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"El rey regente", de José Calvo Poyato

Ed. HarperCollins. 2024
viernes 21 de noviembre de 2025, 23:22h
El rey regente
El rey regente
El doctor Calvo Poyato es uno de los buenos historiadores hispánicos sobre la novela-histórica, ya que cumple mi aserto de 65% de Historia y 35% de Novela-Histórica y, además, lo realiza todo con calidad y elegancia. No obstante, como el que subscribe es riguroso al 100%, en lo que a la historiografía se refiere, me veo en la ineludible obligación de realizar dos críticas correctoras, pero sin la más mínima acrimonia.

Fernando V de Castilla y de León, II de Aragón y I de Navarra, nunca fue regente en Castilla, sino en los Reinos de Castilla y de León, ya que esta es la titulación correcta con la que se definía su esposa: “…Porque yo soy la Reina e subcessora destos Reinos de Castilla et de León”. Y, en segundo lugar, en la contraportada de la obra, preciosa por antonomasia, se citan dos vocablos inexistentes en toda la historiografía de la época, anterior o posterior. No existió nunca ni la Corona de Castilla, ni la Corona de Aragón, ya que la titulación siempre es la de los Reinos de Castilla y de León, y así figuran en la afamada, desdichada y malhadada bandera cuartelada, o la de los Reinos de Aragón. Pasemos, pues, sin solución de continuidad al análisis pormenorizado de la obra. Portada magnificente y luminosa. El libro narra el momento de la regencia de Fernando V de León y de Castilla, en estos reinos, tras la muerte de su esposa la Reina Isabel I de Castilla y de León.

¡Ah!, por cierto, él soberano nunca fue aceptado por aquella nobleza que conocía su estilo riguroso y majestuoso. El soberano, pragmático donde los haya, tratará de seguir poniendo orden en aquellos territorios que siempre necesitaron disciplina. Él será el encargado de colocar los pilares sobre los que se va a asentar el Imperio de Carlos V, su nieto, y de Felipe II, su biznieto, donde no se ponía el Sol. La Reina Isabel le habría dejado esta responsabilidad, porque confiaba en su buen hacer. En este volumen nos encontramos con una destacada pléyade de personajes históricos absolutamente, desde el propio monarca, hasta el concienzudo cardenal Cisneros, el matrimonio tan disímil como el existente entre Juana I y Felipe I “el Hermoso”, el literato Nebrija, o el conspicuo militar Gonzalo Fernández de Córdoba, y el cardenal Pedro González de Mendoza, entre otros de mayor o menor enjundia. A continuación, quiero ejemplificar la calidad en el manejo del lenguaje del autor: “Lunes, 11 de diciembre de 1474. La populosa villa no había dejado de crecer en los últimos tiempos. Contaba con un par de parroquias y varios conventos, uno de ellos fundado por Enrique IV, al que se bautizó como Santa María del Paso y que fue entregado a los jerónimos. Muy pronto se lo llamó San Jerónimo el Real. Madrid tenía algo más de mil quinientos vecinos y algunos de ellos, muy adinerados, estaban levantando palacios de mucho fuste, según las nuevas modas venidas de Italia. Pese a su importancia, estaba lejos de ser una plaza fuerte, apenas tenía la protección de un murete de poco más de un palmo de grosor y por muchas partes no alcanzaba las dos varas de altura. Los martes se celebraba un mercado franco. En sus comienzos se hacía en el llamado Campo del Moro, que era como se conocía la explanada que se extendía ante el Alcázar, pero al poco tiempo se trasladó a la plazuela del Arrabal”.

La obra estudia todo el complicado entramado de intrigas palaciegas, y tensiones políticas creadas por parte de los magnates que no aceptan al nuevo monarca y, porque no decirlo, los problemas con el vecino Reino de Portugal, que intentará seguir dominando las nuevas rutas marítimas creadas por el descubrimiento de Las Indias por el Gran Almirante de la Mar Oceana, Cristóbal Colón. En este hilo tan retorcido de ambiciones, también se encuentra el yerno del monarca, quien no goza de sus simpatías, ya que Fernando “el Católico” se ha dado cuenta de sus espurias ambiciones, y de que no se puede fiar, en lo más mínimo, de su lealtad y, para más inri maltrata a su hija y esposa del borgoñón, la futura Reina Juana I de Castilla y de León. Para complicar, más si cabe, la trama, se incorpora la búsqueda del posible testamento del fallecido Rey Enrique IV “el Impotente” de Castilla y de León, en el que el monarca ya pasado a mejor vida, habría dejado a su hija Juana “la Beltraneja” como heredera del trono. Como conocen, de forma fehaciente, que Felipe “el Hermoso” es más domeñable que el veterano Rey Católico, los magnates apoyarán a este joven tan atrabiliario. Es la época histórica en la que Fernando V firma un tratado con Francia, y además, se va a matrimoniar con Germana de Foix, para así de esta forma procurar tener un hijo que heredando los Reinos de Aragón y el Reino de Navarra, pueda romper la alianza con los Reinos de Castilla y de León, ya que considera que es preciso empezar desde cero.

