Solo sé que fue escritor, periodista, funcionario público, inventor de las cosas más absurdas de esta vida: aquellas que dejaban una lección, que educaban, que buscaban una mejor y más justa convivencia entre los seres humanos. Fue minero, fabricante de juguetes, y patentó un sistema de autoconstrucción. Su biblioteca era un mundo de aventuras y sueños.
No buscó la riqueza. Persiguió las estrellas. Y ese camino me lo enseñó.
No me enseñó poesía: me enseñó a ser hombre. Hombre de América.
Escribió obras de teatro, cuentos, e inventó juegos para educar a los mineros y romper la soledad de los ancianos. Construyó un auto a pedales con los pesados durmientes del ferrocarril —a los que despertó—, lo dotó de un intrincado sistema de poleas y cadenas, y le puso dos asientos para que la señora y la empleada pudieran ir juntas al mercado a hacer las compras. Esfuerzo conjunto, comunión diferente, un poco socialdemócrata: diálogo entre las clases.
Buscó minas sin salir de casa. Un viejo pirquinero le traía de vez en cuando sacos de piedras que extendía en el patio. Pasaba días clasificándolas, enviándolas a laboratorios, hasta que un día llegaron exaltados los encargados de la mina El Teniente a decirle: “Don Roberto, hay una muestra con cobre de gran pureza.” Un par de semanas después regresó el pirquinero, pero nunca supo ubicar el lugar exacto de procedencia. Y así, hay una mina escondida, de gran pureza, en la cordillera chilena.
Un domingo me dejó acompañarlo a tomar muestras con su nuevo socio. Estacionó el auto y el socio y yo subimos al cerro. Entusiasmado, puso una doble carga de dinamita, encendió la mecha y bajamos corriendo. El campanario de la iglesia, al otro lado del cerro, se resquebrajó; las beatas salieron despavoridas. El aprendiz de minero aceleró y nos perdimos camino de regreso a casa.
Eso me enseñó, que hay que escribir versos que remuevan a la gente.
Las otras personas —novias, profesores, escritores, poetas, torturadores—, si bien es cierto participaron y hasta hoy participan, jamás me enseñaron a perseguir las estrellas como lo hiciera ese soñador que fue mi padre, Roberto Gac Canales.
*Gustavo Gac-Artigas. Poeta, novelista, dramaturgo y hombre de teatro chileno. Miembro del PEN Chile, PEN América y correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).