"El conde Arnaldos" es un romance que narra el encuentro del conde con un marinero que canta en una galera. El canto tiene el poder de calmar la naturaleza, pero el marinero se niega a compartirlo, reservándolo solo para quienes lo acompañan. La obra destaca por su fragmentarismo y misterio poético. El conde Arnaldos
¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Con un halcón en la mano la caza iba a cazar. Vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traía de seda, la ejarcia de un cendal; marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar hacía en calma, los vientos hace amainar; los peces que andan en el hondo, arriba los hace andar; las aves que andan volando, en el mástil las hace posar. Allí habló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por Dios te ruego, marinero, dígasme ahora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va. El romancero. Madrid, editorial Castalia, 2012.Colección Castalia Prima, núm. 3. José María Legido, editor literario.
Apoyo léxico. Verso 1. Hubiese. El verbo haber figura con el significado arcaico de “tener”. Verso 4. La noche de San Juan. Fecha mágica es la noche y el amanecer del día de San Juan, que corresponde al solsticio de verano. Al relacionarse con fiestas paganas de la fertilidad, se asocia con la celebración del amor y de la renovación personal. Verso 10. Ejarcia (por jarcia). Conjunto de cabos y cables de un buque de vela. Cendal. Tela muy delgada y transparente de seda o lino. [En la reproducción del romance -a partir de la versión ofrecida por José María Legido, en su edición para Castalia Prima, ya citada- hemos modernizado la expresión. Así, “halcón” (por “falcón”, verso 5), “hacía” (por “facía”, verso 13), “hace” (por “face”, verso 18), “habló” (por “fabló”, verso 19), palabras en las que el mantenimiento de la f se utiliza como recurso literario, para dar un tono arcaico a la lengua del Romancero. En cuanto a las contracciones “nel hondo” (“en lo hondo”, verso 15) y “nel mástil” (“en el mástil”, verso 18) -que hemos eliminado-, pueden ser originarias o venir impuestas por exigencias métricas (los versos son octosílabos)]. Considerado como una obra maestra de la poesía popular, “El conde Arnaldos” es un romance que, en su versión corta, posee un alto valor poético, del que sin duda carece la versión más larga recogida por los judíos sefardíes, que convierte la composición en un sencillo romance de aventuras. Comencemos por la versión abreviada, de 26 versos octosílabos con rima aguda /a/ en los versos pares, un fonema que por su posición en la sílaba final del verso y el hecho de que se encuentre en palabra aguda aumenta la perceptibilidad acústica del poema (8 formas verbales, de las cuales seis son infinitivos -cazar, llegar, cantar, amainar, andar, posar-, dirá, va; y 4 nombres -mar, Juan, cendal, cantar-). La línea argumental del romance se sigue con facilidad, y en él podemos distinguir varias partes.
“Las velas (A1) traía (B1) de seda (C1), la ejarcia (A2) [traía] (B2) de un cendal (C2)”.
Similar estructura sintáctica poseen estos otros versos en los que se recoge el poder misterioso de un cantar que conmueve a la Naturaleza toda (y, en este sentido, el marinero que lo interpreta se asemeja a Orfeo tocando la lira y produciendo una música de tal hermosura que cautiva a todo lo que le rodea, ya sea inanimado o animado):
“la mar (A1) hacía (B1) en calma [calmar] (C1), los vientos (A2) hace (B2) amainar (C2), los peces (A3) hace (B3) andar (C3), las aves (A4) hace (B4) posar (C4)”.
