar sus reales; el lugar escogido habría sido donde Contiti Viracocha le habría proporcionado una vara para que la hundiese en la tierra, y esta tierra sería nominada como Cuzco o Qosco, que sería ‘el ombligo del mundo’. Sobre este complicado mundo indígena sería sobre el que tratarían de asentarse o, cuanto menos, comprender y conseguir los españoles la colonización, con lo dificultoso que siempre les supuso la cuestión, y los aciertos o los errores que conllevó la adaptación al medio indígena. “Asentados en Cuzco, los incas pusieron en práctica una metodología expansiva que comenzaba con el ofrecimiento de alianzas matrimoniales a los principales curacas. Si estos rehusaban, se les hacía la guerra con una crueldad tal, que precipitaba los acuerdos con los señoríos cercanos. Realizada la conquista, los curacas hostiles eran conducidos a Cuzco y se les sustituía por personas leales al Inca. A la ciudad imperial eran también llevados los hijos de los señores. Conocedores de esta práctica, los españoles la tomaron como modelo para cristianizar a los indios. En 1564, Hernando de Santillán, presidente de la audiencia de Quito, dejó estas reflexiones en su carta al rey Felipe II: ‘Los yngas que fueron señores desta tierra, para conservar su policía y ritos, thenian por costumbre que todos los hijos primogénitos de los caciques y que avian de ser señores, los hazian llevar al Cuzco y allí se criaban y doctrinavan y aprendian sus costumbres y Religión, y cuando sus padres morían, los enviaban a mandar las tierras que heredaban, y a esta semejanza sería bien en cada cabeza de Obispado hacer un colegio y que los que toviesen de ser señores se criasen allí cristianos, porque siendolo ellos mas fácilmente lo serian sus subditos”. Este texto de Hernando de Santillán y Figueroa (¿Sevilla o Valladolid?, ca. 1519-Lima/Virreinato del Perú, ¿8 de junio de 1574 o 7 de junio de 1575?), quien tras ser relator (encargado de realizar los expedientes judiciales ante los organismos jurisdiccionales) de las Reales Chancillerías de Granada y de Valladolid, llegaría en el año de 1550 al cargo de oidor (juez de las Reales Audiencias o Chancillerías y tribunales originarios de los Reinos de Castilla y de León. Escuchaban obligatoriamente a las partes personadas en los juicios) de la Real Audiencia de Lima, y su testimonio jurídico sería muy ilustrativo para llegar al conocimiento del Rey Felipe II. «De Jauja al País de la Canela. De Chupas al Amazonas. Resulta casi imposible separar la leyenda de la historia en el descubrimiento, guerra y pacificación del Perú. Cuando se cumplen 500 años del inicio de la aventura andina de Francisco de Pizarro, sin que se esperen grandes actos de conmemoración, aquellos hechos siguen rodeados de mitos y propaganda. El colapso del convulso mundo indígena, la hazaña de un puñado de españoles y las posteriores luchas entre conquistadores integran una de las mayores epopeyas de la humanidad que, sin embargo, la leyenda negra y el olvido han distorsionado. El investigador Iván Vélez narra desde su esencia la conquista del Imperio inca y el nacimiento del virreinato del que tantos Estados americanos son deudores. Lo hace valiéndose de las fuentes originales y de datos inéditos extraídos de los archivos para devolver la voz a los auténticos protagonistas: a hombres y mujeres que buscaron fama y fortuna, pero que, casi siempre hallaron guerra y hambre. Estos aventureros, crueles e implacables, leídos y soñadores, abrazaron un destino inconmensurable que les elevó a la inmortalidad en los libros de historia. El nacimiento de un Nuevo Mundo solo fue posible tras la derrota del anterior, porque nunca tan pocos vencieron a tantos». Los archivos historiográficos son de un valor incalculable, y únicamente es preciso leerlos y metabolizarlos, evitando opinar como lo hacen todos los controvertidos y recalcitrantes enemigos o adversarios de la Hispanidad, con una total negatividad e incultura ad infinitum. La batalla de Cajamarca (16 de noviembre de 1532), con la subsiguiente captura del Inca Atahualpa (Cuzco o Quito, ca. 1500-Cajamarca, 26 de julio de 1533), último soberano independiente del Tahuantinsuyo o Imperio Inca, es el inicio, sine qua non, para poder establecer el Virreinato del Perú, por medio de la conquista del ya citado Tahuantinsuyo. Está claro, desde mi punto de vista de historiador profesional, que es absurdo y ridículo pedir perdón por los posibles abusos, que sí los hubo, en la Conquista y la Colonización de Hispanoamérica. Todos los Imperios cometieron aberraciones, pero ninguno tuvo tantos controles, cautelas políticas y legislaciones al efecto como el de los españoles. Roma, Asiria, Hatti, Egipto, Persia, Macedonia, Inglaterra, Francia, Rusia o la URSS, China, Japón, Cartago, Francia, Borgoña, Sacro Imperio Romano y Germánico, Bizancio, los Otomanos, etc., entre otros de mayor o menor enjundia, los cuales casi nunca presentaron ese bagaje hispánico de notable alto. En este libro, muy interesante, se analizan un número esencial de ideas que rodean a la Hispanidad, es la terminología de Imperio, Indígena, Esclavo, Guerra y Paz, y todo lo que significaron en su devenir hispanoamericano. “El 14 de noviembre de 1524, el navío Santiago levó anclas en Panamá rumbo al Perú. A bordo de ese barco iban ciento doce españoles en busca de fama y fortuna, de encumbramiento social y enriquecimiento personal, un puñado de indios, cuatro caballos y varios perros”. Esta estupenda forma de describir los hechos incaicos y españoles, nos refiere de forma sucinta, pero prístina, quienes eran y como se iban a comportar los hombres que comandados por el trujillano Francisco Pizarro González (Trujillo/Cáceres/Extremadura-leonesa/Reino de León, ca. 1478-Lima/Virreinato del Perú, 26 de junio de 1541), pretendían conquistar el Imperio de los Incas. El libro presenta un capítulo dedicado a un apéndice documental, que es la Real Cédula aprobando la capitulación concedida por Carlos V a Francisco Pizarro para la conquista y población del Perú, dada en Toledo, el 26 de julio de 1529, firmada por la Reina-Emperatriz de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra y de Granada, Isabel de Portugal (Reino de Portugal/Lisboa, 24 de octubre de 1503-Toledo, 1 de mayo de 1539. “La emperatriz es la mayor lástima del mundo, está tan delgada que no parece una persona”. Parece que murió de Tuberculosis Pulmonar). Los documentos que se enviaron desde América hasta las Españas buscaban siempre beneficios, pero también elementos muy ricos en narraciones, por lo que pueden tener un valor claramente novelesco. Las vidas y las obras de los Conquistadores hispánicos son de una riqueza impresionante, sea para bien o sea para mal. Nunca, por lo tanto, se hicieron tantas cosas, que produjeron admiración o rechazo, según el lugar de nacencia de quien lo juzga, o de los intereses que defiende. En suma, una obra muy recomendable sobre todo lo que ocurrió entre los españoles y los indígenas incaicos, desde el siglo XVI en que ambos pueblos se encontraron. ¡Debe ser leída esta obra! «Libidines ad potiudum incitantur. ET. Dei providentia hominum confusiones. ET. O puer, qui Omnia nomini debes». Puedes comprar el libro en:
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