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Inmanuel Kant
Inmanuel Kant

PENSAMIENTO SUPERSTICIOSO, CAUSA DE HIPOCRESÍA E INDIFERENTISMO CULTUAL

lunes 17 de agosto de 2020, 21:32h

Los predicados usuales en matemáticas, es decir, en geometría y en aritmética, dice Kant que son útiles al estudiar objetos físicos, que se “conocen”, mas no al hablar de ideas, que sólo se “piensan” y que carecen de objeto sensorial correspondiente. Aplicar dichos predicados en ideas, sugerimos, es causa de supersticiones, que provocan o contradicción moral, es decir, hipocresía, o indiferentismo cultual.

Cuadrado, rectángulo, triángulo, círculo, un 1, algún 2, tal 3, cierto 4, tracemos en papel, y enlistemos lo que de esas geometrías y esos guarismos cabe predicar. De las primeras, rapsódicamente, podemos predicar la figura, la extensión derivada de la figura, el sitio de cada figura, y la adecuación o modo en que, p. ej., el triángulo, siendo cabeza del cuadrado, conforma infantil, imaginariamente, el bosquejo lineal del concepto “casa”. De los segundos, también rapsódicamente, podemos predicar la cantidad, la identidad derivada del captar cosas distintas, la sucesión y, discerniendo pares y nones, conjuntos.

Aplicar los antementados predicamentos a cosas substanciales, causadas, no contradictorios, es decir, que pueden empíricamente intuirse específica y permanentemente, como el oro o las brujas de los aquelarres pigmentados por Goya, es lo que, en la Crítica de la razón pura, Kant llama “conocer”, en alemán “erkennen”, término relacionado con el latín “cognoscere”. Adunar conceptos, que podemos llamar también “principios”, con intuiciones, hacen que el cognoscente “conozca”, que produzca conocimiento. Dice Kant (KrV, B 537): “Erkenntnisse aus Principien diejenige nennen, da ich das Besondre im Allgemeinen durch Begriffe erkenne”, que en español dícese: “Conocimientos según principios llámense los que conocen lo particular mediante lo general conceptuado”.

Aplicar los anteriores predicamentos a meros entes imaginarios, que son incausados y generan contradicciones, como los esquemas mentales “espacio” y “tiempo”, es lo que Kant llama “pensar”, en alemán “denken”, palabra relacionada con el latín “cogitare”. Dice Kant (KrV, B 75): “Gedanken ohne Inhalt sind leer, Anschauungen ohne Begriffe sind blind”, que en buen castellano significa: “Pensamientos sin contenidos son vacuidad e intuiciones sin concepto son cegueras”. Los predicamentos geométricos y aritméticos, sin intuiciones empíricas, son meros pensamientos, vacuas cogitaciones, mas con intuiciones empíricas son conocimientos.

¿Pero qué acaece en la mente cuando aplicamos los predicamentos de marras en ideas, que son, en alemán kantiano, “nothwendigen Vernunftbegriffe” (KrV, B 383), es decir, “conceptos necesarios de la razón” sin “objeto sensorial congruo” (ibidem), ora metafísicas, como “alma”, “mundo”, “Dios”, ora morales, como “bondad”, “caridad”, “justicia”, ora religiosas, como “santidad”, “pecado, “naturaleza”? Nace la “superstición” (1), palabra proveniente de los latines “super”, en español “sobre”, y “stare”, en español “estar”.

Sea la “superstición” el artificio de predicar la “fe” no cual “certeza de lo que se espera” ni cual “convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11: 1), ni como “fides” (2), ni como “belief”, concepto inglés venido de la raíz indoeuropea “leubh”, en español “amor” o “deseo”, sino geométrica y aritméticamente, esto es, paralogísticamente, es decir, como si fuese objeto que “está” en la superficie terrestre. Las ideas vueltas geometría y guarismo, o por mejor decir, vueltas entes metafísicos que “están” en la superficie terrestre, son ídolos. ¿Y no provocan los ídolos, por ser sordos, ciegos, mudos, singulares, accidentales, contingentes, el malditísimo indiferentismo cultual, el ateísmo, el escepticismo, el materialismo, etc.?

Muy generalmente y con algo de prosa literaria indiquemos algunos dogmas supersticiosos políticamente clamoreados por cierta sacerdotalla de las principales religiones del mundo. Escrutemos los pútridos frutos del matematizar ideas. Primero escrutemos los predicamentos geométricos aplicados sobre ideas.

