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Robe Iniesta y Jorge Martínez
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Robe Iniesta y Jorge Martínez

“DEMONIOS Y DIAMANTES”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
sábado 20 de diciembre de 2025, 12:11h

La muerte simultánea de dos iconos del rock transgresivo nacional, Jorge Martínez, líder de ‘Ilegales’, y Robe Iniesta, al frente de ‘Extremoduro’, actualiza la leyenda. ¿Cuál? Podríamos citar la del ‘Club de los 27’, centrada en esos otros tantos dioses del decibelio que fallecieron precisamente a esa edad, los 27 años, como Janis Joplin, Amy Winehouse o Kurt Cobain.

No ha sido el caso de Jorge y Robe, éste sexagenario, cumplidos los setenta el primero. Queda por ver hasta qué punto es cierta la cara B de esa leyenda –los viejos rockeros nunca mueren-. Y hasta qué punto su muerte les sienta maravillosamente bien a quienes no vacilan en rentabilizarla.

Lo cuenta Eamon Forde en un libro cuyo título lo dice todo: ‘Royalties de ultratumba’, Y más su subtítulo: “Cómo la industria mantiene vivo el nombre de un artista tras su muerte y sigue ganando dinero”. Es inevitable. Pero qué mal se llevan el aura de rebeldía que nimba a los elegidos y la cruda mercadotecnia. Suena un poco macabro. También es inevitable.

Así como el mitómano ensancha la devoción a sus ídolos tras su muerte -el caso de Elvis-, las discográficas que los elevan a los altares no vacilan en seguir monetarizando su legado postmortem.

Iconos del rock. Tanto más autodestructivos, tanto más venerados. Luego tanto más rentables. Lo medular remite a las causas de esa autodestrucción. Vidas al límite, como proclamaba Jorge, el ‘Ilegal’: “soy bastante criminal, he vivido siempre por el método suicida”. El que practicaron todos los referentes del Club de los 27. Un coctel perfecto de desequilibrios emocionales y psicotrópicos de todos los calibres. Un estudio publicado por The Guardian añade un factor más: la fama misma como causa de sus muertes prematuras.

El estudio lo firma un profesor de la universidad de Witten, Michael Dufner. Tras analizar la trayectoria de trescientos popstars, los más célebres y los menos, concluye que la esperanza de vida de los primeros se redujo en 4,6 años con relación a los que no alcanzaron la celebridad mundial. Lo que viene a traducirse en que, si no mueres joven, quizá dejes un bello cadáver, pero no alcanzarás el rango de los inmortales.

Queda otra opción: la de David Bowie, fallecido de un cáncer hepático a los 69: hacer de la propia muerte una obra de arte. “Soy una estrella negra”, canta en ‘Blackstar’ mientras se despide de su audiencia. Como Jim Morrison, “fiel a su propio demonio”. Como una vela que se apaga, para convertirse en un diamante.

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