«Una magnífica novela sobre la regencia de Fernando el Católico atravesada por una apasionante intriga histórica: ¿Otorgó Enrique IV testamento? ¿Reconoció en sus momentos posteros a la princesa Juana como la legítima heredera del trono de Castilla o ratificó a Isabel? Los años transcurridos entre la muerte de Isabel, noviembre de 1504, y la de Fernando, enero de 1516, están preñados de grandes acontecimientos: se confirma que Colón no había llegado a las Indias; se consolida el dominio español en Nápoles y se produce la expansión por el norte de África; se busca un paso para llegar al mar del Sur y abrir una ruta hasta la Especiería, se amplían los dominios de Ultramar… Es una época de luchas, intrigas, traiciones, lealtades y también de tensiones con Portugal por controlar las rutas marítimas. En Castilla, donde Fernando el Católico ejerce como regente, gran parte de la nobleza apoya las ambiciones de su yerno Felipe de Habsburgo, que busca desplazar del poder a su suegro. Fernando reacciona firmando una alianza con Francia y contrayendo matrimonio con Germana de Foix, lo que pondrá en peligro la unidad dinástica de Castilla y Aragón. Calvo Poyato, con su habitual rigor histórico y maestría literaria, hace desfilar por palacios y castillos, calles, plazas, mesones y caminos a Fernando el Católico, al cardenal Cisneros, Juana la Loca, Felipe el Hermoso, al Gran Capitán o Nebrija. También a frailes, pintores y secretarios o gentes del pueblo llano como mesoneros, arrieros o mujeres de la vida, todo en una novela que sumergirá al lector en la cotidianidad del Madrid, Toledo, Sevilla, Valladolid, Burgos o Segovia de la época. Como telón de fondo al acontecer histórico, el temor a que salga a la luz un testamento de Enrique IV el Imponente -lo que ya angustió a Isabel la Católica durante sus últimos años de vida- y convulsione Castilla. Don Fernando tratará de hacerse con ese testamento que nadie ha visto, aunque muchos hablan de él, y encargará a Cisneros buscarlo». Este libro narra uno de los instantes más graves de la Historia de las Españas, y es el momento esperado, pero lamentable, de la desaparición de la Reina Isabel I “·la Católica”. Estamos en el año de 1504, en el mes de noviembre, y la neoplasia ovárica con metástasis ha hecho su labor de muerte. Dolorosa, con astenia, fiebre y adelgazamiento.

Su testamento deja como heredera de Castilla Y DE LEÓN a su hija Juana, pero en su ausencia o si, por alguna circunstancia, no estuviera en condiciones de reinar, el gobierno quedará en manos de su esposo, Fernando el Católico. La novela se cierra cuando, en enero de 1516, en Madrigalejo/CÁCERES/REINO DE LEÓN, fallece don Fernando a las pocas horas de otorgar su último testamento. Entre esas dos fechas la monarquía configurada por los Reyes Católicos afianzó las bases echadas en vida de Isabel la Católica de lo que en las décadas siguientes se convertiría en un imperio del que se decía que nunca se ponía el sol”.

Por consiguiente, estamos ante un libro muy bien tejido en una trama inteligente, con muchos hechos históricos dentro del rigor más absoluto. Sí es verdad que Fernando V “el Católico” ingirió todo tipo de afrodisiacos, vigorizantes, que podríamos denominar como anti-asténicos, para conseguir aquel heredero de Germana de Foix, que una vez conseguido nació muerto. En lo relativo al testamente de Enrique IV a favor de su hija Juana “la Beltraneja”, yo estimo que es más que probable que el soberano de los Reinos de Castilla y de León lo rehiciera para, a pesar de sus dudas con respecto a su paternidad, poder dejar a su hija protegida frente a la vorágine curial que la esperaba y, más si cabe, cuando él había sufrido vejaciones sin cuento con la malhadada Farsa de Ávila. En suma, una obra muy recomendable, salvedades historiográficas correctas al margen, sobre una época de un monarca superlativo, y así lo demostré ya en mi segundo libro “Breve Historia de Fernando el Católico”-2013. ¡Estupenda obra! «Pars melior humani generis, totius orbi flos».

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