Este romance es un claro ejemplo de cómo el género ha ido transformándose de un género épico a lírico. En realidad, estamos ante una poesía lírica. No obstante, el romance ha conservado sus líneas estilísticas más genuinas, entre ellas, el fragmentarismo, que deja abierto el final como medio de suscitar la incorporación del oyente o lector para que lo ajuste a su sensibilidad. En cualquier caso, ese cantar que el marinero no comparte con el conde Arnaldos lo dota de una aureola de fascinante misterio y, a la vez, de encanto poètico. Y a la simplicidad léxica y sintáctica hemos de añadir la ausencia de adjetivación -¡no hay un solo adjetivo en toda la composición, ni en los escasos momentos descriptivos!-, y también la presencia de una única rima asonantada en los versos pares. Recuperamos un breve texto del que ignoramos el autor, y que enfoca el comentario desde una “perspectiva emocional” llamémosla así-: “La fantasía idealizadora del juglar inventa una extraña nave llena de misterioso atractivo. Cuando tiene al auditorio prendido, encantado en la magias de las imágenes, de pronto, el marinero rechaza la respuesta (“Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va”) y nos quedamos en suspenso y en silencio. El poema termina cuando más interés tenía para todos. No hay respuesta; y, con ello, el romance cumple con uno de sus rasgos más característicos: el fragmentarismo. Por fragmentarismo hemos de entender la tendencia a cortar o interrumpir la narración cuando esperamos un desenlace más extenso. No es que con ello el romance quede inacabado. Pero una vez que ha terminado, nuestra imaginación trata de recomponer las consecuencias que se siguen de la acción descrita. Nótese la gran belleza y el estímulo imaginativo que el fragmentarismo comporta. Al quedarse cortado, el romance deja abierto el camino para nuestra imaginación y quizá su mayor encanto estribe precisamente en esta especie de invitación al que soñemos un final para la historia. Por otra parte, esa canción rodeada de misterio, en boca del marinero de una mágica nave, separa de tal modo la historia de cualquier realidad posible, que hace suponer que todo ello tiene un significado escondido, simbólico, que debemos desentrañar. Quizá la nave no signifique aquí una nave, sino un ideal; quizá la misteriosa respuesta (“Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va”) quiera decirnos que para compartir ciertos ideales altos, es menester antes entregarse y actuar con fe y valentía, embarcarse en un viaje dejándolo todo... No podemos asegurar ninguna de estas afirmaciones. La obra queda abierta para que los oyentes y lectores, cada uno de nosotros, la interprete o termine a su modo”. ********** Ofrecemos ahora la "versión larga" del romance “El conde Arnaldos”. En ella se desvela la personalidad del marinero, quien resulta ser un infante francés perdido en el mar y encontrado siete años después por los enviados del rey que habían salido en su búsqueda; una versión de carácter más narrativo, con un "final feliz", y que dista mucho nde ser la preferida por los amantes de los romances.
Infante Arnaldos
¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su halcón cebar
vio venir una galera
que venía en alta mar;
las áncoras tiene de oro,
y las velas de un cendal;
marinero que la guía
va diciendo este cantar:
-Galera, la mi galera,
Dios te me guarde de mal,
de los peligros del mundo,
de fortunas de la mar,
de los golfos de León
y estrecho de Gibraltar,
de las fustas de los moros
que andaban a saltear.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero,
vuelve y repite el cantar.
-Quien mi cantar quiere oír,
en mi galera ha de entrar.
Tiró la barca el navío
y el infante fue a embarcar;
alzan velas, caen remos,
comienzan a navegar;
con el ruido del agua
el sueño le venció ya.
Pónenle los marineros
los hierros de cautivar;
a los golpes del martillo,
el infante fue a acordar.
-Por tu vida, el buen marinero,
no me quieras hacer mal:
hijo soy del rey de Francia,
nieto del de Portugal;
siete años había, siete,
que fui perdido en la mar.
Allí le habló el marinero:
-Si tú me dices verdad,
tú eres nuestro infante Arnaldos
y a ti andamos a buscar.
Alzó velas el navío
y se van a su ciudad.
Torneos y más torneos,
que el conde pareció ya.
Apoyo léxico. Los “golfos de León / y estrecho de Gibraltar” a los que se alude en los versos 17 y 18 eran focos de piratería. Verso 20. Fustas. Embarcaciones rápidas de remos y velas latinas, muy valoradas por su velocidad y maniobravilidad, más ligeras que las galeras, y que empleaban los piratas sarracenos. Versos 33-34. “Pónenle los marineros / los hierros de cautivar”. Los piratas vendían como esclavos a los que apresaban. **********
Interprertaciones musicales. Versión de Amancio Prada. https://www.youtube.com/watch?v=rjJ9mm4lXcM Versión de Pedro Cintas. https://www.youtube.com/watch?v=U2alRs5QeOw
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