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Isabel Preysler

PLAZA DE GUIPÚZCOA

07/03/2023@05:45:00
Menos mal que me he dado cuenta a tiempo. Estoy entrando en bucle. Llevo tres columnas hablando del universo Preysler. Pero está vez está justificado. Lo último de Isabel es un bombazo. Se ha pillado un entrenador personal para ponerse a punto. Puedes pensar bien o mal. Bien, que tiene nuevo novio. Mal, que acaba de cumplir 72 castañas y le está viendo las orejas al lobo.

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Hemos tratado con demasiada benevolencia “la pichula” de Vargas Llosa. Dirás que soy muy drástica, pero te aseguro que, solo por llamar “pichula” a su pene, yo le hubiera quitado el Nobel.

Tamara Falcó Preysler (Madrid, 20 de noviembre de 1981), es diseñadora de moda y colaboradora de televisión, se acaba de diplomar como chef en la prestigiosa escuela Le Cordon Bleu. La concursante de 'MasterChef Celebrity' ha publicado su primer libro de recetas que lleva por titulo "Las recetas de casa de mi madre" y está publicado por la editorial Espasa, del grupo Planeta.

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Me pregunto hasta qué edad está permitido hacer el ridículo. Y no me refiero a los políticos. Un político vive al día y nunca piensa que puede resultar grotesco o esperpéntico. Tampoco creas que es un narcisista necio y ególatra. Lo que pasa es que sabe que si la mete hasta el corvejón, su mafia y su peña le van a solucionar el pifostio.
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PLAZA DE GUIPUZCOA

Isabel. No hace falta más. Decir Isabel, es decir Preysler. Y de ruptura inesperada, nasti de plasti. No es verdad que les ha pillado en bragas a las comadres de la prensa rosa. Lo sabían y han callado para hacerle la pelota y no estropearle la exclusiva en el “Hola”.

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A Mario Vargas Llosa lo han puesto a caer de un burro por decir “no sólo es importante votar, hay que votar bien”. No me extraña, tío, lo que se empieza se acaba. Yo también esperaba más contundencia y concreción de un premio Nobel. O dices o no dices.

“Yo escribo para mis lectores, a quienes tengo que gustar es a ellos”

Pilar Eyre pretendió escribir una biografía novelada de Isabel Preysler pero, como en este mundo mandan los abogados y los políticos, no la quedó más remedio que cambiar los nombres de los protagonistas para que no lloviese sobre ella un chaparrón de demandas. Hizo bien, todos sabemos de quien habla y el nombre es lo de menos. La novela no pierde un ápice de interés por ello.