Predicamento de figura. Una idea se vuelve rictus, trazo expresionista, p. ej., y embelesa al supersticioso, que se prenda de él. Ningún otro rictus, sea impresionista, clasicista, etc., lo entusiasma. Luego, el supersticioso “piensa” idolillo con gestos, con ojos que no ven y con boca que no habla. Pero desaparecido el singular, único rictus (¿no dice Jesucristo que donde están los afanes está el corazón?, ¿no dice que en la tierra hay orín y ladrones?), desaparece la fe, y el pobrecillo enamorado o se enamora de otro rictus y es falsario o padece indiferentismo cultual. Gentes hay que me han dicho que sólo el gestuario del Señor de las maravillas, adorado en Puebla, México, les regala sosiego. En las bellas letras hay ejemplo también de tales embelecos, pues Garcilaso de la Vega, en el Soneto XXIII, dice: “vuestro mirar ardiente, honesto, / con clara luz la tempestad serena”.

Predicamento de extensión. Alguna idea se vuelve color impreso en piedra, p. ej., y dicho color impresiona al supersticioso, que lo ha “pensado” e hipostasiado. Ningún otro material, sea oro, madera, etc., regala color igual que lo inspire. Luego, el supersticioso ha creado piedra de toque del fanatismo. Más rota, maltratada o escamoteada la piedra, desaparece la fe, y el que dialogaba con muros y techos o dialoga con otras piedras y es falsario o padece indiferentismo cultual. ¿No fue el vestido del indio Juan Diego, impreso por la tradición de Guadalupe, o Tonantzin, fuente de venales disputas textiles y de pigmentos, es decir, risibles entre doctos teólogos?

Predicamento de sitio. Tal idea se expresa y se oye en el monte, p. ej., e inspira al supersticioso, que lo ha toponimizado. Ningún otro sitio, sea mar, callejuela, etc., le es acústicamente adecuado para oír a los dioses. Luego, el supersticioso ha “pensado”, creado lugar santo, que a buen seguro enseñoreará con brutalidad. Pero distante del monte, viviendo en ajenas tierras, desaparece la fe, y el montaraz apéndice sensorial que recibía divinos mensajes o busca discursos celestes en mares y calles y es loco o padece indiferentismo cultual. He oído occidentales disfrazados de persas, tártaros y afganos decir que en tal lugar, y no en otros, se asimila la “energía cósmica”, que yo llamo “calor”, y se oye la “voz de la naturaleza”, que yo llamo “ruido elemental”.

Predicamento de adecuación. Cierta idea se manifiesta con antecedentes y con consiguientes, que configuran las anticipaciones perceptivas del supersticioso, que los ha petrificado en la memoria. Ningún otro antecedente ni otro consiguiente le es contexto de la idea antes manifestada. Luego, el supersticioso ha “pensado”, urdido código fantástico y se transformará en profeta. Mas si la naturaleza no repite tales contextos, desaparece la fe, y el descifrador de eclipses, rayos, calores o inventa y justifica nuevas cosmogonías y es loco o padece indiferentismo cultual. Aún hay gente que juntando lecturas de horóscopos, algún norte, fachas lunares, alguna fecha subjetiva, cree prever el futuro. Hay ilustración literaria inversa, es decir, que habla del desprevenido en tales lecturas de “des-astres”, palabra que significa “astros desviados”. Dice Lorca (Romance sonámbulo): “Bajo la luna gitana,/ las cosas la están mirando,/ y ella no puede mirarlas”. Resulta, así, que o leemos o somos leídos. Escrutemos, ahora, los predicamentos aritméticos aplicados sobre ideas.

Predicamento de cantidad. Unas ideas se vuelven rictus, cariz, fachas, trazos, p. ej., que multitudinarios ilusionan y confunden al supersticioso, que se transforma en siervo de esos muchos señores. Los tales rictus, cariz, fachas, a una lo entusiasman. Luego, el supersticioso ha “pensado”, establecido burocracia de deidades. Pero desaparecidos algunos señores, algunas fes desaparecen, y el atolondrado lacayo o atribuye las virtudes de los desaparecidos a los remanentes y es falsario ecléctico o queda viviendo en manquedad divina y padece indiferentismo cultual. Hay locos que luego de oír funestos vaticinios golpean maderas paganamente, persignan católicamente, indiamente mientan la palabra “karma” y panteístas riegan sales al prójimo, o sea, invocan en ensalada ritual cuanto dios, espíritu y fantasma recuerdan para granjear mercedes de presentes y ausentes ídolos.

Predicamento de identidad. Algunas ideas, por ser identidades de razón, entes esencialmente diferentes, se vuelven dioses especializados en achaques, verbigracia, pecuniarios, amatorios, pastoriles, etc., y allegan la dilección económica, erótica o agrícola del supersticioso, que romántico, “pensando”, imaginando los donaires de alguna mujer vulgar, no sabe si deprecar a Cupido o a don Dinero o Tonantzin, y cae en confusión, y ante el desdén de la maritornes se le mengua la fe, y o culpa la ineficacia de los dioses y es blasfemo o padece indiferentismo cultual. Algunos alumnos míos, entrevistando cortesanas en el Mercado Malibrán, en Veracruz, México, oyeron que a la Santa Muerte, según creencia popular, se le piden cosas urgentes, concretas, pues es veloz y pragmática, y que a Dios se le piden cosas postergables, abstractas, pues lento y sabio es. Y magno docto, como don Miguel de Unamuno, parece lucir las mismas quejas, pues en la Oración del ateo escribe: “Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,/ y en tu nada recoge estas mis quejas,/ Tú que a los pobres hombres nunca dejas/ sin consuelo de engaño (...)”.

