www.todoliteratura.es

"Las Navas de Tolosa. La batalla del castigo", de Francisco García Fitz

Desperta Ferro. 2024
viernes 15 de agosto de 2025, 21:20h
Las Navas de Tolosa. La batalla del castigo
Las Navas de Tolosa. La batalla del castigo
El doctor García Fitz es un auténtico especialista en la gran batalla de Las Navas de Tolosa. Tras el transcurso de unos veinticinco años desde el final de la conflagración entre los cristianos y los mahometanos almohades, el gran cronista del Reino de León, Lucas de Tui “el Tudense” leonesista de pro, y clérigo importante en la curia regia de los Reyes Alfonso IX “el Legislador o el de las Cortes” y Berenguela “la Grande” de León, escribía sin ambages y con toda claridad que: ‘tuvo lugar esta felicísima guerra en el lugar que llaman Navas de Tolosa. Nunca en España hubo una guerra igual’.

No se puede discutir, en ninguna circunstancia, todo lo que representó aquella lucha por el ser o no ser de los reinos cristianos hispanos. El hecho victorioso debió ser impresionante, para todos los que estaban aterrorizados, por el comportamiento autoritario y fanático almohade, que no respetaba ni a las mismas taifas andalusíes. Aunque existe otra batalla, pero más ignota por estar circunscrita al siglo X, agosto de 939, pero la acción de los que somos historiadores medievalistas leonesistas ya hemos conseguido, Dios sea loado, que esta lucha en Simancas ocupe el segundo lugar en las victorias de la Reconquista, dirigida por el Magnus Basileus y soberano más importante de Europa del siglo X, Ramiro II “el Grande o el Invicto” de León. En la página-XIV: sobre la guerra entre el reino de Castilla y de León contra sus vecinos musulmanes entre los siglos XI y XIII. No existe el reino en singular, sino los Reinos de León y de Castilla, y mucho menos en el siglo XI cuando no existe un monarca y un reino en Castilla, solo cuatro condes de Burgos ¡no de Castilla!, circunscrito el territorio de Fernán González, García Fernández, Sancho García y García Sánchez a lo que sería la actual provincia de Burgos, ya que hay magnates en Saldaña, Monzón, Cervera, Liébana, Álava, Cea, etc., dependientes todos del Rey-Emperador del Reino de León.

Nada que decir del siglo XIII donde Sancho III y Alfonso VIII lo llenan con su empaque. Nadie niega, los poseo todos y muchos más, sobre esa conflagración bélica, la magnitud de los libros sobre dicha batalla, la primera del Medioevo reconquistador, la segunda en importancia es, obviamente, Simancas con Ramiro II el Grande o el Invicto contra Abd Al-Rahman III Al-Nasir. Obviamente en mi humildad leonesista innata, también he publicado mi séptimo libro, según críticas, ¡admisible y riguroso!, en Alderabán/Alfonsípolis-2023/Cuenca: -La Batalla de Las Navas de Tolosa. Un Mito Histórico. Donde uno defiende, rigurosamente, el rol del Rey Alfonso IX de León “el Legislador o el de las Cortes” en relación con ese hecho bélico.

«El lunes 16 de julio de 1212, en un paraje de Sierra Morena, las Navas de Tolosa, un ejército cruzado dirigido por el rey de Castilla, Alfonso VIII, y en el que figuraban otros dos reyes hispanos, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, busco batalla contra un ejército musulmán reunido para dar guerra al infiel por el califa almohade Muhammad al-Nasir. “Nunca tantas y tales armas de hierro se habían visto en las Españas”, escribió el coetáneo canciller castellano Juan de Soria. Lanzas y espadas se trabaron, sangre y sudor empaparon gambesones y cotas de malla, relinchos y gemidos de agonía resonaron en los riscos, hasta que la furiosa carga de la zaga cristiana decidió la jornada, arrasando el palenque almohade y quebrando a la guardia negra que, encadenada, defendía la tienda del Miramolín. Finalizaba una batalla que se ha considerado un hito decisivo en la expansión territorial castellana, que marcaría el definitivo retroceso de al-Ándalus, punto de inflexión en las relaciones entre musulmanes y cristianos. Francisco García Fitz, medievalista señero y sin duda el mejor conocedor de las Navas, no solo escruta al detalle el crucial choque -los ejércitos enfrentados y sus tácticas, las consecuencias políticas y territoriales-, sino que también estudia los recursos bélicos, institucionales, organizativos e ideológicos puestos en liza, para explicarlo dentro del tablero estratégico peninsular y de su contexto histórico. Los cronistas cristianos no dudaron en presentar la firme voluntad de Alfonso VIII de enfrentarse en campo abierto al califa almohade como anhelo de venganza por su derrota en Alarcos, dieciséis años atrás. Y los cronistas árabes llamaron al choque la batalla de Al-Iqab, una de cuyas posibles traducciones sería, precisamente, ‘la batalla del castigo’. Si en el ámbito cristiano la carga de los tres reyes resonó como heraldo que anunciaba la derrota definitiva del islam, la batalla fue considerada por los musulmanes como la ‘causa de la ruina de al-Ándalus’. Todavía hoy, en las páginas de este libro, seguimos escuchando los ecos de las Navas».

En la Edad media el enfrentamiento bélico por antonomasia es la batalla campal, y este hecho tan grave, no solía pasar desapercibido. El magnífico historiador francés sobre el Medioevo, Duby, califica a este tipo de batalla como resonante, sensacional y explosiva, ya que producía un importante impacto en la conciencia social medieval, donde los pueblos esperaban la victoria de los suyos, a ambos lados de los límites religiosos. Los cronistas de la Edad Media consideraban que los actos merecían ser recordados, y pasar a la posteridad, cuando eran realizados por grandes hombres, aunque sí es verdad que narran situaciones en las que intervienen otros muchos actores. No se debe olvidar que, por razones culturales obvias, son los clérigos, hombres de vasta cultura, los que se encargan de escribir las crónicas. En el caso de los monarcas el interés por su devenir vivencial abarca toda su trayectoria regia.

Por ejemplo, el obispo Lucas de Tuy, sin duda uno de los más significados historiadores de la primera mitad del siglo XIII, conocía la resonancia que en tiempos de Alfonso VII tuvo la conquista de Almería de 1147 y sabía que aquella fue una operación de gran magnitud y complejidad en la que, además de las tropas castellanas, participaron naves y contingentes genoveses y catalanes, que a la postre fueron los grandes beneficiados del reparto del botín”.

No se puede calificar de tropas castellanas (pág. 27) a las que participaron en la conquista de Baeza, donde existe un pendón, en la capital imperial del Regnum Imperium Legionensis, León-caput, y una Imperial Cofradía de Alfonso VII el Emperador de León y el Pendón de Baeza, y cuando la conquista se realiza por tropas leonesas sensu stricto, por un monarca ya citado, cuya Crónica del Emperador Alfonso o Adephonso Imperatoris solo cita al monarca más de 40 veces como lo que era, es decir Rey y Emperador de León y nunca de Castilla, siendo en León, donde se coronó como tal; entre otras razones de mayor o menor enjundia porque Castilla no existía en esa concepción, y será de nuevo nacida en la inexplicable herencia a Sancho III. El rigor medievalista siempre es exigible y deseable. Sea como sea, libro importante obviamente, para la sapiencia de esa batalla. «Totus aut nihil. ET. Soli Deo Gloria».

Puedes comprar el libro en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios