El concepto de hispanos proviene de la Edad Media, pero no con Ruy Ximénez de Rada, canciller mayor del Reino de Castilla y de su soberano Alfonso VIII, y arzobispo primado de Toledo, a pesar de su obra: De rebus Hispaniae; ya que unos siglos antes el Rey Alfonso III “el Magno” de León y de Oviedo ya calificaba de Spania a la Península y de ishpagnoles a sus habitantes, pero la terquedad del castellanismo sigue ignorando la historiografía medieval más obvia. La crónica del Toledano es un panegírico obvio de lo que representó, indudablemente, la monarquía de Alfonso VIII, para la concepción hispana que tenía el arzobispo. En el capítulo V, dedicado a la Hispania Nova, el autor refiere la existencia de un reino de Castilla, formado dos siglos antes por la unión de Castilla y León. Pues bien, en ninguna circunstancia esa ahistórica Castilla, falaz por antonomasia, es la suma de unos Reinos de Castilla y de León, reunidos en las mentes castellanistas de autores que deberían tener mejor información cronística. Con Fernando III “el Santo”, infante leonés y luego Rey de Castilla y de León no se ‘UNE NADA DE NADA’, ya que lo único que existe es un único monarca para dos reinos diferentes; cuyas cortes son disimiles y se reúnen por separado hasta cerca del Rey Pedro I “el Justiciero”. Y en ninguna circunstancia León se subsume en Castilla; creo que deberíamos los leoneses haber dado más golpes histórico-culturales, como estamos haciendo en la actualidad, a la Historia, para dejar a Castilla donde se merece, ni más ni menos. No voy a citar, más que de pasada, la titulación de Cristóbal Colón: “POR CASTILLA Y POR LEÓN NUEVO MUNDO HALLÓ COLÓN”, o incluso la titulación de la Reina Isabel I de Castilla y de León. Estimo que si Lucas de Tui no se hubiese muerto, el convencer a Fernando “el Santo” de que León debería ir por delante de Castilla en la titulación regia, se hubiese producido. Todavía Fernando IV “el Emplazado” reunirá, en salas y días diferentes, a los representantes de los reinos de León y de Castilla en las Cortes de Sevilla, por las malas relaciones existentes entre los diferentes procuradores. Está claro que en este siglo XVI la Corona de los Reinos de Castilla y de León es la más extensa y poblada de Hispania. Portugal, Navarra y Aragón estaban bastante por debajo. Será desde Portugal como se va a plantear el análisis y descubrimiento de la navegación. «¿Qué es la Hispanidad? ¿Quiénes la componen? ¿Cuál ha sido su influencia y qué huella ha dejado a lo largo de los siglos? Este libro no es una historia de España o de Portugal, de México, Brasil, Chile, Colombia o Argentina. Esta es una historia sobre el viaje cultural que los hispanos han realizado a lo largo de más de dos mil años, desde la época romana hasta nuestros días. Fernando Díaz Villanueva, periodista y uno de los más destacados divulgadores históricos, regresa tras los pasos de la Hispanidad para sintetizar y explicar un completo panorama de una de las comunidades más numerosas del mundo, asentada en tres continentes y enriquecida con todo tipo de influencias externas. Una cultura, la hispana, en permanente evolución, cuyos pueblos crecieron, prosperaron y se expandieron por el orbe para dar forma a todo lo que conocemos y compartimos a ambos lados del océano». En los Reinos de Castilla y de León hay una conciencia de investigación y de navegación descubridora, envidiosos de los progresos portugueses, y existen dos entidades importantes que desean estar a la cabeza de todo ello, y son la Escuela de Salamanca y la Reina Isabel I “la Católica” de Castilla y de León. Por el contrario, Fernando V “el Católico” tenía una conciencia mucho más pragmática de la política, y de resultados más propincuos. “Si los portugueses, que eran los que más sabían de eso, se habían negado a patrocinar la expedición colombina su rentabilidad era cuando menos dudosa. Pero Isabel decidió asumir el riesgo. Sus parientes portugueses se la habían estado jugando durante décadas y ahora recogían el fruto de aquella empresa incierta. Acordó con Colón las condiciones poco después de la conquista de Granada y en agosto la expedición formada por dos carabelas y una nao, partió de Palos, un pequeño puerto en la costa del golfo de Cádiz donde era fácil encontrar marinos y marineros expertos”. Tras recalar en las Islas Canarias, que recientemente formaban parte de los Reinos de Castilla y de León, se adentraron en el mar ignoto que, a posteriori, conformaría el Océano Atlántico. Tras navegar, con bastante desasosiego, durante todo el mes de septiembre, el 12 de octubre de 1492 llegaron a lo que luego sería el archipiélago de las Bahamas. No obstante, con bastantes dudas, el almirante Cristóbal Colón consideró que aquello deberían ser islas de Cipango, que era el nombre que Marco Polo había dado al Japón. Por lo tanto, el gran navegante consideró que detrás deberían estar, obviamente, las tierras de China o Catay. A continuación, la flota del Pendón carmesí de Castilla y de León se dio de bruces con las islas de Cuba/Juana en honor de Juan, el Príncipe de Asturias, que pasaría a mejor vida en la juventud. La Segunda isla, la futura Santo Domingo, sería denominada como La Española/Hispaniola. Tras explorar dichas tierras, lo mejor que pudo, estableció el primer asentamiento europeo, concretamente castellano y leonés, en dicha isla, creando un fuerte al que llamó Navidad. Tras dejar allí a algunos hombres, regresó a la Península con La Pinta y La Niña, no sin padecer grandes peripecias. En los albores del año 1493, los Reyes Isabel I y Fernando V recibieron al Almirante de la Mar Oceana en Barcelona, admirándose de todas las cosas aportadas por Cristóbal Colón, incluyendo los exóticos pájaros e indígenas que trajo con él. El Visorrey y Almirante de la Mar Oceana volvió a Las Indias en tres ocasiones más. “Años antes, en 1479, se había firmado en Alcazobas el acuerdo de paz que puso fin a la guerra de sucesión castellana. Alfonso V de Portugal reconocía a Isabel como soberana legítima al tiempo que ambos se repartían las islas que se habían ido descubriendo en el Atlántico. Portugal se quedaría con Madeira, Azores, Cabo Verde y toda la costa africana, Castilla (y León) habría de conformarse con las Canarias”. Los Reyes Católicos solicitaron al Papa Alejandro VI una bula para que los Reinos de Castilla y de León fuesen los más beneficiados en el nuevo reparto del mar y de las tierras descubiertas, sobre todo porque intuían que había algo muy importante en las nuevas tierras descubiertas. Es obvia que el Papa, que como setabense, era un ciudadano valenciano de los Reinos de Aragón, estaba muy vinculado a los deseos de Fernando II de Aragón “el Católico”. No obstante, la resistencia del Rey Juan II de Portugal fue muy importante, ya que nunca aceptó aquel reparto tan beneficioso para sus complejos vecinos. «Roma locuta, causa finita. ET. O tempora, o mores!» Puedes comprar el libro en:
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