Predicamento de sucesión. Tales ideas se vuelven arbóreas genealogías de dioses, y mueven al supersticioso a razonar que celestes tatarabuelos engendraron abuelos sobrehumanos y los abuelos hijos y los hijos otros hijos, y que el ser de más fuste de esa endogamia es el primero. Mas el pobrecillo “piensa” cuestionando, sin hallar racional respuesta, en quién fraguó al primigenio, y retrotrayendo ad infinitum cae en antinomia, en idealismos, en yermas abstracciones, y o reza a ideas y a átomos y es loco o se contenta con los favores de algún escalafón medianero o padece indiferentismo cultual. La magia trata, dígase así, supercheras fuerzas medianeras, es decir, desde A no alcanza D atravesando metódicamente B y C, sino saltando metafísicamente B y C. He notado, por ejemplo, en Monterrey, México, charlatán llamado “El charro negro”, que vagando por las calles en camioneta asevera ser capaz de “amarrar gays” con brujería, de “limpiar malas vibras” con plantas, de predecir el porvenir con “barajas”, de influenciar el destino con “velas”. Asevera, en suma, ser capaz de mudar el mundo no con preces monoteístas, las más altas, ni con ciencias, sino con prestidigitaciones medianeras.

Predicamento de conjuntos. Ciertas ideas primitiva, salvajemente hipostasiadas, es decir, antropomorfizadas, zoologizadas, totemizadas, etc., ostentan, como todo lo material, semejanzas. El supersticioso infiere, semejando dioses, que unos, los oscuros, cuidan por la noche, y otros, los diáfanos, por el día, y los acuosos en el mar y los terrestres en tierra. El pobrecillo, luego, cree, “piensa” que allende es sitio regido por unas leyes divinas y aquende por otras, y se le trifurca o polifurca el mundo, y o vive acatando códigos sinnúmero y peor que político entre empresarios y enloquece o padece indiferentismo cultual. Algunos serranos me han dicho que dioses y santos, si no ostentan piel roja o pálida u oscura, por ser de diversa etnia, o no análogos, son de férula de poco fiar. “¡Sobre mi testa gravita/ la maldición del laurel!”, dice Almafuerte (En el abismo) creyendo ser regido por el Mal. “¡Sobre nuestras testas gravita/ la bendición de Quetzal, de Tlasocolt, de Jacob etc.!”, dirán los supersticiosos de mundos trifurcados.

Notas:

(1) En el “Prefacio de la segunda edición” (1787) de la Crítica de la razón pura dice Kant que la filosófica crítica dirime el materialismo, el fatalismo, el ateísmo, el fanatismo, que provienen de raíces “supersticiosas”. El texto alemán dice “Aberglauben” (KrV, B XXXIV), “superstición”, que el Deutsches Wörterbuch, de los Grimm, coliga al latín “superstitio”. “Ens imaginarium” es toda superstición, es decir, es intuición sin objeto, o por mejor decir, geometrización y aritmetización de las materias de la imaginación productiva, que vuelve continuo o sucesivo lo contingente.

(2) En el “Prefacio” citado, Kant asevera que la razón humana, al conjeturar a Dios, la inmortalidad, la libertad, transforma lo que no es objeto experiencial, como el ser primigenio, el alma, el mundo, en fenómeno, quehacer que transforma la moralidad en cuestión meramente empírica, y por ende, relativista. El texto alemán dice “Glauben” (KrV, B XXX), “fe”, que el Deutsches Wörterbuch relaciona con los latines “credere” y “fides”. Dice Kant que es necio, dogmático, hablar físicamente de aquello de lo que nada se conoce. Escribe (KrV, A 395): “die Lücke durch Paralogismen der Vernunft ausfüllt” (“las lagunas con paralogismos de la razón satúranse”). Dios, alma, mundo, criticados, son sólo ficciones heurísticas útiles en epistemología e ideas reguladoras en metafísica, moral y religión, o dicho con palabra de Zubiri, son “ultimidad” que es menester creer para enarbolar conocimientos.

Referencias:

  • Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, Primera edición, Fondo de Cultura Económica, México, DF, 2009.
  • Grimm, Jacob, Deutsches Wörterbuch.

Recuperado de (Trier Center for Digital Humanities, de la Universität Trier, 2008):

http://woerterbuchnetz.de/cgi-bin/WBNetz/wbgui_py?sigle=DWB&lemid=GA00001&mode=Vernetzung&hitlist=&patternlist=&mainmode=

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