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Fernando Vilches
Fernando Vilches (Foto: Archivo)

Fernando Vilches: "El español, en cuanto a su proyección internacional, sigue pujante y con muy buena salud a pesar de esas iniciativas políticas que lo arrinconan en algunos lugares de nuestro territorio"

Autor de "Con buenas palabras. Todo lo que necesitas para expresarte mejor"
miércoles 18 de noviembre de 2020, 10:00h
Fernando Vilches ha dedicado más de cuarenta años a enseñar Lengua Española. Al principio de su carrera docente, lo hizo en el colegio Joyfe de Carabanchel y los últimos veinte años en la Universidad Rey Juan Carlos de la que es profesor Titular. De profesión Filólogo y de vocación profesor, divulgador y comunicador, ha publicado libros sobre el español en los siglos XII-XV y sobre el español más actual.
Con buenas palabras
Con buenas palabras

Su penúltimo libro La divertida aventura de las palabras. Del buen uso del español inició un acercamiento a nuestro idioma a través de las palabras y lo ha continuado con el último publicado recientemente, Con buenas palabras. Todo lo que necesitas para expresarte mejor, en los que aborda diferentes cuestiones sobre el español más actual, ambos publicados en Arzalia Ediciones.

Desde el estudio de El lenguaje en los medios de comunicación, libro sobre el que ya te entrevistaron en este medio, hasta Con buenas palabras. Todo lo que necesitas para expresarte mejor, ¿qué le ha ocurrido a nuestro idioma?

El español, en cuanto a su proyección internacional, sigue pujante y con muy buena salud a pesar de esas iniciativas políticas que lo arrinconan en algunos lugares de nuestro territorio. El español de América sigue también abriéndose paso entre la telaraña del inglés con éxito. Pero, en cuanto al español de España, vamos retrocediendo en su buen uso. Cada vez se escribe y se habla peor.

¿A qué crees que se debe?

Sinceramente, creo que no se tiene la conciencia de que es un bien común que hay que cuidar, enriquecer y conocer con más interés. Con el mantra de «Pero se entiende, ¿no?», hemos descuidado aquello que decían los clásicos: el fondo es la forma y viceversa. Al igual que una comida bien presentada en la mesa sabe mejor pues entra primero por los ojos, un mensaje cuidado, bien pensado y elaborado con respeto a la norma culta estándar del español entra primero por los oídos, con una buena música, y, luego, se dirige al cerebro donde se descodifica.

¿La culpa es de los jóvenes, las redes sociales y la escritura propiciada por los móviles?

No, ni mucho menos. Los jóvenes no han inventado nada nuevo, solo practican lo que llamamos “la escritura de la oralidad”, es decir, que, tal y como hablan, escriben en sus redes y móviles. De ahí la deficiente o total ausencia de signos de puntuación. Es su forma de pertenencia al grupo, nada nuevo bajo el sol. Lo preocupante son las patadas que dan a la sintaxis y a al léxico, a la ortografía y a la buena construcción de las ideas las personas con formación, entre ellas, los profesionales de los medios de comunicación.

Podemos decir, entonces, que la culpa es de profesionales a quienes se les supone un dominio de su herramienta de trabajo, la palabra.

Pues sí, podemos afirmarlo sin miedo a equivocarnos, siempre que no generalicemos. Hay profesionales de los medios, bastantes, y políticos, muchos menos, a quienes da gusto escuchar o leer sin tener que recurrir cada dos por tres al diccionario o a lamentaciones por la descuidada ortografía, la deficiente puntuación y el caos en las ideas.

Lo que más me molesta es el lenguaje de los políticos, lleno de insultos, de impropiedades, de construcciones deficientes

¿Dónde dirías que se falla más?

