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"España en Nuestros Corazones. Estadounidenses en la Guerra Civil Española 1936-1939", de Adam Hochschild

Por Mercedes Gutiérrez García
jueves 29 de junio de 2017, 21:36h
Spain In Our Hearts
Spain In Our Hearts

Parece inevitable que fuera en tierras manchegas, donde, por primera vez, se diera forma al idealismo de los Lincoln. Para los que no lo sepan, el Batallón Abraham Lincoln era la unidad proveniente de Estados Unidos. Albacete fue la provincia elegida para entrenar a los voluntarios que venían a ayudar a la República durante la Guerra Civil. Aproximadamente unos 2800 fueron reclutados por la Comitern, que, con el fin de disfrazar su afiliación comunista, consintió en dar a las tropas el presidencial nombre.

Adam Hochschild, periodista y escritor, tremendamente concienciado con los derechos civiles, visita la Guerra Civil Española en su último libro, Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936-1939) (España en Nuestros Corazones. Estadounidenses en la Guerra Civil Española 1936-1939). Y lo hace desde la intrahistoria de siete estadounidenses y tres ingleses.

Arranca con dos jóvenes de Nueva York, John Gates y George Watt, emergiendo de las gélidas aguas del Ebro. Son supervivientes de la indigna batalla. A pesar de las terribles circunstancias, Hochschild casi que los presenta como dos figuras míticas que nos recuerdan al Nacimiento de Venus de Botticelli. Están desnudos, pero el autor se las ingenia para conservar la dignidad de estos combatientes. Tienen la fortuna de que un camión les lanza un par de mantas. Incapaces de dar un paso más, se sientan a un lado de la carretera. Un Matford descapotable para a su altura, del que descienden Ernest Hemingway, corresponsal para el North American Newspaper Alliance, un sindicato con numerosos rotativos, y Herbert L. Matthews, corresponsal del New York Times. Entre los dos, ponen al día a los que acaban de salvarse, de la suerte que han corrido los otros voluntarios estadounidenses.

A pesar de la repulsión y tristeza que un conflicto de tamaña envergadura suscita, Hochschild logra contar la historia de España en Nuestros Corazones con una elegancia, discreción y atino propias de un auténtico artesano. No importa que nos presente personajes realmente execrables, como Torkild Rieber, el intrigante e inteligente director general de Texaco, simpatizante franquista, que no solo consiguió bombear ingentes cantidades de petróleo a los insurgentes, ignorando las directrices del gobierno estadounidense al que Roosevelt representaba y que indicaban la no participación en el conflicto bélico español, sino que, además, proporcionó a los franquistas valiosa información para la destrucción de barcos del gobierno republicano.

Hochschild es comedido. Podría haber aprovechado para criticar con dureza la decisión de Roosevelt pero no lo hace, y eso que, para vergüenza del Presidente, Hochschild recoge que Rieber fue descubierto y Texaco multada con una bagatela para sus bolsillos, 22000 dólares de la época, que no le impidieron a Rieber volver a las andadas. Pero Hochschild es magnánimo con el Presidente porque, aparte de considerarlo un gran político y estadista, Roosevelt admitió, aunque fuera a agua pasada, que su política no intervencionista fue un error. Una llamada de atención, eso sí, es lo que deja Hochschild como tarjeta de visita sobre las vitrinas de los estadounidenses, público al que, mayoritariamente, va destinado el libro.

El autor nunca traspasa las fronteras del romanticismo, y eso que tiene numerosas ocasiones para ello, sobre todo cuando nos presenta la vida de Lois y Charles Orr, por un lado, y la de Robert Merriman y Marion Stone, por otro, dos parejas, apunta Hochschild, cuyas vidas tienen una prodigiosa semejanza. Ambos eran instructores universitarios de Económicas y los dos matrimonios pasaron su luna de miel en Europa.

Hay que anotar que, efectivamente, a la mayoría de hombres y mujeres que vinieron a socorrer a España, les unían lazos con el partido comunista o socialista, especialmente de Nueva York. También hay que señalar que no todos eran de baja extracción. James Neugass, por ejemplo, procedía de una familia de banqueros. Asistió a Harvard, Yale y Oxford, pero no se graduó de ninguna, dejando constancia en su diario, que fue en Teruel donde consiguió su máster. Neugass, como la mayoría de los voluntarios, era de origen judío, sin duda se sintió arrastrado por la creciente amenaza del fascismo en Europa. También se alistaron gentes de color, unos noventa, entre ellos James Yates o Salaria Kea, los cuales veían la causa de España lo suficientemente africana, recordemos la presencia italiana en Etiopía, como para defenderla. Incluso participaron miembros de otras minorías, como Frank Alexander, criado en una reserva siux.

A veces de la impresión de que Hochschild pasa de puntillas por la vida de muchos personajes y deja con ganas de saber más, aunque no se le puede achacar que escatime los detalles que humanizan a los combatientes. Los americanos, nos cuenta el autor, se negaban a masticar ajo, lo que les hacía más vulnerables a las diarreas. También sabemos que las enfermeras a veces sustituían en la mesa operatoria al doctor tras haberse cargado este con más de cincuenta horas ininterrumpidas.

Es comprensible que, dado el abultado número de voluntarios y la dificultad para conseguir documentación de rastreo, el autor no haya tenido más remedio que ser selectivo. De quien sí se sabe más, lógicamente, es de los corresponsales que cubrieron la Guerra. De todos ellos, tengo la impresión de que es por Virginia Cowles, por la que Hochschild siente mayor respeto.

El sabor de las lágrimas es el título que pone punto y final a este sueño americano. Obligados por la esperanza de Negrín de que la presión internacional pudiera convencer a Franco a deponer las armas, las Brigadas Internacionales fueron retiradas de la lucha. El 28 de octubre de 1938, Barcelona puso en boca de La Pasionaria el agradecimiento y la despedida a los doscientos americanos que desfilaron.

El sueño quedó hecho añicos por el choque con la descorazonadora realidad, por la tragedia que, años más tarde, tan bien desgranara Albert Camus en esta sentencia: "Desde hace nueve años los hombres de mi generación viven la vida de España. Es como una herida que no se cierra. Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no tiene recompensa". De hecho, parte de esta cita, Spain in Our Hearts, es la que Hochschild ha escogido para su obra. Don Quijote, sin duda alguna, estaría de acuerdo.

Artículo escrito por:

Mercedes Gutiérrez (Madrid, 1971) es doctora en Literatura Estadounidense. Aunque nació en Madrid, hace años que reside en Estados Unidos. Sus historias se han publicado en las revistas españolas Sibila, El Kraken, Voces, Auca, Quimera o Revista de Occidente. También en Estados Unidos. Perro Verde es su primer libro (Renacimiento). Ha traducido La vida y las aventuras de Jack Engle de Walt Whitman (Funambulista). Tiene un blog, www.americanx-ray.com, en el que "radiografía" todo lo que tenga que ver con la cultura americana.

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