Desafiando al tiempo
Los cómicos o comediantes nunca mueren y siempre bailarán sobre su tumba. Afrontarán el frío de los huesos, harán el amor en los caminos (¿o en los camerinos?), cuando puedan, claro y su mejor premio es el aplauso.
Zooilógicos
Que el oficio de intérprete es, ha sido y, posiblemente, será precario, exceptuando algunos actores y unas pocas actrices que sobresalen y siempre están en todos los repartos, la gran mayoría, los demás, tienen que subsistir a fuerza de pequeños papeles, de figuraciones con frase, de tener la suerte, en alguna ocasión, de un personaje con mayor protagonismo que, también de vez en cuando, los hace salir del anonimato.
El equivocado sentido de la propiedad
Una sombra se cierne sobre la mujer durante siglos y siglos. No solo sobre su cuerpo maltratado, al servicio de la lujuria y la erección de quien se cree superior y por encima de ella. También en forma de palabras, de desprecios, de ninguneos, de no escucha… es el intento del triunfo de la fuerza, de la posición ancestral que hemos ido arrastrando desde que la sociedad agrupa a seres humanos. Pero a algunos no se les puede etiquetar con esa condición de humanidad.
Involucrarse
Un país como El Salvador necesita que lo salven. De la inflación, de la violencia, del desempleo, de la desigualdad, de la pobreza, del crimen, de las pandillas.
Inquieta en su tumba
Hay personajes que se niegan a desaparecer, aunque no hayan tenido una vida excesivamente conocida, mediática o influyente. O también porque, sencillamente, la historia se ha encargado, durante siglos, de ocultarlas, que no supiésemos de ellas, y más tratándose de mujeres empoderadas, con las ideas claras, con la personalidad suficiente para equipararse a los hombres e, incluso, superarlos.
“A ti te falta calle, y a mí me sobra mundo”, dice Andrea, una “sin hogar” a la que le obligan a “cambiarse de casa”.
No sé qué decirte, no sé qué pensar. No puedo dormir, el personaje, los personajes, no pueden dormir en el camarote de un barco. Puede ser un camionero, puede ser Goethe, quizás sea Noé en su arca, o un simple viajero.
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Aquí habla la tierra
Alrededor de Federico García Lorca y su asesinato, y en dónde se encuentran sus restos, se han generado todo tipo de especulaciones y, por otro lado, tampoco parece que se haya hecho lo suficiente.
Lo que hay que ver
Quiero mirar con la sencillez de un niño, con la inocencia de un preso político, con la transparencia de El Principito, porque “lo esencial es invisible a los ojos”.
Guada y Julieta
Crecieron las rencillas desde tiempos ancestrales. Son rivalidades que vienen de antaño y, aunque se quiera pasar sobre ellas como de refilón, acaban apareciendo las desavenencias, los odios, las críticas y, sobre todo, los intereses. Y, en medio de todo ello, el amor, la fragilidad de dos pechos que se han encontrado, aunque pertenezcan a familias enconadas.
Por dónde empezar
Nos pasamos los años, la vida, este transitar en el mundo terrenal, queriendo ser algo, haciendo siempre cosas, contándonos historias, acumulando experiencias, aprendiendo para después olvidarnos, trabajando y volviendo a trabajar con el sudor de nuestra frente y nuestras axilas, imaginando situaciones idílicas, jugando a la lotería, soñando y teniendo pesadillas, maquillados, entrampados, corrompidos, falseando el sosiego familiar, aparentando lo que no somos, mintiendo, controlando y dejando que nos manipulen, mirando a un horizonte que no existe, disimulando ante los demás, engañándonos a nosotros mismos, entre luces y sombras, intentando esquivar a la muerte, cuando eso es imposible.
Cerrar los ojos y dejarse llevar
Estamos buscando algo que no estaba y, de pronto, está. Alguien lo habrá puesto, pero no hay nadie, nadie pasó por aquí después de nosotros. Aun así, no debemos paralizarnos, aunque las cosas no tengan un porqué.
Somos un simple garbanzo en medio de un cocido. Y, a pesar de ello, no nos amilanamos. Ponemos nuestra entidad, nuestra idiosincrasia, clara y limpia, al servicio de la comunidad.
Vida y senectud. Cada vez nos vamos acercando más a ella, a no ser que algún accidente o enfermedad dé al traste con nuestros planes de envejecer. Bueno, planes no, porque a nadie le gusta llegar a la eufemística tercera edad, (¿por qué tercera, si en realidad, es la primera por orden de intervención?), y que te cedan el asiento en el metro o una voz de soslayo te diga, “déjame a mí, que tú ya no estás para estos trotes”.
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