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Antonio de Nebrija

15/01/2024@21:21:00
Antonio Carvajal (Albolote, Granada, 1943) ha sido galardonado con el Premio de las Letras Andaluzas 'Elio Antonio de Lebrija'. Dicho premio es otorgado por la junta de gobierno de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía (ACE-A), que ha decidido por unanimidad conceder el premio al poeta y profesor granadino por su "exigente diálogo con la tradición literaria, imprescindible para saber de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde vamos".

Como colofón al año en el que se conmemora el V Centenario de la muerte de Antonio de Nebrija, la Biblioteca Nacional de España, la Fundación Antonio de Nebrija con el patrocinio de la Universidad Nebrija y Acción Cultural Española han organizado la exposición Nebrija (1444-1522), el orgullo de ser gramático. Es una muestra que descubre el perfil intelectual del primer humanista español, sin dejar de lado al hombre, al carismático investigador y profesor que se deja ver tras su ingente obra. La exposición, comisariada por la catedrática de Filología Latina de la Universidad de Alcalá Teresa Jiménez Calvente, permanecerá abierta desde el 25 de noviembre de 2022 hasta el 26 de febrero de 2023.

Esta primavera presenta cierto viso de normalidad; por ejemplo, ha vuelto la olvidada inflación, y también la feria al Retiro, con su larga y sinuosa cuerda de casetas y sus riadas de curiosos, y, por supuesto, con esos enternecedores poetas al minuto, que traen su máquina de escribir sobre una mesita plegable y sus hambres nostálgicas pintadas en las pupilas; y además, tenemos de nuevo a los isidros, cornalones y autoritarios, en Las Ventas. Quién no ha regresado, ha sido la lluvia. Solía presentarse con goterones gordos, de esos que caen uno a uno y casi por riguroso turno, o con gotitas menudas, imperceptibles y disimuladas entre la ventolina del Levante, allá, por el cuarto toro. No era mala señal; a menudo presagiaba un faenón.

Agustin Comotto (Buenos Aires, 1968) se dedica desde hace más de treinta años al campo de la ilustración. Sus libros se publican en México, Venezuela, Argentina, España, Corea e Italia. A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios. Tras bucear en la vida de Nebrija y su época publica un libro con el mismo nombre, con la editorial Nórdica Libros.

Me resulta sumamente enojoso dedicar este par de páginas, que deberían explayarse sobre asuntos literarios, por ejemplo, a propagar y a elogiar la decisión del ayuntamiento lisboeta de consagrar un museo a ese enorme novelista —para mí, el más notable de los vivos en nuestro continente—, António Lobo Antunes, pero como hombre que lleva más de veinte años atareado con nuestra lengua no podía sustraerme ante el suceso ignominioso que ha acontecido en las Cortes a propósito de la LOMLOE —ya saben, la nueva ley general de educación—. Según parece, han aprobado el grupo socialista, el de Unidas Podemos y el de Esquerra Republicana la supresión del status de “lengua vehicular” de la enseñanza en España para el idioma que le es propio y generado por su pueblo durante siglos: el español.

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¿Quién dio dignidad a nuestra lengua para que se la considerara adecuada en las ciencias y en la literatura? ¿Quién reguló el castellano, lengua romance hablada por el populacho incapaz de expresarse en latín con corrección? El inolvidable Don Elio Antonio de Lebrija, más conocido como Nebrija.

Autora de “El sueño del gramático”

Muchas veces asociamos a los estudiosos de la gramática como unos personajes oscuros y serios. Si hubiésemos conocido a Antonio de Nebrija nuestra impresión cambiaría irremediablemente. En la nueva novela que acaba de publicar Eva Díaz Pérez titulada “El sueño del gramático”, nos encontramos con un intelectual brillante, sociable e, incluso, bastante mujeriego. Vamos un hombre más de su época que el inevitable sesudo intelectual preocupado sólo por casar bien las palabras.

Cuando en 1514, el cardenal Cisneros concede a Elio Antonio de Nebrija la cátedra de Retórica de la universidad de Alcalá, añade una cláusula sorprendente: «leyese lo que él quisiese, y si no quisiese leer, que no leyese; y que esto no lo mandaba dar porque trabajase, sino por pagarle lo que le debía España». Ante lo que cualquiera se pregunta: ¿qué graves obligaciones había contraído la nación con el eminente gramático para que el gran inquisidor del reino le otorgase un empleo que le amparaba la holganza; además, en su querido colegio complutense? Pues no olvidemos que entonces impartir clases en un «estudio general», consistía en leer a los alumnos un texto magistral, interpolando, de tanto en tanto, las explicaciones docentes oportunas.