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"La invención de España. Leyendas e ilusiones que han construido la realidad española", de Henry Kamen

Ed. Espasa
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
sábado 15 de agosto de 2020, 17:00h
La invención de España
La invención de España
Sorprende, para empezar, que en el índice se defina a Juana como I de Castilla, y no su título riguroso que era Juana I de Castilla y de León. Me ceñiré a lo que es mi especialidad, la historia antigua, medieval y moderna.

La invención de una nación no implica falsedad ni imaginación, sino, simplemente que la nación se hace realidad a través de una serie de factores que evolucionan con el tiempo”. Es sumamente interesante el texto de Tácito relativo a lo que pensaba un caudillo de los pictos sobre los romanos: “Ladrones del mundo, cuando su rapiña generalizada ha agotado la tierra, saquean los mares. Ni el este ni el oeste han bastado para complacerlos y son los únicos hombres que roban por igual a pobres y a ricos. Dan al robo, la matanza y el saqueo el nombre engañoso de imperio’. Crean un desierto y lo llaman paz’.

Ya para empezar disiento del prof. Kamen, lo que él llama paladinamente civilización romana, fue pura y llanamente un genocidio cultural y explotación esclavista con mayúsculas, aunque probablemente inevitable y obvio. En Sagunto los ciudadanos proclives a los romanos masacraron a aquellos conciudadanos, que estaban en el bando de los púnicos. Indica no existir evidencias fiables de Sagunto y de Numancia, ¿estos cronistas de la Antigüedad no son fiables? Los que asesinan a Viriato no son soldados romanos sino turdetanos de Urso-Osuna, llamados Audax, Didalco y Minuros o Nicorontes. Estaba claro para los antiguos, tanto romanos como cartagineses, que los pueblos ibéricos o hispánicos, sobre todo del septentrión, eran de otra pasta muy diferente a la del resto de pueblos europeos de la época; concretamente Aníbal Barca el Grande intercalaba soldados celtíberos, entre los galos, para evitar su deserción.

No existe nada extraño, todos los pueblos lo han hecho, en que los hispanos reivindiquen el pasado glorioso de sus antepasados. Está claro que los romanos se vieron en grandes dificultades, para domeñar a unos pueblos-hispanos inconexos, pero con un sentido muy desarrollado de la libertad, lo que no era habitual en el resto de Europa. No obstante, también existieron intelectuales españoles, como Juan Ginés de Sepúlveda, cronista del emperador Carlos V, que loan al Imperio romano: “si cometieron los romanos algún pecado, es de creer que lo repararon con sus grandes servicios”. Sánchez-Albornoz (1957) escribía que: “Lo que llamamos España consiste en un constructo romano, pues de Roma se tiene la lengua, el derecho, las ciudades, las vías de comunicación que estructuran su territorio. El aporte germánico y la cristianización se insertan en esa entidad histórica, que define a España como parte de Europa”. El mayor rechazo a la romanidad de España provendría de Américo Castro, “los hisparromanos y los visigodos poseían su propio carácter y no tenían nada de españoles”. En el segundo capítulo se refiere a la Pérdida de España por causa de la llegada del Islam, rodeada de la mítica violación de Florinda por el rey Roderigo; este hecho pseudoverosimil dará origen a la batalla de Guadalete (711) con la entrada de los sarracenos en Hispania, hasta el año 1492.

Las principales crónicas sobre la gesta de Pelayo en Covadonga (722) son de la época del rey Alfonso III el Magno de León, de finales del siglo IX, pero algo pudo ocurrir…En 1937, ABC escribía: “No son dos Españas en lucha, sino España y la anti-España. Solo hay una España, inmortal y única. La de Sagunto y la de Numancia. La que en Covadonga y en Lepanto, al salvar a la civilización cristiana, salvó a Europa”. No solo los cristianos han mitificado España, sino que lo han hecho los musulmanes con respecto a Al-Andalus, paraíso de España, Al-Maqqari: “Desde que al-Ándalus fue conquistado, su capital, Córdoba, ha sido lo mejor de lo mejor, el no va más, la madre de todas las ciudades, la morada de los buenos y los piadosos, la patria de la sabiduría, la fuente del saber, la cúpula del Islam, el jardín de las ideas”. Se mitifica una mínima tolerancia entre cristianos, moros y judíos, ya que en la realidad es que los hebreos, por ejemplo, serían discriminados tanto por cristianos como por mahometanos, y ambos se enfrentaban en cruentas aceifas.

El prof. Kamen vuelve a recurrir al tópico anhistórico de que la llamada Reconquista comenzó en las Asturias, más bien en el Asturorum Regnum, y luego finalizada por los reyes de Castilla, falso absolutamente, ya que el hecho lo es por los Reyes de León y de Castilla o viceversa; en esta tesitura Henry Kamen sigue con el tópico inexacto de la Corona de Castilla y la de Aragón, conceptos que borran a León sobre todo, y a Navarra. Es indudable el invento cidiano de Menéndez Pidal, originaria su familia de Pola de Lena, enalteciendo a un vulgar condottiero y vilipendiando al gran rey Alfonso VI de León. La Reconquista será la base de un nacionalismo español acaparador y voraz. Ortega y Gasset ya indicaba que su España estaba compuesta por tres elementos: los prerromanos autóctonos, los romanos y los visigodos.

Otro de los pilares de este libro, es la nueva nación de los Reyes Católicos. El Cronista-Clérigo de Los Palacios, Andrés Bernáldez, escribía en el siglo XV: “España fue, en tiempo de los bienaventurados reyes don Fernando y doña Isabel, durante el tiempo de su matrimonio, mas triunfante y más sublimada, poderosa, temida y honrada que nunca fue”. Creo que este aserto define este libro, que trata de desfacer entuertos y tópicos, aunque a veces incurre en erróneas generalizaciones castellanistas. No obstante, aporta datos interesantes. Extra Historiam nulla salus!

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