En los signos de puntuación, especialmente las comas, está el «Top Ten» (único anglicismo que me voy a permitir en la entrevista) de los errores. Es abrumadora la falta de pericia en esta cuestión. Pasamos de lo que yo denomino «comatosis» (exceso de comas, muchas innecesarias y otras “criminales”) a su ausencia absoluta, con frases de 104 palabras (las tengo contadas en el editorial de un periódico) que no hay lector, por muy preparado que esté, que lo digiera. En los medios audiovisuales, se ven rótulos con faltas de ortografía, que nos indican que quien escribe hizo novillos (pellas, para los de la EGB) en las clases de dictados y que en la redacción están a otra cosa que a cuidar que todo salga corregido y aseado. Y, luego, están las pausas (semánticas o de énfasis) que transmiten un mensaje curioso. De hecho, sé de una persona que creía que mi amigo (y admirado) Sergio Sauca era un deportista extraordinario en lugar del periodista excelente que es en el mundo del deporte, dado que lo que ella escuchaba era: “Excelente final del decatlón Sergio Sauca”, “magnífico gol en el Madrid-Barça Sergio Sauca”, “Gran victoria en la etapa de hoy Sergio Sauca”… y, así, todo de corrido, sin la pausa semántica tan necesaria para diferir la noticia de su narrador y, a su vez, de su verdadero protagonista.

Con buenas palabras. Todo lo que necesitas para expresarte mejor ¿es un libro técnico y para especialistas?

En absoluto. Quien busque en él un sesudo tratado de Gramática, en sentido estricto, de Morfosintaxis y, en sentido amplio, de Fonética y Fonología, no está en el lugar adecuado. Gramáticas de nuestra lengua, desde Nebrija hasta ahora, hay muchas y casi todas excelentes. Este es un libro en el que repaso aquellas facetas del idioma en las que sigo encontrando dificultades insuperables por parte de los hablantes sencillos, pero con interés por mejorar su dominio del idioma. Y, para ello, me he basado en mi experiencia docente de más de cuarenta años y en los oyentes de la sección “El menosprecio de la lengua” que se emitió en el programa “Herrera en Cope” entre 2017 y 2020. Es, pues, un libro que podríamos calificar de empírico y pegado al suelo. Y aderezado con mi forma de enseñar, es decir, con humor, con humildad y sin tratar de ofender a nadie. Errar es humano; dudar es signo de inteligencia, y persistir en el error es propio de prepotentes.

¿Qué es lo que más te molesta del uso actual del español?

El lenguaje de los políticos, lleno de insultos, de impropiedades, de construcciones deficientes, sin chispa, sin un punto de retórica para convencer (el clásico «persuadere»). Por ejemplo: se les llena la boca con la palabra «confrontación» sin tener ni idea de su significado. Ojalá confrontaran más en un momento en el que deberían unirse para proteger a los más débiles de la sociedad: nuestros mayores, en cuanto a la salud, y los autónomos, en cuanto a la economía del país. Algunos suspendieron hasta las vacaciones y da vergüenza tenerlos como representantes del pueblo. Es indignante que algunos diputados analfabetos ganen más que un médico especialista o que un maestro con años de profesión.

Un consejo para mejorar nuestra pericia expresiva

Primero, leer, segundo, leer, tercero, leer. Después, elaborar de una vez por todas una buena Ley de Educación, no el bodrio de la «Lomloe», consensuada, de calidad, para todo el territorio español, en la que haya vocación de permanencia y de crear ciudadanos y no súbditos. Y, por último, humildad. Para esto, recurro al más grande de todos los tiempos y de todos los países del mundo: Cervantes, que nos ha legado un mundo extraordinario, el del viejo loco, el bueno de Alonso Quijano, y que, en un momento dado de esta grandísima obra, nos regala: «Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala».

Por último, un par de razones para leer tu libro

Las ganas de aprender, que no deben perderse nunca, y el deseo de tener en casa o en el trabajo una especie de asesor lingüístico, bien para mejorar nosotros, bien para que mejoren nuestros hijos adolescentes y jóvenes si los hay.

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