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"Los musulmanes en la guerra de la Alemania nazi", de David Motadel

Alianza Editorial
sábado 04 de diciembre de 2021, 18:49h
Los musulmanes en la guerra de la Alemania nazi
Los musulmanes en la guerra de la Alemania nazi

Dentro de la paradoja que representó el régimen del III Reich; dirigido, hasta la exterminación y autoinmolación, por el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, NSADP; este estupendo libro de la editora radicada en Madrid nos sorprende con una cuestión histórica poco analizada, nada más y nada menos que la implicación del Islam a favor del Reich de Adolf Hitler.

Partes importantes del mundo islámico participaron en la Segunda Guerra Mundial. Alrededor de 150 millones de musulmanes de la franja comprendida entre el norte de África y el sureste de Asia vivían bajo dominio británico y francés, mientras que más de 20 millones eran gobernados por Moscú. En plena contienda, cuando Japón avanzó por tierras musulmanas del sureste de Asia y las tropas alemanas se adentraron en territorios musulmanes de los Balcanes, el norte de África, Crimea y el Cáucaso, y asimismo se acercaron a Oriente Próximo y Asia Central, todas las principales potencias del Eje y de los Aliados empezaron a ver la importancia política y estratégica del Islam”. Entre los años 1941 y 1942 el régimen hitleriano comenzó a realizar acercamientos amistosos, para un servidor que esto escribe total y absolutamente inexplicables, con los sarracenos, que era claro que eran los mayores enemigos de los británicos, de la URSS, en la que el criminal dictador de Stalin tenía sojuzgadas a las repúblicas caucásicas-musulmanas soviéticas, y, ¡cómo no!, de los judíos.

El cinismo nazi no tuvo el más mínimo inconveniente en volcar toda su propaganda en reivindicar como asumible la fe mahometana. Para incrementar, más si cabe, la colaboración entre el nacionalsocialismo y los agarenos, se comenzaron a reclutar a miles de ismaelitas para conformar unidades de las SS y en la Wehrmacht; el mayor número de ellos provenían de los musulmanes-soviéticos, aunque también venían algunos de los territorios del Oriente Próximo. A partir de 1942 utilizaron a varios líderes religiosos musulmanes para que apoyasen este comportamiento de proximidad entre alemanes y sarracenos. “Para Berlín, los musulmanes se volvieron importantes en dos contextos, ambos relacionados con el cambio general en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en 1941-1942”.

Conforme avanzaban las tropas de la Wehrmacht y de las Waffen-SS, se iban encontrando con poblaciones de mahometanos, en los territorios no-europeos que iban ocupando. Este tipo de relación político-militar que los alemanes fueron realizando con los sarracenos, algo extraño para Alemania y su III Reich, no estuvo planificada a priori, sino que se fue desarrollando conforme avanzaba la cruenta conflagración bélica, y el hecho bélico iba yendo de mal en peor para las tropas germánicas. “En ese sentido, la campaña puede entenderse como parte de un cambio general hacia el pragmatismo estratégico y la lógica de la movilización total. A finales de 1941, los mandos de Berlín todavía creían que la victoria era inminente”. Los alemanes todavía tenían claras expectativas de conquista y victoria, siendo el hecho más prístino el denominado como Plan General del Este. Tras la grave derrota sufrida en la batalla por Moscú y, sobre todo, cuando la prepotencia hitleriana se atrevió a declarar la guerra sin cuartel a los todopoderosos Estados Unidos de América, con gran regocijo de las fabricas norteamericanas de armamento, y asimismo de la belicista administración del Presidente Franklin Delano Roosevelt; ya no existía posibilidad de guerra-relámpago/blitzkrieg, y esa conflagración se iría prolongando sine die.

En los finales de 1942, Adolf Hitler tuvo claro que tras la derrota-retirada del Mariscal de Campo Erwin Rommel en El-Alamein, y la catástrofe del también Mariscal de Campo Friedrich Paulus en Stalingrado: “La política de Berlín se fue inclinando progresivamente hacia fines a corto plazo y las necesidades inmediatas de la propia guerra. Diversas facciones de los mandos nazis querían construir coaliciones de guerra más grandes, haciendo gala de un notable grado de pragmatismo”. Lo ideológico y lo racial se relajaron empíricamente. Las tropas alemanas perdían miles de soldados, y las bajas no se podían substituir adecuadamente por la gran escasez numérica que se estaba conformando en la propia Alemania. La política alemana varió, en pos de una nueva política de propaganda que consistía en realizar todo tipo de pactos con los europeos que se considerasen enemigos acérrimos de los bolcheviques. Se empezó a hablar de pelear sin cuartel contra los imperialismos soviético, británico y estadounidense, inclusive realizando esta campaña de propaganda hasta entre los polacos y entre rusos o ucranianos.

El III Reich no tuvo el más mínimo inconveniente en financiar a diversos líderes y grupos nacionalistas y anticolonialistas, incluyendo hindúes, iraquíes y palestinos cristianos y musulmanes. “Todos esos cambios vinieron dictados por las exigencias de la guerra más que por consideraciones ideológicas. La campaña de Berlín para cohesionar al mundo islámico puede entenderse como un aspecto importante de su giro hacia el pragmatismo estratégico y la movilización total”. La idea maquiavélica del nacionalsocialismo era conseguir crear una quinta columna en los Balcanes y, sobre todo, en las fronteras de la URSS. Este libro extraordinario nos acerca, sin ambages, al compromiso mahometano en la Segunda Guerra Mundial a favor de Alemania. Obra sobresaliente de lectura recomendada, necesaria y obligada.Nihil novum sub sole. ET. Unus non sufficit orbis”.

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