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"Hispania. Spania. El nacimiento de España. Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo", de Santiago Cantera Montenegro

Editorial: Actas. 3ª Edición. 2021
viernes 29 de abril de 2022, 17:00h
Hispania. Spania. El nacimiento de España
Hispania. Spania. El nacimiento de España

Estamos ante otra deliciosa obra histórica, que si proviene de la editorial Actas, ya es una total y absoluta garantía. En este caso el autor es un especialista en el hecho histórico a narrar, que es la conciencia hispánica que existía entre los visigodos toledanos.

El hecho más importante existente en la época de los godos toledanos es, sin el más mínimo género de dudas, la existencia de asambleas legislativas o Concilios de Toledo, donde se creaban todas las condiciones necesarias para la convivencia entre todos los habitantes de la Península Ibérica. Ya habían desaparecido, o sobre todo se habían subsumido dentro del grupo rector visigodo: los alanos, los vándalos, los suevos católicos de la Gallaecia romana, y los bizantinos del meridión peninsular. Ahora quedaban una mayoría de población hispanorromana de fe católica, y una minoría visigoda de todo grado y condición y de religión-herética arriana.

Llegado el momento, el rey Recaredo I “el Grande” analizó comportamientos entre católicos y arrianos, y los primeros ganaban por goleada. La ética y la cultura de los clérigos católicos ganaban de sobremanera a los del credo arriano. La unidad religiosa se va a producir en el año 589, a partir del III Concilio de Toledo; el presidente de esta magna asamblea sería el cartaginés y obispo San Leandro de Sevilla. El hecho evolutivo no fue nada fácil, sino muy espinoso y complicado, con muchas resistencias por parte de los magnates laicos y eclesiásticos seguidores del obispo Arrio. La cristianización de la Hispania romana tuvo una relación directa con la población hispanorromana. Según el nivel cultural, el grado de conversión a la nueva religión fue directamente proporcional. De ahí proviene el nombre de ‘pagano’ o habitante de ‘pagus’ o aldea. El influjo y la energía de los predicadores motivaron una ágil y rápida expansión del cristianismo. Fue un privilegio para los hispanos, la nueva religión, ya que la tradición refiere que los apóstoles Santiago “el Mayor” y San Pablo predicaron en Hispania. Tanto a favor como en contra de su presencia en las Españas existen datos varios.

Los textos que pueden testificar la venida de Santiago son sin duda más bien tardíos: sobre todo comienzan a abundar a partir del siglo XIX y hasta años muy recientes, son los hallazgos arqueológicos los que han venido a confirmar la fiabilidad de la tradición de su enterramiento en tierras galaicas; y, si ciertamente se le dio sepultura en lo que hoy es Compostela, ¿qué poderosa razón había para traer su cuerpo desde Jerusalén, su lugar de martirio, hasta tierras tan lejanas, sino por la existencia de una relación muy estrecha del Apóstol con éstas?”. En el caso del denominado como el ‘Apóstol de los Gentiles’, existen datos muy fidedignos, y en el caso del previo Saulo de Tarso los hechos están mucho más próximos al momento histórico narrado.

En cuanto a la predicación de San Pablo, las fuentes escritas antiguas son mucho más próximas a aquel momento histórico: en efecto, el propio Apóstol de los Gentiles manifiesta en la Carta a los Romanos la intención de venir a Hispania a predicar, y además el Código de Muratori y el Papa San Clemente confirman no mucho después que efectivamente ha estado en esta tierra, casi seguro después de su primera cautividad romana, según todos los datos apuntan”. Se colige que la expansión del cristianismo comenzó en las costas del Mare Nostrum hispano, y luego se extendería por los valles más habitados de los ríos Ebro y Guadalquivir, y desde ahí hasta la gran urbe de Zaragoza-Caesaraugusta, y asimismo en la Bética; desde estas zonas tan estratégicamente situadas se iría expandiendo hacia el resto peninsular. La influencia del cristianismo norteafricano entre los hispanos del siglo IV está constatado, verbigracia en las cartas del obispo cartaginés San Agustín de Hipona. Aunque las comunidades cristianas ya están bien organizadas desde mediados del siglo III d.C.

Una data sin duda importante fue la del año 306, en que tuvo lugar la reunión del Concilio de Elvira (Granada), con la asistencia de 19 obispos, especialmente de la Bética y de otras zonas muy romanizadas, como el valle del Ebro”. Estamos ante un muy cuidado volumen sobre el visigoticismo hispano, y, como todos los libros de Actas, auténticamente sobresaliente. La nueva iglesia universal calcó la estructura política y de organización del Imperio romano de occidente. Ya en el siglo IV las costumbres y los ritos paganos de Roma se van purificando, inclusive se asimilan algunos conceptos religiosos de Roma, pero tratando sensu stricto de que el hecho no dañase las esencias fundamentales de la fe, siempre que estos contenidos no contuviesen aspectos negativos desde el punto de vista pastoral. “La resistencia pagana se centró sobre todo en dos ámbitos: la aristocracia senatorial (donde también se produjeron conversiones importantes desde bien pronto) y en bastantes sectores de la población campesina (como es sabido, el término ‘pagano’ significa originariamente aldeano, habitante de un ‘pago’”. Comenzaron, entonces, las crueles y múltiples persecuciones contra los seguidores de la nueva doctrina, pero sus seguidores hispanos comenzaron a darles culto y a venerarlos. Aunque, no se puede dejar de lado la aparición de herejías, ya que el cristianismo dejaba posibilidades intelectuales de discusión sobre la doctrina.

En Hispania una de las más conspicuas fue la del priscilianismo, en el siglo IV, ya que el susodicho Prisciliano era un galaico lucense; su doctrina sería eliminada en el concilio de Zaragoza, en el año-380, y el propio hereje ejecutado por el brazo laico romano en el año 384. Ya están los pueblos germánicos prestos para ocupar el puesto de Roma en la Historia; los visigodos capturarían algunos cristianos, en sus múltiples ataques a las fronteras de Roma, y estos cautivos predicarían la nueva doctrina a visigodos, francos, burgundios, sajones, ostrogodos, longobardos, anglos, etc. Los visigodos abrazaron la herejía arriana, por lo que los católicos padecieron persecuciones dentro de los territorios que estos godos del oeste iban conquistando. Hasta aquí el preámbulo esclarecedor sobre este completo y extraordinario libro, que recomiendo entusiásticamente. «Et hoc est quod comites. ET. Tibi colenda est virtus».

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9788497391603
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