Al igual que ayer, cuando otro manto, el manto pardo se extendió por Europa, al igual que ayer cuando el manto de las bombas cubrió el cielo para los niños de Gaza, al igual que ayer, algunos darán vuelta la espalda, cerrarán sus ojos y se protegerán o se sentirán protegidos.
¡Cuidado!, la peste avanza y es inmisericorde.
En la sociedad desigual en que vivimos el manto del miedo es diferente, en unos el miedo a que le quiten parte de su riqueza, que lo hagan sentir culpable, en otros, el temor cotidiano, el horror de enfrentar un más allá sin mañana, un presente al que le robaron el futuro.
En 45 minutos, si resumimos el discurso del Cuarto Reich, Donald J. Trump, se borró, con decretos, con una mano inmisericorde el sueño de millones, en suelo americano 15 millones o más, el ejército de las sombras, aquel de cuyas filas sacamos seres para servirnos, para embellecer nuestros jardines, aquellos que están escondidos tras el humo en las cocinas, aquellos que extienden un vaso de café vacío pidiendo una moneda, aquellos que sentados contra los muros aguantan el frío y no se atreven a mirarnos a los ojos, no sea que vayan a molestar.
En los cuatro segundos y medio que demora en estampar su firma, Donald J. Trump destruyó el sueño al otro lado de la frontera, en cuatro segundos y medio destruyó la decencia de un país.
En cuatro segundos y medio aisló al país y se regresó al imperio, no se trata de aliados, de socios, se trata de súbditos, no se trata de desarrollar en conjunto, se trata de poseer para dominar el mundo.
En 45 minutos se regresó años de años al pasado más ignominioso de los Estados Unidos, se borró el fruto de tantas luchas, de tantos derechos alcanzados, se violó hasta el recuerdo de los muertos en el día de Martin Luther King.
En 45 minutos en un lapso de 24 horas se firmaron aproximadamente 200 decretos que marcan el comienzo de una nueva edad de oro, la edad de oro para los dueños del oro en los Estados Unidos, la edad del miedo para los de abajo, los sin papeles, los discriminados por el color de su piel, por su orientación sexual, por su origen, por su lengua.
En 45 minutos se blanqueó la piel de los poderosos y se extendió un manto sobre la piel de los sin fortuna.
El temor recorrerá los salones de clases en las escuelas, algún niño, alguna niña estará pensando si al regresar a su casa encontrará a su padre, a su madre. El temor amordazará las voces disidentes en las universidades. El temor cubrirá el amor, este será reservado al hombre y a la mujer, como al comienzo, los otros, las otras, deberán esconder su amor.
Como antes, antes de que los quemaran en la hoguera o en los hornos de la infamia.
No nos engañemos, Donald J. Trump no es un accidente en el camino, se pavimentó su ascensión permitiendo que el Cuarto Reich asumiera el mando. No fue Biden, no fue Obama, fue usted, fui yo, fuimos aquellos que permitimos que se llegara a esto al no reaccionar con la fuerza necesaria.
Fueron aquellos que acentuaron la desigualdad, aquellos políticos que jugaron con la esperanza, prometieron y no cumplieron, aquellos que hicieron oídos sordos al clamor de justicia, no la de pacotilla que puede perdonar y borrar crímenes de un plumazo o anticipadamente, dado que la justicia no es igual para todos, y ello nos lo mostraron los dos últimos presidentes.
¡No!, la otra, la que pide una vida digna, un techo, un remedio, aquella que clama por el futuro de sus hijos, que clama por un techo que abrigue sus sueños.
Durante años se construyó el camino a la injusticia, al poder supremo, se pavimentó el camino al Cuarto Reich y a sus reyezuelos en otros países, a que en 45 minutos se dictaran cientos de decretos para matar el sueño y extender el manto de dolor.
Hay días en que me avergüenzo de ser hombre, escribí alguna vez, hay días en que el dolor de los míos, los de abajo, los olvidados, hace que me duela el alma, que mis dedos tiemblen de temor a que no sean capaces de impartir una caricia o escribir la palabra necesaria.
Hay horas, minutos, segundos en que es necesario que nos transformemos en Santuarios antes de que el Cuarto Reich y su corte de multimillonarios a los que se añaden por sobre ellos las fortunas más grandes del mundo, dueños de las redes de información que buscan uniformar el pensamiento para convertirnos en esclavos, destruyan la esperanza y lo que queda de humanidad en nuestros corazones.
Yo, un poeta, durante toda mi vida he luchado contra la injusticia, he marchado, he sido golpeado, he sido encarcelado, he sido torturado, he sido exiliado, he conocido el hambre y el miedo.
Hoy, próximo a cumplir 81 años llamo a que mi verso nuevamente se inflame frente a la injusticia, a que mi verso y la mano que le da vida acaricie al que tiene miedo, que sonría al niño para que este sonría, a que mi verso y mi cuerpo se transformen en santuario y salgan a marchar.
*Gustavo Gac-Artigas. Poeta, novelista, dramaturgo, hombre de teatro y guionista cinematográfico chileno. Miembro del PEN Chile, correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Premios recientes: “Ossi di sepia”, poesía. Italia, 2025. Mención honrosa del International Latino Book Award por poemarios “hombre de américa/man of the americas” y “Confieso que escribo/I Confess that I Write”). Coroana de Aur Ovidius (Academias Tomitana, Universalis Poetarum y Stiinte, Arte Si Litere din Torino). Premio del XIII Festival Mundial de Poesía Mihai Eminescu.