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Joan Vinyoli: "Soy un hombre solo"

Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2024
jueves 02 de octubre de 2025, 21:22h
Soy un hombre solo
Soy un hombre solo

Un hombre solo, en poesía, conlleva ya un marchamo de significación, de trascendencia; cualquier lector atento así lo interpreta. “En cualquier caso –leemos en la fecunda introducción de Josep M. Sala que anima y conduce el libro- la experiencia en la obra de Vinyoli arranca de sus vivencias, como no podía ser de otro modo, pero incluye una inmersión, la verbal, que conjunta sentido y sonido, verdad de la vida y verdad del poema”.

Así es tal como el poeta nos habla: “Los árboles gemían/ y todo era grito oscuro/ que venía de lejos/ y nada era comprensible/ y nada ya alcanzaba lo que tanto/ deseaban las manos: no sentirse vacías del todo”.

Estoy por decir que el poeta no evoca a la soledad, sino que la invoca, y en tal sentido hace una comprensión de la realidad y de sí mismo sin que la hipotética soledad sea tal, sino la reminiscencia de un deseo de palabra, de comprensión. El ejercicio poético, así, no resulta un discurso cerrado nunca, sino abierto, expuesto a lo sencillo de la realidad y, al tiempo, al silencio necesario para sentir ese todo real, incluido el propio valor intrínseco de la soledad. De la que no huye, sino invoca y canta. Lo que equivale un tanto a decir que canta a lo que tiene, a sí mismo y a su ser necesario.

Si tal es la tarea, y aquí es donde el poeta se mnifiesta más como tal, a mi entender, entonces él mismo recurre a sí pero a su mayor valor, a su palabra, tan amada, significativa y dentro de el. Y si él no la tiene en el momento exigido, puesto que sabe dónde hallarla acude a otro poeta, por qué no. El caso es el recuerdo y vivencia ensalzados no del poeta, sino de lo poético.

Tal es el caso cuando, en hermoso y acogido poema, alude y rememora a Rilke, el delicado sentiente: “Tú sola, tú formas parte de mi soledad pura. Tú te transformas en todo: eres lo que murmura/ o un perfume que nada deja atrás” De ello depende la autenticidad de los versos, y no solo de la verdad existencial que los motivó.

Y cuando el poeta se ve impelido a hablar de su propio decir, escribe: “Cuando el canto se forma así –refiriéndose a El callat- después de esa inmersión en la vida profunda, las palabras más sencillas vienen armadas con una fuerza que las sitúa automáticamente en el plano del lenguaje poético” Y tal es la pretensión, creo: el acrecer un universo que no está solo, sino silencioso y vive y ejerce la influencia de vida en el lenguaje, en el canto. “La profundización –continúa el poeta- sería la condición sine quanon para alcanzar la voz, o la casi-voz a a partir del silencio germinador”.

El libro, al fin, gracias al tono de su introspección epeculativa, ofrece de algún modo no tanto un canto a la soledad como a la libertad; libertad que es soledad pero al tiempo vínculo: a la vida, a la palabra, al ser.

“Tú, amiga, mereces/ un canto sin desánimos” Y es entonces cuando, acaso, la amiga no sea sino el inexcusable secreto de la vida: poesía es el canto.

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